Dentro de dos días se cumplirán 150 años del inicio de las luchas por nuestra independencia y libertad. En mi opinión, la mejor manera de celebrar este siglo y medio del Grito de Yara es reflexionando sobre nuestra vocación a la libertad personal y a la independencia de la Nación.
El repicar de la campana de La Demajagua convocaba tanto a la libertad de cada persona esclavizada como a luchar para que Cuba fuera libre, independiente y soberana.
Así como era una sola campana la que tañía no puede haber contradicción entre la libertad del ciudadano y la independencia nacional.
Que las fiestas por el 10 de octubre aporten a todos los cubanos, de la Isla y de la Diáspora, esa convicción de que no hay soberanía nacional si no hay libertad ciudadana. Y que la mayor fortaleza para garantizar y defender la independencia del País sea concordar un marco jurídico y un pacto social que convoquen al mismo tiempo -como la campana de La Demajagua- a la liberación integral de cada compatriota, y “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
La historia pasada y, más aún, la de los últimos 60 años nos ha demostrado que cuando se conculcan las libertades civiles y políticas, económicas, culturales y sociales, entonces se manipula la soberanía del pueblo, se instauran los autoritarismos y se desangra el país porque sus mejores hijos huyen al exilio por asfixia de sus derechos humanos, buscando aires de libertad y progreso personal y familiar.
Un país sin libertades individuales se debilita en su interior, se divide y se hace más vulnerable porque se puede confundir la nación con el gobierno, el gobierno con un partido y la cultura con una ideología. Entonces, puede ocurrir que los ciudadanos y las fuerzas vivas de la sociedad civil, traspapelando los roles, intenten cambiar los fundamentos inconmovibles de la nación y la cultura cuando lo que se debe cambiar es lo esencial en las democracias: elecciones libres, alternancia de partidos, pluralismo cultural, entre otros.
Que el sonido de la independencia nacional nunca suene extraño y diferente de la soberanía ciudadana y que esta soberanía haga de cada cubano y cubana una campana que convoque pacíficamente a la libertad, la democracia, la prosperidad y la felicidad de Cuba.
Resuene, este 10 de octubre y todos los días, un himno auténtico y perenne al sagrado derecho de todos los cubanos a la libertad.
Repitamos con los padres fundadores de la Nación: ¡Dios, Patria y Libertad! ¡Viva Cuba libre!
Hasta el próximo lunes si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.