CARTA PASTORAL “A TI TE DIGO, LEVÁNTATE Y ANDA”

Convivencia publica el texto íntegro de la Carta Pastoral de S.E. Mons. Juan de Dios Hernández, sj. al cumplirse su primer año como Obispo de Pinar del Río.

CARTA PASTORAL
“A TI TE DIGO, LEVÁNTATE Y ANDA” (Mc. 2, 11)

Queridos hermanos y hermanas,

I.- INTRODUCCIÓN

1. Hace unas semanas hemos vivido el tiempo pascual. Sabemos las difíciles circunstancias en que nos ha tocado vivir la Pascua de este año. En medio de esa situación, quiero anunciarles que la resurrección de Cristo es la noticia más importante de la historia, la que llena de gozo el corazón de la humanidad. Como Obispo de la Iglesia Católica he recibido la misión de acompañar en la fe a los habitantes de la Diócesis de Pinar del Río. Quiero compartir con ustedes, en esta mi primera Carta Pastoral, esa inmensa alegría que ilumina nuestra vida y la transforma para siempre: DIOS PADRE HA RESUCITADO A SU HIJO JESÚS, HACIÉNDOLO SEÑOR Y VENCEDOR DE LA MUERTE. EN ÉL TODOS HEMOS SIDO LLAMADOS A UNA VIDA NUEVA. SOLO EN SU NOMBRE ESTÁ LA SALVACIÓN. NI LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS NI NINGUNA OTRA TENDRÁN NUNCA LA ÚLTIMA PALABRA: JESÚS, SÍ QUE LA TIENE Y NOS INVITA A LEVANTARNOS, A REHACER NUESTRA VIDA, A CAMINAR.

2. La vida de Jesús no terminó en un fracaso. La derrota que supuso su muerte se transformó en desbordante victoria cuando, al tercer día, el Padre resucitó a su Hijo, proclamándolo Señor del Cielo y la Tierra. Sentado a la derecha de Dios, el Resucitado no se olvidó de nosotros; se apareció a quienes habían sido sus compañeros en vida, caminó con ellos, comió con ellos y les instruyó acerca de la misión que iba a encomendarles: anunciar el Evangelio por todo el mundo, hasta los últimos rincones de la Tierra (Mt. 28, 19s).

3. La tarea encomendada era muy grande. Por eso el Resucitado prometió no dejarles solos. Su Palabra, su Cuerpo, su Sangre y el Espíritu Santo que les enviaría, serían la luz, la fuerza y el alimento de la naciente comunidad, la Iglesia, y la acompañarían todos los días, hasta el fin de los tiempos. Y así ha sido desde entonces hasta hoy.

4. Queridos hermanos y hermanas, han pasado dos mil años y nosotros somos ahora los sucesores de aquellos hombres y mujeres que creyeron en el Resucitado y lo siguieron. Hoy en el año 2020, en Pinar del Río, en Cuba, hemos recibido el Espíritu Santo que nos ayuda a descubrir entre nosotros a Jesús Resucitado. Sabemos que está vivo, que nos da su vida y que nos llama a vivir de una manera nueva.
¿Seremos capaces de reconocer su presencia? ¿Nos dejaremos renovar por Él? ¿Escucharemos su invitación: “Levántate y anda”? ¡Ojalá la respuesta fuera positiva porque, en ese caso, nuestra vida, la de nuestro pueblo y la del mundo entero, estarían llenas de felicidad, justicia y paz!

II.- JESÚS QUIERE HACERSE PRESENTE EN MI VIDA PERSONAL. ¿LE ABRIRÉ LA PUERTA?

5. En la Biblia, concretamente en el Libro del Apocalipsis, se lee: “Estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y comeremos juntos” (Ap. 3,20). Y cuando somos dóciles y respondemos a la llamada del Señor, Él nos repite lo que dijo a Zaqueo: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa” (Lc. 19, 9).

