El cambio de época es un fenómeno que estamos viviendo con implicaciones directas en los diferentes ámbitos de desarrollo de la sociedad. Comentemos, brevemente, cómo este puede influir en el modo de hacer política, en la concepciones y fines del arte y en las relaciones sociales y el desarrollo humano integral.
Cambio en el modo de hacer política
El cambio de época y el arte de hacer ciencia están interrelacionados con los procesos políticos de cada país. La llamada y notable crisis de la representación, que toca a los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, instituciones ciudadanas y figuras públicas puede ser entendida también como una consecuencia más de los cambios radicales de los nuevos tiempos. El Estado juega un papel crucial en toda la modernización productiva de la sociedad, en la medida en que este funciona como regulador de todo tipo de actividad, científica, tecnológica, económica, y como salvaguarda de las garantías ciudadanas para que cada actividad sea desarrollada de forma responsable. “Si el Estado puede ganar en eficacia para poder actuar como el insustituible regulador y coordinador, fomentará la innovación tanto como garantizará la igualdad” (Borrell, 2019). Acercar las políticas de desarrollo a la ciudadanía disminuirá la brecha de las desigualdades sociales y contribuirá a superar la pobreza y otros males que aquejan a la humanidad.
La postmodernidad ha conducido a un nuevo lenguaje que, por supuesto, implica a la política, en la medida que la figura de los representantes utilizan los novedosos medios de comunicación que se encuentran a su alcance para transmitir una idea, presentar un programa político, e incluso, imponer una ideología. Es aquí donde se nos presenta el dilema entre los efectos positivos y las consecuencias negativas, derivadas de una gestión o liderazgo político que no canalizan la irrupción de las tecnologías y los adelantos en post del desarrollo social, y bajo la máxima del respeto a los derechos humanos.
Vivir tras la fría pantalla de un dispositivo electrónico, modular el lenguaje solo para las redes sociales, hablar todo el tiempo de cara al interlocutor, el predominio de la violencia, el lenguaje ofensivo, la retórica del enfrentamiento, el enemigo y la división de los pueblos, puede conducir a los populismos modernos. Estos exacerban las diferencias, constituyen la plaga de los sistemas de representación, alterando el orden institucional, provocando la crisis de los partidos políticos y afectando, a fin de cuentas, el Estado de Derecho y la convivencia democrática.
El diálogo, la negociación, el respeto a las garantías ciudadanas y el funcionamiento de la política al servicio del bien común, colocando a la persona humana en el centro de todas las relaciones, continúan siendo las estrategias viables ante los efectos de cualquier revolución. No caducan, no se vuelven obsoletas con el tiempo; cuando más se actualizan o cobran mayor vigencia en un tiempo u otro.
Cambio en la concepción y fines del arte
Las concepciones que se tenían anteriormente sobre el arte, el artista, el objeto artístico, el campo artístico, las Bellas Artes, se desmontaron, se reelaboraron desde puntos, ángulos y perspectivas completamente diferentes a lo conocido y establecido. Todo eso gracias a lo que proyectaron, asumieron y propusieron los artistas, que llegaron muchas veces a vaciar la obra de forma, y en ocasiones, hasta de contenido.
El arte se convierte en contestación a la incoherencia de la vida en las urbes súper desarrolladas. Arte como respuesta a problemas vitales, arte que emigra de la galería hacia una sociedad que discrimina y a la que convoca para ser parte activa y participativa de la propuesta. Al cambio de época en el arte le fue preciso, o necesario, romper literalmente con todo. Al menos en parte, ya que las apropiaciones y copias de estilos, técnicas y temas anteriores, fueron una manera de negar la originalidad del objeto artístico. Jubrías (2006) propone cuatro negaciones fundamentales:
- Negación de lo sublime formalista.
- Negación de la perdurabilidad y la materialidad.
- Negación de la especificidad de las manifestaciones artísticas.
- Negación de la originalidad.
En este sentido emergieron propuestas cuya pretensión nunca fue perdurar en el tiempo. Se trata de obras que crecieron en lo circunstancial. Lo efímero fue la premisa. La relación con lo circundante era primaria. Todo podía funcionar como elemento para la creación plástica. Todo era válido. Prescindieron del templo del arte: la galería. Sus espacios no fueron suficientes, y viajaron a los desiertos, a los volcanes, al campo. El ambiente se convirtió en parte de la obra. Se difuminó la línea divisoria de las manifestaciones del arte para dar lugar a ensamblajes de todo tipo, soportes de toda índole, gestos, actuaciones; se trascendió la forma para llegar a la idea, al concepto. Tanta importancia se le concedió al proceso de creación, que llevar a la práctica la obra muchas veces se desdeñó, no se consideraba necesario.
El mercado en un inicio pudo haber sufrido la intermitencia, o la inexistencia de obras; pero cumpliendo su función de regulador y mediador, se encargó de transformar lo que el arte postmoderno negaba, en estímulos para la venta. Se convirtió la relación artista-negociante, en lucha de estrategias.
Se produjo un rescate de valores humanos, ¿criticando? la sociedad tecnológica y apropiándose de sus progresos. El mito del hombre occidental (enraizado aun en nuestros días) se fragmentó para dar paso y reconocimiento a otras culturas. Se asumió el arte como protesta, una postura de compromiso que continúa hasta hoy. Un arte que se centra y concentra en comunicar, no importa la vía o los medios utilizados. Porque no interesa el objeto en sí, sino el poder que tiene para transmitir una idea, o un concepto. Es por eso que no importa la permanencia de la obra, sino su existencia en el presente. El artista se convierte también en comunicador.
