Por estos días se ha anunciado la eliminación de topes de precios relacionados con productos agropecuarios. También se han anunciado otras “medidas” (ninguna reforma estructural y profunda) que buscan aliviar la situación de la crisis económica y bajar las tensiones políticas que llegaron a su máximo nivel con el estallido social del pasado 11 de julio de 2021. La situación del país es crítica, y la pandemia sigue arreciando, por lo que pudiera empeorar la gravedad de la crisis, en tal sentido es fundamental una respuesta de las autoridades cubanas. La pregunta es: ¿Cuál es la respuesta que lleva esta crisis? ¿Hasta qué punto sirven las “medidas” que se han estado adoptando? ¿Se puede desarrollar la economía con medidas cosméticas y además sesgadas en su implementación?
El pa´lante y pa´tras de las medidas
Más allá de que el hecho en sí de la eliminación de los topes de precios que en este caso específico podría valorarse como positivo, existe un problema que viene arrastrándose desde hace años por los que gestionan la política económica en el país. Se trata de los pa´lante y pa´tras en las medidas o reformas que se adoptan. A menudo se avanza en una dirección para luego retroceder y deshacer lo que se había avanzado.
El típico ejemplo, y probablemente el más trágico para la economía nacional y para el bienestar en sentido general, es la dolarización de la economía a la que hemos regresado y que cada vez gana más terreno, luego de que se superara la dolarización de los años noventa. Pero también podríamos hablar de los períodos de descentralización (los años noventa), seguidos por otros de profunda centralización (primeros años-década de los dos mil) para después descentralizar nuevamente (a partir del 2010-2011). Existen otros ejemplos de medidas o reformas, que demuestran esta tendencia en la gestión de la política económica en Cuba. Los topes de precio son parte de ello, en no pocas ocasiones hemos visto al gobierno justificar y defender con mucho énfasis la supuesta necesidad, importancia y pertinencia de los topes de precios (lo vimos hace a penas unos meses), y ahora se contradicen como si nada, sin disculparse, e impulsan la eliminación de los límites a los precios del agro.
Lo anterior habla de incoherencias, de falta de rigor y seriedad a la hora de tomar decisiones que son vitales para el bienestar de la gente, habla de superficialidad y desconexión de la academia y de la ciencia misma a la hora de decidir por qué caminos se ha de avanzar, con qué medios, y de qué forma. Habla además de irrespeto hacia una ciudadanía que participa activamente sugiriendo, pensando, analizando, proponiendo reformas y demandando soluciones verdaderas a los problemas que plantea la realidad del país. De esta manera se desoye una vez más a la gente y se actúa sin que la sociedad civil tenga el chance de participar en el diseño y el rumbo que se le da a la nación.
La eliminación de los topes es positiva pero no es la solución a la crisis
En primer lugar es positivo que se eliminen los límites de precios, pues tal y como mostró la realidad cubana de los últimos tiempos, lejos de generar más acceso a los mercados y más oferta, el efecto provocado por los topes es potenciar las restricciones de oferta, así como la aparición y fortalecimiento del mercado negro y la subida de precios. No obstante, sería iluso e ingenuo pensar que con eso se solucionan los problemas que tenemos.
La economía cubana necesita de reformas estructurales y no coyunturales, profundas y no cosméticas, integrales y coherentes entre sí. Muchos economistas lo han repetido una y otra vez. En el caso del sector agropecuario, las propuestas para potenciar el crecimiento, generar más oferta, y con ello solucionar o contribuir a la solución de muchísimos otros problemas de la economía no son ni secretas, ni complicadas.
Se trata, resumidamente, de permitir el ejercicio de unas cuantas libertades económicas a los campesinos cubanos. Entre otras, la de producir lo que quieran y como quieran, la de permitir que fijen sus precios de acuerdo a las condiciones de la oferta y la demanda, que puedan vender donde ellos decidan y a través de quien decidan sus producciones, que puedan organizarse en cooperativas o pequeñas y medianas empresas privadas mediante las que les sea posible tomar decisiones sin intervenciones del gobierno (más allá de las estrictamente necesarias por cuestiones de seguridad nacional u otros temas estratégicos), y por último que se les acompañe en ese proceso, que se generen condiciones para el fácil acceso a insumos, para el acceso a capitales, a tecnologías, entre otros.
Los problemas de la agricultura en Cuba, y de la economía en sentido general, no son problemas superficiales, no son problemas sencillos ni pequeños, y no podrán abordarse efectivamente si no es con soluciones que vayan a la raíz de los problemas. Soluciones que sean amplias y tengan alcance, que sean complementarias entre sí, que respeten la secuencia que según la ciencia económica debería seguirse, que no respondan a criterios de carácter ideológico o políticos, sino a la necesidad de generar crecimiento económico y de contribuir al progreso y el bienestar social. Con medidas y pequeños cambios cosméticos, nada importante lograremos en términos de crecimiento y desarrollo económico.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.