Jueves de Yoandy
Entiendo que pocos entiendan lo que sucede en Cuba desde el punto de vista económico. Digo en cuanto a la economía y no a la política porque, además de ser harina de otro costal, al hablar de desorden económico, crisis, inflación, ordenamiento y reordenamiento monetario, inevitablemente nos referimos a consecuencias de un sistema político que establece la centralización y, por consiguiente, la falta de libertad también en la economía.
Cuando intento explicar a amigos europeos el costo de vida en Cuba, una vez que han entendido que las banderas enarboladas de la educación y la salud gratuitas no son más que eso, símbolos y no realidad, unos se quedan aturdidos, sin poder entender o seguir con claridad el análisis; otros permanecen boquiabiertos ante lo que puede ser calificado de “inhumano”.
Lo primero que salta como pregunta es la cuestión monetaria. ¿Cuál es la moneda oficial cubana? Y ahí tenemos que comenzar a explicar también ese embrollo de monedas, tasas de cambio oficial e informales, qué vale más, qué vale menos, cómo es posible y otro sinnúmero de preguntas que se derivan. Y es que ni mis abuelos, nacidos y criados en esta Isla, pueden entender que la moneda nacional no tenga valor y que una moneda extranjera pueda valer más de 300 veces lo que la local, con la que el Estado cubano paga a sus trabajadores. Para el extranjero, que viene a Cuba (me pregunto para qué, para hacer qué tipo de turismo, si no es más que para vivir de primera mano la crisis terminal que se respira) puede ser peor cuando la tasa de cambio que establece el gobierno es una, y luego se topa con que en el mercado informal alcanza dos y tres veces ese valor.
Y están los que tienen claro que no van a venir a este museo caribeño que ha sobrevivido en el siglo XXI, a los embates del tiempo y los propios resultados de un modelo fallido; pero pretenden conocer a través de las experiencias de otros, las vivencias del cubano y la comparación no ya de modelos económicos (totalmente diferentes y tema relativo a expertos) sino a través de la “cosa básica”, cómo es el día a día del cubano.
Entonces, como no hace falta ser experto en economía, ni estudioso de las teorías económicas, de los tipos de mercado o las estrategias de marketing, hablamos de la cotidianidad. ¿Que cuánto cuesta un litro de aceite? La quinta parte del salario mensual de un profesional. ¿Cuánto cuestan los huevos, el pollo (del país que nos bloquea), o los escasos lácteos a los que se puede acceder? ¿Cuánto el aseo personal, sin hablar ni de marcas ni de calidades? Pues habría que sacar cuentas y los resultados arrojan que, con el salario mensual, no alcanza para vivir ni una sola persona. Imaginemos entonces cómo puede aumentar la complicación para las familias con hijos en edad escolar que dependen de sus padres, o los que tienen ancianos o personas vulnerables en casa, o las personas que reciben una pensión por jubilación que es más ínfima que un salario.
Es así como la familia cubana, absorbida por la supervivencia diaria, en la cola del pan que no llegó, del arroz de diciembre vendido por la libreta de racionamiento en el mes de marzo y detrás de la dieta de “pollo por pescado” que un día existió, o pensando en el apagón en que vivimos constantemente, se queda sin espacio para pensar en la Política con mayúsculas. Queda la esperanza, para empujar hacia el cambio necesario, que esta crítica situación termine de confirmar lo que, en su momento se dijo desde la cúpula: el problema es del modelo que no funciona. Y si no funciona el modelo, poco o nada se puede obtener con remiendos temporales de economía casera aplicada a todo un país.
Una vez que he comenzado a explicar solo el “reordenamiento monetario” a mis amigos europeos, en medio de la conversación me piden que no continúe. Les resulta imposible entender cómo el mismo euro si lo vendes al Estado tiene un valor de 128 pesos cubanos o 350 si te lanzas al mercado informal. Espero que, con la misma incomprensión, sea vista la argumentación de que lo que sucede en Cuba tiene que ver con la crisis internacional o el “agravado bloqueo de Estados Unidos”. Aunque la prensa oficial reafirma que “la mendicidad no es compatible con el proyecto social cubano”, espero y deseo que no se continúe responsabilizando al propio ciudadano de la mala gestión gubernamental. Es absurdo pensar que los cubanos queremos vivir como vivimos, o que los mendigos, en general, lo hacen por placer.
Hágase la reforma económica, habiendo restaurado antes las libertades civiles y políticas.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.