Una visita anunciada siempre se intenta esperar con la mayor parte de las condiciones creadas. Es nuestra manera de ser. Los cubanos somos, por lo general, hospitalarios y atentos. Y en Pinar del Río, al decir del Papa Juan Pablo II, “la reserva moral de la nación”, las autoridades intentaron hacer todo porque la visita del presidente Miguel Díaz Canel, transcurriera de la forma “más feliz” posible.
Después de varios días, aún queda entre la gente, los efectos de esa visita, y, aparte de lo que se vio por la televisión, es muy interesante lo que algunas personas comentan sobre el comportamiento fuera de lo normal , de lo cotidiano, que tuvimos que adoptar en esos días. No me refiero a limpiezas, organizaciones, cuestiones de seguridad u obras terminadas, que pueden formar parte de la preparación para una visita. Pero, liberación de algunas personas en centros de trabajo, permiso para que los coches transgredan la norma de cargar solo 8 personas (probablemente para que no se vean los problemas de transporte), alteración de horarios de apertura en establecimientos, son comportamientos que, demuestran no queremos mostrarnos como somos y con lo que tenemos.
Primeramente no es un ajeno, es el presidente de Cuba. Por tanto, ¿por qué no mostrarnos como somos? El presidente necesita saber lo que pensamos, lo que nos ocurre, cómo va en Pinar del Río la gestión de su gobierno. Qué debe mejorar en Pinar del Río y qué debe exigir a los responsables en la provincia, cómo piensa la gente. No creo que a ningún presidente le satisfaga que le preparen un escenario para una visita.
La preparación para recibir a un presidente es mucho más profunda y debe ser cotidiana. Quizás algunas personas a las que se les impidió acercarse, hubieran hecho preguntas o emitido criterios respetuosos y mucho menos paternalistas que los que pudieron hacerlo.
Es necesario enseñar día a día que a un presidente no se le piden cosas, se le pide oportunidad de buscarlas o hacerlas. Si el presidente se ocupa de las cosas no podrá ocuparse de cuidar el ambiente de respeto a los derechos que debe existir en el país, que es su responsabilidad esencial. La preparación para la visita del presidente necesitaba ciudadanos con educación cívica, que supieran eso. ¿Hasta cuándo pediremos “coppelitas” o parques a los dirigentes del Estado?
Estaremos preparados de verdad cuando le pidamos al presidente, normas que respeten nuestro derecho a invertir en un “coppelita”, en un estadio. Cuando pidamos que venga de sorpresa si quiere enterarse de lo que pensamos y de cómo somos. Cuando le pidamos canales de comunicación que funcionen, de manera que no tengamos que esperar una visita de un presidente para quejarnos. Cuando pidamos al presidente que garantice las condiciones para que la oferta suba y los precios bajen. Cuando le pidamos al presidente, un ambiente de libertad y reconocimiento del derecho a expresarnos en nuestra diversidad de pensamiento, así como es reconocido el derecho a la diversidad en otros aspectos (prohibición de la discriminación por razas, sexo, preferencia sexual, discapacidades). Cuando pidamos al presidente que vigile la corrupción y el tráfico de influencias.
Una buena educación cívica nos permitirá salir del paternalismo de Estado y comprender cuál es el rol de cada cual en una república. El presidente no visita para evaluar, sino para responder.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.