Otra vez la gente buscando en las calles algo para resolver la comida del día. Otra vez, falta el pan, falta el arroz, faltan las frazadas de limpiar, los huevos… Otra vez se dice que se racionará la adquisición de productos que hoy se venden de forma liberada. La pregunta que muchos se hacen (a veces no en voz alta), es ¿Tendremos otro “período especial”? La sensación de algunos ahora es que volverán los tiempos en que ni con dinero podías conseguir lo mínimo. Y no es por gusto. Se va haciendo difícil comprar algunos productos de primera necesidad.
Claro que nunca se ha dicho que se terminó el anterior, pero de alguna forma las tensiones para conseguir el pan diario, se cambiaron por las de obtener los ingresos necesarios durante algunos años después del 98 y parece que… hasta ahora. Nunca hemos tenido la tranquilidad de tener acceso a los productos o servicios que demandamos en el momento en que los demandamos, pero es cierto que ha habido períodos peores.
No podemos evitar relacionar lo que nos amenaza en el aspecto económico con la situación de Venezuela y otros países de América Latina. Y eso nos hace preguntarnos si no aprendimos de la situación que se nos creó en el 89 con la caída del campo socialista. El discurso oficial, después de reconocer el error de la dependencia, creó lo que parecían ser herramientas para no depender de otros y echar a andar la economía.
No obstante, 20 años después, volvemos a temer una situación igual. No nos han bastado 20 años para crear las bases de la independencia económica. Al parecer, defendiendo la “soberanía política”, nos descuidamos otra vez de la económica. ¿Pero fue descuido?
Realmente no se puede lograr la independencia económica en una ambiente de falta de libertad de las fuerzas productivas. Aperturas que no permanecen, que se frenan apenas hacen despegar la economía de la supervivencia hacia una tímida prosperidad, no ayudan. Una economía no puede independizarse sin la independencia de los ciudadanos. “Formas no estatales”, es una definición negativa en sí misma, formas de gestión definidas por lo que no son, evidencia la poca voluntad política de liberar la economía, y eso, no permite dejar de depender de otros países.
Se salvará la economía cubana cuando el gobierno cubano cree las bases para que la misma dependa de los ciudadanos cubanos, de su propio esfuerzo, que demostrado está que bastaría. Lógicamente, en una relación de interdependencia con los demás ciudadanos, con el Estado, con otros países. Las limitaciones injustificadas a la actividad económica de los ciudadanos, unidas a la ineficiencia de las empresas estatales, constituyen la combinación perfecta para no poder dejar de ser dependientes y estar obligados a buscar por el mundo un socio que proporcione facilidades y nos trate como el “hermano pobre” que necesita condiciones especiales en el intercambio comercial. Esa dependencia no puede preferirse a la de unos ciudadanos que, poniendo en práctica su iniciativa, su creatividad, logren riquezas y propiedades.
Cuba es un buen ejemplo para hacer tambalear aquella máxima que aprendimos en las clases de economía política que asegura que el capitalismo es el sistema que genera crisis económicas cíclicas. Con un sistema centralizado de dirección económica, a 20 años, repetimos el ciclo de crisis, solo que sin el período de auge.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.