VIVIR CON SENTIDO A PESAR DE LAS TORMENTAS COTIDIANAS

Miércoles de Jorge

El ser humano corre constantemente el riesgo de avanzar en la vida sin sentirse satisfecho, feliz, pleno o mínimamente motivado y contento con los resultados de su existencia, con los frutos que cosecha pudiéramos decir. En Cuba, y especialmente para la juventud, este es un tema sensible, pues los inmensos e intensos retos que plantea la realidad frecuentemente sugieren la idea de que no tiene sentido vivir aquí, de que no vale la pena, que no se puede ser feliz en las circunstancias que nos han tocado, que no hay manera de encontrar realización personal plena en un contexto como el nuestro.

Al mirar a quienes me rodean, e incluso en mí mismo, encuentro a menudo que se padece mucho de falta de motivación, de insilio, de exilio, de apatía, indiferencia, escepticismo, desánimo, desesperación, y muchas otras realidades que cuestionan el sentido de la vida, que cuestionan la felicidad de la persona, que impulsan al abandono del país, de los compromisos y de la alegría de vivir. Ante ello, el reto que se impone es encontrar la forma de dar sentido a lo que nos pasa, preguntarnos qué se puede aprender de lo que sucede, cómo podemos -a pesar de las realidades- generar pequeños cambios en nuestros entornos, cómo podemos hacer para que las cosas valgan la pena más allá de las dificultades.

Existen actitudes que podemos practicar para transformar nuestra vida y también la sociedad, cosas que dependen de nosotros, que no pueden ser impedidas por ningún poder, que podemos elegir como herramientas para dar sentido a las cosas que hacemos, a nuestra vida, a nuestra realidad concreta, y sobre todo, para ser más fuertes y capaces de sobreponernos a los problemas que a diario enfrentamos.

  1. Ser libres cuando no hay libertad. Si bien las autoridades pueden impedirnos el ejercicio de muchas de nuestras libertades civiles, no pueden impedir que pensemos con cabeza propia, que tomemos nuestras propias decisiones, que actuemos con libertad, que nos expresemos, participemos, denunciemos, hagamos lo que nos dicta nuestra conciencia y nuestra escala de valores. Pueden impedirnos salir de la casa, pero no pueden impedirnos construir en nuestro hogar un verdadero espacio de libertad, donde todos seamos libres “a pesar de los pesares”.
  2. Ser responsables y prudentes cuando predominan los extremos y el caos. No dejarnos llevar por los impulsos, ni por los cantos de sirenas, mantener la prudencia, la responsabilidad de actuar con la inteligencia, apegado a la verdad y al bien. No ir a los extremos, no atrincherarnos, no cerrar las posibilidades de diálogo, no agredir a las personas, estar abiertos a la diversidad, a la pluralidad, al cambio. Ser responsables por las decisiones que tomamos, dejar a un lado los prejuicios, dominar nuestras emociones, mantener un compromiso con el bien y el respeto a la dignidad de las personas.
  3. Ser positivos cuando abunda la negatividad. En un país donde abundan las quejas, los lamentos, la negatividad y el pesimismo, vale la pena intentar “ver el vaso medio lleno”, intentar ver lo positivo que existe en todo, enfocarnos en lo que construye, lo que crea, lo que une, lo que anima, aquello sobre lo que tenemos consensos. Buscar alternativas, perseverar, no perder las esperanzas, confiar en el mejoramiento humano, evitar la queja estéril, practicar la propuesta.

Sorprende ver en repetidas ocasiones cómo la primera conversación que de forma espontánea surge al saludar a alguien en la calle, versa sobre lo difícil de la situación. La escases, la pandemia, la represión, y un largo etcétera. Supongo que es natural que así sea, pues los seres humanos, por un tema de emociones, no podemos (aunque queramos) evitar experimentar frustración, rabia, descontento, desesperanza, deseo de desahogo, de queja.

No obstante, la pregunta más importante en estos casos es ¿qué hacemos con esto? Al menos hay dos elementos de suma importancia y que por tanto merecen reflexionar respecto a ellos. En primer lugar, el reconocimiento de una realidad, el amplio consenso que existe respecto a lo mala que están las cosas, y dos, el tema de cómo reaccionamos ante lo que sentimos, para lo que pudieran servir los puntos anteriormente propuestos aquí. Cada situación que se presente en la vida puede enfrentarse con sentido, sea la falta de libertad, los extremos, el desorden, el pesimismo, o cualquier otra, siempre hay algo que podemos hacer para vivir con sentido, para vivir mejor.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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