6. Jesús está a la puerta de nuestra vida y llama. Depende de nosotros darle entrada o no. Él no va a abrir la puerta a la fuerza. Llama y se ofrece a compartir con nosotros la vida, respetando siempre nuestra libertad.
Tal vez nosotros no le abramos, o entreabramos la puerta con recelo; y tal vez el Señor nos pregunte como a Isaías: “¿por qué no había nadie cuando toqué? ¿por qué nadie contestó cuando llamé?” (Is. 50, 2). Nuestra puerta, solo se puede abrir desde dentro. No tiene manilla para abrirla desde fuera. ¿Qué haremos? ¿Le invitaremos a entrar o le dejaremos esperando en la calle? Si le acogemos entrarán con Él en nuestra vida la luz, la fraternidad, el ánimo y la esperanza. ¿Qué haremos?

7. Nuestras vidas, ¿quién lo duda?, necesitan la presencia de Jesús y de su Espíritu. Cada uno de nosotros conoce cómo está por dentro y lo que hay en lo más profundo de su corazón. Junto al gozo y la alegría, muchas veces nos acompaña la tristeza y el desconcierto. A menudo dudamos de nosotros mismos. Nos preguntamos por el sentido de nuestras vidas y por lo que nos está pasando. Junto a momentos de calma hay otros, largos a veces, de desesperanza, de sentir que ya no podemos más. Con frecuencia nos encontramos solos, sin nadie con quien compartir lo que nos está sucediendo. O, con necesidad de perdonar o de ser perdonados. ¿No es esto, justamente, lo que acabamos de vivir en este tiempo de aislamiento? Hemos tenido la oportunidad de encontrar a Dios en la vida, fundamento de la fe. De no haber sido así, hemos corrido el riesgo de sacar a Dios de la historia, y ese tipo de fe nos aliena.

8. Nuestras vidas están heridas y necesitan ser sanadas. Quisiéramos que alguien nos diga que cree en nosotros y en lo que estamos haciendo; que se nos dé una nueva oportunidad. ¿Quién tendrá la palabra sanadora que ansiamos? ¿Dónde iremos a buscarla?

9. Jesús nos conoce y sabe lo que precisamos. Por eso, Él mismo se ofrece a visitarnos, a caminar con nosotros y a compartir su vida con la nuestra. Nos dice como al fallecido hijo de la viuda de Nain: “¡Joven, a ti te digo: ¡levántate!” (Lc. 7,14). Como a su amigo Lázaro, muerto y enterrado hacía ya cuatro días, nos dice: “¡Sal fuera!” (Jn. 11,43), sal de todas las tumbas en las que está enterrada tu vida. Como a la samaritana, Jesús se ofrece a saciar para siempre nuestra sed (Jn. 4,13). Y, una y otra vez, nos repite: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” (Mc. 6,50).

10. En este tiempo de crisis y dificultades, el Señor nos invita a ser lúcidos y creativos, a ser más atrevidos, a superar miedos y comodidades, porque actuar es urgente y necesario. Nos pide que hagamos ver a los demás que podemos ir más allá, sin dejarnos vencer por los problemas. “Rema mar adentro” (Lc. 5, 4ss), nos dice. Atrévete. Echa la red y encontrarás peces. Yo estoy contigo. Los demás te necesitan. La Iglesia te necesita, Cuba te necesita.

11. Aunque haya habido muchos errores y muchos pecados en nuestra vida, no debemos perder la confianza. Jesús nos ha dicho que tenemos un Padre que todos los días mira al horizonte para descubrir nuestra llegada y que, tan pronto nos ve en la lejanía, olvidándose de su dignidad, corre hasta nosotros. Y entonces, sin siquiera escuchar nuestras palabras de arrepentimiento, nos abraza, nos besa y ordena a los criados que preparen la mejor fiesta posible, porque su hijo, nuestro hermano que se había ido, ha regresado; porque su hijo, nuestro hermano que estaba muerto, ha vuelto a la vida (Lc. 15,11-31). Eso mismo hace Dios con cada uno de nosotros, sus amados hijos pecadores: abrazarnos y ofrecernos un banquete de bienvenida.