Cambio en las relaciones sociales y el desarrollo humano
Es evidente que el cambio de época ha influido sobre la persona humana como sustrato y protagonista de toda actividad. Tal como se presentaba en el primer tema de esta asignatura, la consolidación de las creencias, los valores y la identidad de las personas y los pueblos es uno de los primeros rescates en los que se debe trabajar desde los ámbitos familiar, escolar y estatal. El cambio de época ha conducido a una ausencia de valores y a un resquebrajamiento de la autoridad moral. Los nuevos modelos del conocimiento, y el dominio de la información, demandan de los ciudadanos, y de las clases en el poder, una esmerada coherencia entre pensamiento y acción.
Todos los cambios descritos anteriormente, en el ámbito del desarrollo científico (donde se utiliza a los seres humanos en ensayos clínicos), en el aspecto económico (con el aumento de las dificultades socioeconómicas y las crisis financieras de los gobiernos), en la política (con el auge de los populismos, los hiperpresidencialismos, la crisis de valores que conlleva a la corrupción y a la mala gestión pública) y en el arte (con la tendencia a la protesta, el performance, la crítica social) requieren una alta responsabilidad social.
Corresponde a la familia, la sociedad civil y al Estado el rol preponderante en la educación pública de los ciudadanos para afrontar los problemas éticos y funcionales que nos plantea el cambio de época. Es necesario tener en cuenta, además, que la labor de hacer conciencia e incorporar determinados comportamientos a la cultura de los pueblos es una labor ardua y sistemática. En las sociedades contemporáneas “Crece la distancia entre la cultura de los expertos y la de un público más amplio. Lo que se incorpora a la cultura, a través de la reflexión y la práctica especializadas no se convierte necesaria ni inmediatamente en propiedad de la praxis cotidiana” (Del Percio, 2000: 171).
El cambio de época debe ser visto sin pesimismos, que no conducen a nada, pero sí con conciencia de que sus implicaciones pueden llegar a ser limitantes de la creación humana, o que los múltiples avances consiguen en ocasiones poner freno a las democracias y a los derechos humanos en buena parte del orbe. “Surgen desigualdades y asimetrías aberrantes, que ponen en peligro la paz y la convivencia entre y dentro de los Estados. En tal sentido, el paradigma de Desarrollo Humano se revela como la única herramienta válida a la hora de superar la etapa del diagnóstico y proponer el remedio” (Del Percio, 2000: 265)
Consideraciones finales
Ante el cambio de época, en correspondencia con una máxima muy necesaria en Cuba y el mundo, y semejante a lo que propone Del Percio en su análisis de los “Tiempost Modernos”, debemos pasar de la queja estéril a la propuesta que nos permitirá vivir en una sociedad donde no se olvide, bajo ningún concepto, la primacía de la persona humana. Estos momentos a los que hemos llegado en la historia de la humanidad nos imponen unos nuevos retos que debemos enfrentar con elevadas cuotas de responsabilidad:
- La superación del relativismo moral, la alienación, la cultura del “todo vale”, la pérdida de las raíces identitarias, el cultivo del alma y el ethos social.
- La generación de políticas económicas que sirvan de incentivo para la libre creación de riquezas, el emprendimiento, el ejercicio económico en un contexto de seguridad, crecimiento e inclusión social.
- El manejo de la política, haciendo uso de las nuevas tecnologías comunicacionales, a través del lenguaje respetuoso de la dignidad y los derechos humanos; así como la garantía de una mayor seguridad personal, jurídica e internacional que propicie un clima de respeto, integración y desarrollo.
- La incorporación de todos los adelantos científico-técnicos a los planes de desarrollo de cada país para fortalecer la gestión pública, y la conjunción del Estado y la ciudadanía a través de la articulación de la sociedad civil.
- La potenciación de cada avance en función del Desarrollo Humano Integral, como medio más idóneo para aumentar la capacitación, el acceso a las fuentes de empleo, la productividad y la estabilidad sociopolítica.
La educación cívica de los ciudadanos para enfrentar estos desafíos constituye una salida viable, urgente y necesaria. “Las etapas actuales de desarrollo de la sociedad en distintos países del mundo exigen como condición indispensable una reflexión profunda acerca de la especificidad, concepción y direcciones principales de la formación ciudadana; a partir de la búsqueda de fundamentos teóricos legados por el pensamiento social anterior que orientan en la solución de los problemas que hoy se le plantean tanto a la sociedad como al ciudadano” (Polo y Quintero, 2011).
Bibliografía
- Borrell, J. (2019). La economía digital, factor económico disruptivo.
- Del Percio, E. M. (2000). Tiempost Modernos. Una teoría de la dominación. Editorial Altamira. Argentina. p. 171, 261, 265, 267-268.
- Jubrías, M. E. (2006) Arte Postmoderno. Conferencia del 30 de noviembre. p. 27.
- Polo A. y Quintero C. (2011). Modelo pedagógico para fortalecer la Formación Ciudadana del profesor de la Educación Técnica y Profesional en el primer año de las especialidades que se estudian en la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Héctor A. Pineda Zaldívar”. La Habana, Cuba.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.