Por Oscar Espinosa Chepe
Al cumplirse el 50 aniversario del inicio del proyecto revolucionario iniciado el 1 de enero de 1959, es tiempo más que suficiente para una evaluación de este período, indudablemente el más convulso de la historia cubana.
La revolución comenzó con un desbordante apoyo popular, nunca antes visto en Cuba, ni quizás en Latinoamérica. Tras los 7 años de tiranía de Batista y decenios de gobiernos corruptos, el pueblo esperaba el avance del país, así como el reforzamiento de la justicia social con beneficio para todos los sectores poblacionales.
Cuba en sus 57 años de república – a pesar de tiranías y gobiernos ineptos-, por el esfuerzo de sus hijos, había alcanzado logros importantes, sobre todo en los campos sociales, la educación y la salud, que la hacían sobresalir en muchos aspectos entre los países de la región. Sin embargo, se mantenían sectores importantes de la población marginados, en particular en las zonas rurales, como lo prueba la Encuesta de Trabajadores Rurales 1956-1957, realizada por la Agrupación Católica Universitaria, uno de los trabajos de investigación social más serios realizados en esos años; a lo que se añadían bolsones de extrema pobreza en las ciudades. La economía era extremadamente dependiente de la industria azucarera y de las veleidades de la cotización internacional del azúcar, así como de las relaciones con Estados Unidos; sin olvidar una estructura agraria signada por enormes latifundios que eran un obstáculo para el desarrollo nacional.
La Cuba de antes de 1959, como ha sido juzgada por el sacerdote católico e intelectual cubano Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, no era ni un país angelical ni tampoco un infierno. Por ello, la abrumadora mayoría de los cubanos pensaron que las tareas pendientes que trababan el desarrollo nacional, serían resueltas en un marco democrático con el proceso iniciado ese año por dirigentes que durante la lucha insurreccional habían prometido la restitución de la Constitución de 1940 con su alto contenido progresista y de justicia social.
Si bien en los primeros años posteriores al triunfo revolucionario se acometieron tareas que justificaban las esperanzas depositadas, como fuera la primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959, que cumplía el precepto constitucional de liquidar el negativo latifundio existente, dando la tierra a los campesinos, y se llevó a cabo un proceso general de alfabetización, entre otros pasos positivos, poco a poco el rumbo se torció hacia un sistema totalitario. El cambio hacia la negación de las ideas originales con el tiempo se hizo más fuerte y los sueños de diseñar una Cuba mejor, se convirtieron en una pesadilla.
En la práctica se ha asistido a un proceso de involución, que paulatinamente, pero sin cesar, ha retrotraído el país al pasado, sin escapar absolutamente ningún aspecto de la sociedad. Los conceptos establecidos en la Primera Ley de Reforma Agraria no se cumplieron y en su lugar se dictó una segunda ley, base para un nuevo latifundio, el estatal, aún más ineficiente y perjudicial que el anterior, propiciador de que hoy el 55,0% de las tierras cultivables estén ociosas, los rendimientos agrícolas de las explotadas sean extremadamente bajos y como consecuencia un país antaño exportador de alimentos importe el 84,0% de las necesidades, incluidas cantidades apreciables de azúcar desde hace años.
Igual puede decirse de la industria manufacturera, supuestamente socializada en su totalidad, la cual en 2007 mostraba un índice del volumen físico producido no superior al 45,5% de los niveles de 1989, excluyendo la industria azucarera que no llegó al 16,0%, con niveles increíbles de ineficiencia. Se puede afirmar que tanto en la agricultura, la industria y otros sectores determinantes de la economía, lo único socializado son las pérdidas económicas que tienen que ser subvencionadas por el presupuesto, la ineficiencia y la falta de bienes y servicios, sin que los colectivos de trabajadores y la sociedad tengan la posibilidad de remediar tan terrible realidad.
A este cuadro desolador habría que añadir problemas en sectores que en los primeros años de la revolución tuvieron avances, como la educación, la salud y la seguridad social, basados ante todo en los logros de generaciones anteriores y una coyuntura internacional que permitió la gigantesca subvención económica desde los países del bloque soviético. Al perderse ´´la ayuda´´ en 1989 e iniciarse la peor crisis conocida en la historia cubana, que precisamente cumple 20 años en 2009, también en esas importantes esferas se ha producido una importante involución e indetenible pérdida de los avances obtenidos con los sacrificios del pueblo.
