En Cuba se perdió la cultura tributaria, debido a la decisión del gobierno de no cobrar impuestos sobre los ingresos personales durante los años en que contábamos con la ayuda de los países del extinto campo socialista.
Lo que intentó ser una ventaja para los ciudadanos se convirtió en un mecanismo que afianzó el paternalismo estatal y redujo la soberanía ciudadana a una actitud de “agradecimiento a un Estado que lo da todo” y más tarde “exigencia a un Estado que debe garantizarme todo”.
Con el tiempo, se ha visto lo que ya estaba probado. Los impuestos, aún cuando no nos guste pagarlos, son hasta el momento, el mecanismo más efectivo para ingresar recursos al Estado desde dentro del país, evitando dependencias externas.
Y, si bien es cierto lo que se ha planteado en los medios oficiales, sobre la necesidad de mejorar la cultura tributaria, también lo es, que ello no puede reducirse a educar en el pago, en tiempo y en cantidad, de los impuestos. La cultura tributaria incluye la formación de los contribuyentes en lo que pagar impuestos representa para su soberanía.
¿Qué garantizo pagando impuestos?
Si pago impuestos, debo recibir servicios públicos eficientes. No es justo que, el aumento de los impuestos en Cuba, no se respalde con una mejora de la calidad de los servicios públicos: policía, bomberos, ambulancias, trámites legales, etc. Se supone que al pagar impuestos debemos percibir una mejoría en la gestión estatal.
Si pago impuestos, el marco legal en el que mi empresa trabaja, debe permitirme ganar dinero siempre que mi esfuerzo sea mayor, y que eso no es un problema ante los ojos del Estado, a quien le pago mis impuestos. Aumentar la cultura tributaria también significa que los contribuyentes sepan que pueden exigir espacio para trabajar y prosperar.
Es mi derecho, ser escuchado como ciudadano cada vez que tenga una opinión sobre la administración de los recursos estatales a los que yo contribuyo. Aumentar la cultura tributaria incluye el cambio de mentalidad de que el Estado es propietario a que el Estado es administrador de unos recursos que todos le aportamos. Por tanto, opinar sobre el uso de los mismos es un derecho que debe ser respetado.
Una buena cultura tributaria permite a los contribuyentes analizar la ley que regula el pago de impuestos. Dicha ley debe tener el mayor grado de justicia, haciendo corresponder los impuestos a pagar con la ganancia del contribuyente, pero sin afectar su prosperidad y la de su familia.
Aumentar la cultura tributaria también es conocer que el aporte a la economía no se hace principalmente con el pago de impuestos sino con la iniciativa personal y el trabajo libre de todos los ciudadanos con posibilidades de ello. La posibilidad real de pagar impuestos debe ser respaldada por la posibilidad real de ganar dinero sin otras trabas que no sean el respeto a la convivencia y al bien común de la generación actual y de las futuras generaciones. El aporte de los ciudadanos en trabajo, ganancias, y también en impuestos, evita que el país sea dependiente de otros o se vea demasiado afectado por medidas restrictivas internacionales. Pagar impuestos sí, pero exigir como contribuyentes, también.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.