12. Jesús está a la puerta, esperándonos. ¿Dónde lo encontraremos? Sin duda, dentro de cada uno, en el  silencio y la oración. También ante una imagen suya, y, sobre todo, ante el Sagrario, en su presencia, con confianza y hablándole como se habla con un amigo. Lo hallaremos en la comunidad, en la Iglesia, junto con otros hermanos y hermanas con los que compartimos la fe. También hablando con alguna persona de confianza. Lo encontraremos, sin duda, sirviendo a los pobres. Y con nuestros conciudadanos. Jesús está cerca y se deja encontrar con facilidad porque Él mismo viene a nuestro encuentro.

13. Acerquémonos a Jesús. Hagamos experiencia personal de su amistad y cercanía. Él tiene un mensaje de felicidad y de esperanza para cada uno de nosotros. Él dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré” (Mt. 11,28).

III.- JESÚS QUIERE HACERSE PRESENTE EN NUESTRA VIDA FAMILIAR Y SOCIAL ¿LE  ABRIREMOS LA PUERTA?

14. Si volvemos la mirada a la realidad que nos rodea, nos percataríamos muy fácilmente que la vida de todos los días “no es fácil”. El coronavirus lo ha cambiado todo y ha hecho más difícil todavía lo que ya era bien difícil. Vivimos continuamente muchas situaciones complicadas y sufrimos muchas carencias. A diario vemos cómo la crispación, la incertidumbre, la desconfianza y el temor, aumentanen la población, con sus lamentables consecuencias de aislamiento, egoísmo, enfrentamientos y, a veces, hasta situaciones de violencia que todos deploramos. Conocemos la realidad: no es necesario entrar en detalles. Sabemos las causas de lo que nos sucede. A veces son causas externas que están fuera de nuestro control y que, de un modo muy injusto, provocan gran dolor en nuestro pueblo. Pero junto a ellas, sabemos también que hay causas internas que sí dependen de nuestro modo de organizarnos y de comportarnos y que, igualmente, dificultan la vida.

15. Jesús, que quiere nuestro bien y nuestra felicidad, nos invita y nos da su fuerza para que no nos conformemos pasivamente con los obstáculos que dañan nuestra vida. Algunas dificultades se nos presentan tan inmensas que parece que ante ellas nada podemos hacer y, sin embargo, no es verdad: siempre se puede hacer algo. Siempre podemos reaccionar de un modo tal que reduzca, al menos en parte, el daño que la población sufre.

16. Por ejemplo, empecemos por la familia ¡cuánto bien podemos hacer dentro de ella! Jesús nos invita a vivir en paz, en armonía, en amor mutuo. Nos llama a respetar la institución matrimonial entre un hombre y una mujer, único fundamento sólido para elevar la dignidad de las personas y construir una sociedad sana. Nos llama a que haya más diálogo entre los esposos y con los hijos. A desterrar las infidelidades, la violencia doméstica, las separaciones por múltiples causas, los malos modales y los ejemplos perversos que luego copiarán nuestros hijos. A declarar nuestras familias “territorios libres de aborto”, eliminando para siempre el horror de esa práctica que, en lugar de abrir la puerta a Jesús abre nuestra casa a la muerte, justamente allí donde solo debería haber vida y esperanza. La familia está llamada a ser la mejor escuela de amor, de solidaridad y de servicio, y a ello nos invita Cristo. Mucha de esta riqueza ha sido puesta de manifiesto y reforzada cuando hemos tenido que estar aislados y sin salir de casa. En la pandemia hemos descubierto nuevas riquezas de las que no éramos conscientes.