En la educación, debido a la fuga masiva de maestros y profesores experimentados, debido a los bajos salarios y las condiciones insoportables de trabajo, se han empleado en todos los niveles jóvenes inexpertos, los llamados maestros emergentes, preparados en pocos meses, con lo cual la calidad docente ha descendido extraordinariamente. Este fenómeno escandaloso y peligroso ha sido reconocido oficialmente y discutido en eventos importantes como el último Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Respecto a la salud, la incapacidad exportadora del país resultante en que por cada dólar exportado de bienes se importen cerca de 4, creando enormes déficits en el intercambio ha motivado la exportación de los especialistas en esta esfera de forma masiva. Este factor, junto a la descapitalización en los hospitales y la carencia de material asistencia, ha provocado que los servicios decayeran apreciablemente.
Con respecto a la seguridad social, si bien en la etapa primaria de la revolución se pudo asegurar una pensión a los jubilados, suficiente para llevar una vida austera, hoy el panorama ha cambiado. Las personas que dedicaron toda la vida al trabajo, al llegar a la edad de retiro cobran prestaciones insuficientes. Más del 50,0% reciben 200 pesos mensuales, de acuerdo al incremento de 2008, equivalentes a 10 dólares US, cuando el Estado en sus tiendas de divisas vende una bolsa de leche en polvo de 1 kilogramo en el equivalente a 8 dólares US. Situación semejante ocurre con el salario medio mensual, que era de 408 pesos al cierre de 2007, igual a 20 dólares US, que no alcanzan para vivir, lo que ha sido señalado oficialmente por el General Raúl Castro en su discurso del 26 de julio de 2007. Esto, enmarcado en un país con un racionamiento de los alimentos que dura más de 46 años y que no asegura, según datos oficiales, ni el 50,0% de las necesidades básicas; sin soslayar la existencia de una dualidad monetaria, que significa que se reciban las pensiones y salarios en una moneda no utilizable en la mayoría de los comercios cuya venta es en pesos convertibles.
Existen más problemas de índole económica que los antes señalados. A ellos se unen situaciones críticas de carácter social, demográfico, medio ambiental y cultural, entre otros, en especial la pérdida de valores espirituales causada por la prolongada crisis. Daños que han afectado la autoestima de los ciudadanos e incluso erosionan la identidad nacional; fomentan el criterio de que ¨todo vale¨ en esta jungla en que se ha convertido Cuba. Este entorno ha creado una nueva ética, que hace difícil el desarrollo de las virtudes, y constituye un terreno muy fértil para el desarrollo del egoísmo, la doble moral y la corrupción.
Si Cuba antes de 1959, con todos los defectos que tenía que resolver, junto a Argentina, Chile, Uruguay y Costa Rica estaba a la vanguardia en América Latina y el Caribe en el Ingreso por habitante y los avances sociales, así como los tecnológicos, hoy marcha a la saga del progreso de la región. Baste señalar que es el país más atrasado en el acceso a las técnicas de información y comunicaciones (TIC), ocupando el último lugar en el acceso a Internet, telefonía móvil, y uno de los más retrasados en la telefonía tradicional, situación increíble porque antaño fue precursora en las telecomunicaciones. Cuba, lamentablemente, a la vez que pierde terreno en la salud pública y la educación, sólo muestra un índice superior en la población penal con 487 presos por 100 000 habitantes, según el IDH 2007-2008, confeccionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
El saldo de estos 50 años es decepcionante. De un proceso que prometía convertir Cuba en un paraíso, se ha llegado al infierno, con el peligro de que los problemas continúen acumulándose, sin solución, y se llegue a terribles convulsiones sociales, de un pueblo desesperado. Escenario que todos debemos evitar, pues nadie saldría beneficiado.
La Habana, 1 de diciembre de 2008
Oscar Espinosa Chepe (Cienfuegos, 1940)
Economista y Periodista Independiente. Miembro de la
Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE)
Fue Consejero en la Oficina del Primer Ministro. Jefe de
departamentos en la Junta Central de Planificación, en el
INRA y en el CECE. Especialista en comercio exterior del
Banco Nacional de Cuba y diplomático en Belgrado.
Es uno de los 75 de la Primavera de 2003.
Reside en La Habana.