Ha comenzado el último mes del año. Tiempo de comenzar a hacer balances, echar una mirada a lo vivido, sacar conclusiones y acumular experiencias para el futuro a corto plazo en Cuba. Nuevamente un año decisivo para los cubanos, crítico en muchos aspectos, pero con hálitos de esperanza indicativos de que Cuba no es, nunca más, la de periodos anteriores.
Aunque muchos, incluido el gobierno, se empeñen en reconocer como fracasos algunos hechos protagonizados por la sociedad civil, precisamente estos momentos han sido los que han marcado la diferencia en la historia de Cuba en los últimos años de este proceso iniciado hace décadas, y que como barco que se hunde hace aguas por todos lados. Quisiera referirme a cuatro aspectos, entre tantos vividos y sufridos en 2021: 1. La crisis económica agravada con la llamada “tarea ordenamiento”; 2. La gestión de la pandemia de la COVID-19; 3. El 11 de julio cubano; y 4. El 15N en la Isla y en la Diáspora.
El primer aspecto nos puede llevar a una caracterización de la situación actual en Cuba. La tan mencionada tarea ordenamiento lejos de ordenar ha causado graves consecuencias en el bolsillo y la mesa de los cubanos de a pie, pura entropía y desespero. Ha sido otra prueba de que el discurso va por un lado y la realidad por otro. Populismo crudo y duro. Recordemos al ministro Alejandro Gil cuando decía, allá por 2020, que la economía no se dolarizaría, que las tiendas en MLC eran necesarias, pero transitorias, que no se podía predecir qué tiempo durarían. También expresaba, como sentencia firme, que nadie pensara que las tiendas por moneda nacional desaparecerían. La realidad a fines de 2021, al menos en la más occidental de las provincias de Cuba, describe un panorama crítico. Las que no iban a ser tiendas en moneda nacional desabastecidas solo exhiben hoy productos en merma comerciable, esos que parecen ser los últimos del almacén para vaciar el establecimiento y convertirlo en tienda en MLC. Otras solo exhiben agua embotellada, justo en un país donde los mayores consumidores son los extranjeros y los restaurantes. Y algunos kioscos de barrio o tiendas más pequeñas han quedado para racionar, a través de una tarjeta, algunos productos muy básicos como aceite y detergente, que no llegan a veces ni con frecuencia mensual.
Esta quizá haya sido la peor medida de los últimos tiempos. Ha sacado a relucir la verdadera polarización que existe en Cuba: dependemos de monedas extranjeras que condicionan la calidad de vida. Es decir, solo acceden a productos que son de primera necesidad, como el aseo y los alimentos, los que tienen familia en el extranjero, o mayores ingresos que posibiliten comprar MLC en Cuba al precio que impone el mercado informal, porque tampoco losbancos cubanos venden monedas extranjeras.
Es inconcebible que el país pueda gestionar la venta de artículos navideños, casi todos de tradición americana, y no pueda ofrecer a sus ciudadanos lo mínimo para tener una cena digna cada noche. La lucha por la subsistencia es constante. Pero parece mucho mejor tener entretenido al pueblo pensando en la comida, así podría no detenerse a analizar las causas verdaderas del desabastecimiento y la crisis no solo alimentaria. Por suerte, cada vez es menor el número de personas que mantiene aquel viejo pensamiento de la plaza sitiada, del país bloqueado y de que lo que pasa es que los dirigentes no se enteran de los problemas de la base.
En segundo lugar, el año 2021 ha seguido marcado por la presencia del Coronavirus. El número de contagiados y de muertos aumentó considerablemente hacia mediados del año, llegando a alcanzar cifras muy alarmantes. La gestión sanitaria, por mucho que ha pregonado el gobierno ser de las mejores, ha demostrado que no ha sido efectiva.
Por otro lado, algunos expertos en el tema, y otros no tanto pero sí con sentido común, consideran que el manejo de la pandemia en Cuba ha estado acompañado de información subrogada. Las cifras ofrecidas han subido y bajado con un comportamiento que ha venido bien, por ejemplo, cuando se decidía reabrir el país al turismo internacional. La alta incidencia del virus y el número de casos reportados en todo el país, y en aquellas provincias que demostraron que el sistema de salud había colapsado, para el gobierno siempre ha sido una consecuencia de la indisciplina ciudadana. Luego nos hemos enfrentado a centros de aislamiento carentes de las condiciones necesarias para cumplir la cuarentena, sin los insumos requeridos, sin el monitoreo necesario. En nuestro país, para muchas personas hacerse un PCR llegó a constituir un privilegio.
Cuba apostó por desarrollar candidatos vacunales autóctonos, lo que atrasó el inicio de la campaña de vacunación, y coloca ahora al país en alerta porque algunos países no reciben a cubanos que hayan sido vacunados con Abdala y Soberana, los dos esquemas aprobados por la agencia reguladora cubana.
En tercer lugar, un elemento que ha marcado no solo el año, sino la historia de Cuba, fueron las manifestaciones que tuvieron lugar en diferentes ciudades del país el 11 de julio. Espontáneas, pacíficas y con la demanda máxima de libertad y cambio. A la altura del mes de julio el país vivía el colapso sanitario en provincias como Matanzas, el desabastecimiento en las pocas tiendas en moneda nacional que quedaban en el país, la incidencia voraz del virus en la Isla y la negativa de entrada de ayuda humanitaria.
El 11 de julio cubano marcó la diferencia entre el pasado silencioso y sumiso de un pueblo que parecía callar y consentir, y el futuro que será ya para siempre de exigencia de derechos y libertades, para vivir en un país de paz, justicia y libertad.
El ordenamiento, la pandemia, el 11J con su saldo negativo de presos y enjuiciados, condujeron a lo que he llamado en esta columna el cuarto aspecto significativo del año: los sucesos del 15N.
La experiencia vivida de un pueblo a la expectativa de una marcha cívica condenada a no tener lugar desde su petición ha sido también un hecho inédito en Cuba. Independientemente de las interpretaciones posteriores, y los momentos vividos los días siguientes, la movilización del país, ese punto que pudiera parecer para algunos insignificante, debe considerarse como una victoria de la sociedad civil. No importa dónde estén hoy los principales protagonistas, no debemos perder la perspectiva de que todos somos protagonistas del cambio pacífico en Cuba. Isla y Diáspora, los dos pulmones de la misma Nación cubana que vive aquí y peregrina por el mundo en búsqueda de la anhelada libertad que ansiamos aquí dentro.
Cada cubano podrá hacer su propio resumen anual. Habrá muchas historias tristes para contar. Ellas mismas nos deben animar a seguir trabajando por la libertad de Cuba desde los caminos de la paz, el respeto y la inclusión.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.