17. El cuidado responsable de mi familia tiene sus límites: no puedo buscar el bien de los míos a costa de perjudicar a los demás. Si eso hacemos, es el mal quien nos lo inspira, no Jesús. Es verdad que en tiempos difíciles se despiertan mecanismos de supervivencia que son en parte lógicos, pero nunca debemos buscar nuestro bien olvidando totalmente el de los demás. Así, quien actúe impulsado por la fuerza de Jesús buscará el compartir más que el acaparar, el servir más que las prebendas o sobornos. Quien escuche la voz de Dios no se aprovechará de las circunstancias para elevar artificialmente los precios de algunos bienes o servicios, buscando un exagerado beneficio a costa de personas necesitadas y, normalmente, de escasos recursos.
Que la necesidad que padecemos no nos lleve a perder nuestra dignidad y a olvidarnos que somos hermanos los unos de los otros. Que detrás del Covid-19 no venga otro virus aún peor, el del egoísmo indiferente. Por el contrario, que el empobrecimiento que se anuncia nos encuentre preparados para responder con generosidad y solidaridad.

18. Jesús nos llama también a vivir nuestras relaciones sociales y laborales en un clima de responsabilidad y de honestidad. La sociedad la hacemos entre todos y nadie puede desinteresarse del bien común buscando solo el provecho personal. El egoísmo no es un derecho.

La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad. Ni nosotros, ni nuestras sociedades somos tan fuertes y poderosos como creíamos. Necesitamos, por ello, reconstruir nuestras vidas y nuestras relaciones sociales sobre Jesús, que es nuestra fuerza, nuestra roca y salvación. Él nos ayudará a sentirnos hermanos, responsables los unos de los otros y, respetando las indicaciones de las autoridades médicas, podremos avanzar en las diversas fases de recuperación.

19. Quien desee el bien común, no colaborará a que aumente ni la violencia ni la tensión en las distintas situaciones de la vida diaria. Al contrario, intentará, con sus palabras y con su actitud, poner tranquilidad allí donde exista crispación. Sabemos que estamos sometidos a mucha presión, por lo que es necesario tratar con agradecimiento y respeto a quienes nos prestan un servicio; pero también lo merecen quienes lo reciben, sin hacerles sufrir largas e inútiles esperas que hacen perder el tiempo. Tal vez no podamos cambiar de inmediato las adversidades que nos toca padecer, pero sí que podemos vivirlas de otra manera reduciendo, de ese modo, el mal que nos causan. Conviene, en esas circunstancias, recordar y hacer nuestras las palabras de San Francisco de Asís: “Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz. Donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya desesperación, ponga yo esperanza”.

20. Las relaciones sociales necesitan crecer en “amistad cívica”, es decir, en una actitud de colaboración entre las personas basada en el respeto y la confianza mutuas. No construiremos una sociedad tranquila y en paz si desconfiamos o sospechamos permanentemente los unos de los otros. Sin ingenuidades, hay que estar dispuestos a asumir el riesgo de confiar en los demás. En Cuba las relaciones con nuestros familiares y con nuestros vecinos son muy importantes. ¡No perdamos esa riqueza, pues en familiares y amigos encontramos y podemos ofrecer, apoyo y solidaridad!

21. En tiempos de dificultad hay que unir esfuerzos, y crecer en responsabilidad. El trabajo bien hecho y el uso honrado y cuidadoso de los bienes comunes son aspectos muy importantes a la hora de hacer frente a las dificultades. Jesús nos invita a comportarnos así, quiere que vivamos de un modo nuevo. Un ciudadano consciente y responsable colaborará con su trabajo honesto y bien hecho a mejorar la realidad y la calidad de vida de las personas. Pero junto a ello, hay que recordar que esa persona, a la que se le pide profesionalidad y responsabilidad en su trabajo, precisa disponer de las condiciones necesarias para poder actuar de esa manera, por lo que las autoridades deberán estar atentas para eliminar aquellas trabas burocráticas o de otro tipo, que realmente no sean necesarias y que entorpecen la vida cotidiana y hacen crecer el desánimo en la población.

