La persona como centro de las relaciones educativas

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

En una nueva visión de proyecto educativo para Cuba, deberían tenerse en cuenta, fundamentadas en las características de una educación liberadora, las siguientes dinámicas de relación:

La primacía de la persona humana: la persona como centro de las relaciones

La relación debe ser personalista, es decir, que todo el proceso educativo esté encaminado a la formación respetuosa, liberadora y solidaria de la persona; lo que acompañará su propio proceso de crecimiento humano. Ese acompañamiento debe significar: despertar y estimular su conciencia crítica; facilitarle los instrumentos para el discernimiento y las opciones; compartir el depósito, el acervo cultural para que la experiencia y la sabiduría de las anteriores generaciones le sirvan para su propia orientación ética y cívica. Ni la escuela, ni la Iglesia, ni el Estado, ni la propia familia pueden violentar el derecho primordial e inalienable de la persona humana.

El derecho prioritario de la familia: la familia, primer círculo de relaciones

La segunda dinámica de relación entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado se establece por el reconocimiento, el respeto y la promoción de la familia como primer sujeto-protagonista del proceso educativo. La relación debe tener presente:

– Primero que todo, que la familia asuma su responsabilidad, los medios para ejecutarla y que no haga dejación de ella por ninguna razón.
– Que el Estado respete, en la práctica cotidiana, y en las leyes, decretos ministeriales, reglamentos escolares, el derecho primordial de la familia frente a la escuela, la Iglesia, el Estado.
– Que la escuela, la Iglesia y el resto de la sociedad civil organicen sus propios espacios y actividades, con la libertad y el respeto requeridos, así como los espacios comunes, medios y métodos, de modo que favorezcan el protagonismo prioritario de la familia, es decir, su participación activa y sistemática en la educación.

El carácter subsidiario de la escuela, la Iglesia, la sociedad civil y el Estado

Otras de las dinámicas fundamentales de relación entre los agentes educativos es la subsidiaridad, que debe formar parte de toda la dinámica social y no solo de las relaciones entre la familia, la escuela, la Iglesia y el Estado. Se entiende por subsidiaridad aquel principio por el cual toda instancia igual o superior debe hacer solo y todo lo que no pueda hacer una instancia igual o inferior por sí misma.

Entonces, respetando el orden de prioridades, las relaciones de subsidiaridad consistirían en:

– Que el Estado no debe asumir ningún papel, función o servicio que pudieran hacer por sí mismos la persona, la familia, la escuela, la Iglesia o la sociedad civil.
– Que las organizaciones de la sociedad civil no deben asumir ningún papel o servicio educativo que la Iglesia, la escuela, la familia o la propia persona no puedan asumir por sí mismos.
– Que la escuela y la Iglesia no deben asumir ningún papel, función o servicio educativo que la familia no pueda asumir por sí misma.
– Que la propia familia no debe asumir ningún rol que la persona no sea capaz de asumir por sí misma.

El carácter complementario y solidario de la familia, la escuela, la Iglesia, la sociedad civil y el Estado

En otras palabras, entre la persona y la familia deben complementarse mutuamente los esfuerzos por una formación más plena e integral. Entre la familia y la escuela deben establecerse espacios reales, viables, evaluables, de cooperación y complementariedad para ayudar al crecimiento y desarrollo pleno de la persona.

Entre la escuela, la Iglesia y el resto de las organizaciones de la sociedad civil deben establecerse canales estables y practicables de solidaridad y cooperación en el proyecto educativo y el desarrollo de toda la sociedad. En fin, entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado debe crearse un marco legal e institucional que cree un clima favorable a la cooperación respetuosa y pluralista, que dote a la persona y a su familia de los mecanismos judiciales de protección de sus derechos y de facilitación de sus deberes con relación a la educación.

El proceso de formación ciudadana a través de la educación en valores es largo y complejo; pero su incidencia es extremadamente notable. Desarrolla la capacidad valorativa y las virtudes en las personas, estimula la capacidad transformadora y participativa con significación positiva en el seno de la sociedad, fomenta la espiritualidad y el desarrollo de la personalidad hacia la integralidad, al mismo tiempo que transforma lo oficialmente instituido a través de las normas morales, los sistemas educativos, el derecho, la política y la ideología, de una moral malformada a una moral vivida.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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