22. Necesitamos limpiar nuestra mirada y mirar como Dios mira para ver en los demás, aunque no piensen en todo como nosotros, no a enemigos a los que excluir o anular, sino a compatriotas con quienes trabajar en busca del bien común. Unidos hay que seguir construyendo Cuba, la casa común y única de todos los cubanos, estén donde estén. Es importante, en este sentido, que los cubanos que viven dentro del país y los que viven fuera, dialoguen para ver cómo colaborar más al bien de todos. Juntos, avanzando.

23. Cuidemos entre todos la hermosa naturaleza de nuestra patria. Creada por Dios, la hemos recibido de nuestros antepasados y debemos dejarla en buenas condiciones a las próximas generaciones. No derrochemos el agua ni los demás recursos naturales. Controlemos el uso de la electricidad y pongamos cuidado en botar la basura, los papeles y residuos en los lugares preparados para ello. Para ello, es bueno que junto a las peticiones del orden común se pongan las condiciones adecuadas porque, caso de no ser así se pierde credibilidad. Actuar con responsabilidad ecológica tiene mucha importancia en la calidad de vida de los cubanos de hoy y de mañana. Aceptemos la invitación del papa Francisco a vivir el Año de la Laudato Sii´, como un compromiso con toda vida, presente y futura.

24. Jesús no se desentiende de lo que viven las personas ni de lo que sucede en la calle. Él apoya y sostiene todo lo que puede beneficiar a las personas, a los pinareños, a los cubanos, porque, recordémoslo, Él vino “para que tuviésemos vida, y vida en abundancia” (Jn. 10,10). Por eso, todo lo que favorezca el diálogo y facilite la inclusión de todos aquellos que, a pesar de sus diferentes puntos de vista quieren a Cuba y piensan en ella como su país y su patria, es algo que los cristianos y todas las personas de buena voluntad deben apoyar. Solo contando con una fuerte sociedad civil, tejida con el respeto y la participación de todos los cubanos, podremos superar estos tiempos y salir adelante.

25. ¡Bendita Cuba que tiene tantos hijos e hijas que la quieren y la aman! Siempre, pero más en situaciones como las actuales, ¿no parece urgente buscar mecanismos que sumen todos esos buenos deseos en una esperanzadora sinergia que multiplique las energías de cada uno, integrándolas en procesos que hagan posible la unidad y el aumento de la felicidad de nuestro pueblo? En ese empeño, ya lo hemos dicho, los cubanos cristianos tienen que estar presentes, porque uno de los grandes desafíos que tiene Cuba es volverse a Jesús. Con Él, todo sería diferente.

IV.- ¿QUÉ DICE JESÚS A LA IGLESIA?

26. Jesús trae también nueva vida para la Iglesia. Quiere transformarla y para ello le infunde su Espíritu que es fraternidad, paz, alegría y misericordia. Quiere que, en medio de una sociedad en actitud de búsqueda, la Iglesia sea siempre “una luz en la oscuridad, un arroyo de agua viva, un cantar a la esperanza”.

27. Quiere Jesús que su Iglesia sea una Madre que acoge, abraza, sale a buscar a sus hijos y tiene palabras de amor, de perdón y de paz. Una Iglesia que no acusa ni juzga con dureza, sino que perdona y sana las heridas que la vida produce. Una Iglesia en salida que busca, anhelante, a quienes están lejos. Una Iglesia acogedora para recibir a quienes se acercan a ella. Una Iglesia que ayuda a recuperar la dignidad perdida.
Una Iglesia educadora, que sabe que tiene un mensaje de vida y de valores que necesita el pueblo cubano y que quiere hacérselo llegar. Una Iglesia que invita a sus hijos e hijas a crecer, a asumir la responsabilidad de sus vidas y la de hacer una patria y un mundo mejor.

28. Una Iglesia cercana a los pobres y necesitados en los que descubre, a pesar de las apariencias, la presencia privilegiada del Señor. Una Iglesia servidora. Una Iglesia en la que, sin exclusiones, caben todos los que quieren el bien de los demás, procedan de donde procedan.

29. Una Iglesia que no se conforma con el mal ni con las injusticias que lo provocan, ni se calla ante el mismo. Una Iglesia valiente y decidida en la defensa de la vida y del bien de sus hijos e hijas. Una Iglesia profética, dispuesta siempre a colaborar con todos, desde la verdad y el compromiso por el bien común.

30. En un mundo dividido por odios y guerras, los cristianos debemos mostrar al mundo con nuestras vidas que es posible convivir en paz y armonía a pesar de las diferencias, porque siempre es más lo mucho que nos une, que lo poco que nos separa.

31. Así quiere Jesús que sea su Iglesia en Cuba, y a esa Iglesia ha prometido asistirla y acompañarla, con su Espíritu, hasta el fin de los tiempos.

V.- CONCLUSIÓN

32. Como ven, queridos hermanos y hermanas, es mucho lo que Cristo quiere hacer en medio de nosotros. Es mucho lo que su Amor ha preparado para nuestro bien. Nos corresponde, en esta nueva etapa, ahora, abrir la puerta al Señor, recibir esa nueva vida que se nos ofrece y dejarnos transformar por Él.

33. Quiero terminar estas reflexiones volviendo mis ojos a María, Madre y primera discípula de Jesús. Y  quierohacerlo porque su vida nos enseña cómo vivir la nuestra.

34. Veámoslo en el episodio que Juan nos narra en su Evangelio, al relatar una boda en Caná de Galilea a la que María, Jesús y sus discípulos fueron invitados. En un momento de la celebración faltó el vino. Jesús no se dio cuenta, pero María sí, e intervino rápidamente para evitar la pena a la pareja recién casada. ¿Qué hizo María y qué debemos aprender de su comportamiento? En primer lugar, se dio cuenta de lo que pasaba porque tenía los ojos abiertos a la realidad. Estaba atenta al bien de los demás. En segundo lugar, no se encogió de hombros y miró para otro lado, sino que se sintió llamada a hacer algo para solucionar el problema. Se sentía responsable. En tercer lugar, acudió a su hijo advirtiéndole de lo que sucedía. Se sabía limitada y que Ella sola no podía hacer nada, pero con su Hijo, sí. Y en cuarto lugar, aún sin saber lo que haría Jesús -porque Juan nos dice que hasta entonces Jesús no había hecho ningún milagro-, pero confiando totalmente en Él, dijo a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga”. La suya fue una fe dinámica, activa y que implicaba a los demás en la búsqueda de la solución al problema (Jn. 2, 1-12). Una fe activa, abre siempre camino a la esperanza. Una fe viva siempre implica a otros y es comunitaria.

35. Este es el mensaje que María nos sigue dirigiendo hoy: Lo que mi Hijo Resucitado les diga, háganlo. Nosotros acogemos sus palabras, y como Ella, y como tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos, seguimos a Jesús, y con la gracia de su Espíritu, cumplimos sus palabras.

36. Bajo el amparo de nuestra Madre, la Virgen de la Caridad, los cubanos pinareños ponemos nuestras alegrías y nuestras tristezas, nuestros problemas y nuestras esperanzas. Que cuide a Cuba como cuidó con tanto cariño a su Hijo. A su amor confiamos esta Diócesis de Pinar del Río, a sus habitantes, y a todos los cubanos, cercanos o lejanos, nuestros hermanos y hermanas.

Con mis mejores deseos para ustedes y sus seres queridos, les bendice

Juan de Dios Hernández Ruiz, sj
Obispo de Pinar del Río
29 de junio de 2020
Solemnidad de San Pedro y San Pablo

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