Sin duda, una de las variables fundamentales a las que habrá que atender en este momento, como parte del proceso de recuperación que impone el escenario poscovid-19, es la inclusión social. Lo que podríamos entender como la atención a los más desfavorecidos, a los que más sufren por las consecuencias de la crisis que se vive, los pobres, desposeídos, y excluidos del sistema, esos que a pesar de la propaganda oficial, pululan en la realidad cubana. No obstante, por el momento parece ser una cuestión secundaria para las autoridades la inclusión y el enfrentamiento a las desigualdades sociales en Cuba, se da la imagen falsa -en los medios y el discurso oficial- de que estos son males del capitalismo, y de que en un país socialista como Cuba no son preocupaciones diarias, sino que han sido superados mediante el proceso revolucionario de los últimos sesenta años. Sin duda, una falacia fácilmente refutable mediante la evidencia que ofrece la vida cotidiana.
Un ejemplo claro de que sí son temas que preocupan y afectan la vida cotidiana de los cubanos, es una de las medidas que por estos días es aplicada y discutida. Se trata del proceso de dolarización que cada día se formaliza y fortalece más, como estrategia del gobierno para acceder a divisas, pero que se implementa de manera que beneficia a unos, mucho más que a otros, incluso hay quienes nunca tendrán acceso a los mercados (mejor abastecidos) que solamente operarán en divisas y tarjetas magnéticas y que por estos días comenzarán a funcionar en toda la Isla. Una política como esta, debería ir acompañada de una estrategia de inclusión financiera que permita el acceso y uso de tarjetas en Moneda Libremente Convertible a la mayor cantidad de ciudadanos posible, algo aún incipiente e insuficiente, tanto en las ciudades como en zonas rurales; debería incluir también capacitaciones y educación; así como opciones laborales que permitan cobrar en divisas, para que no sean solo los que tienen familia en el extranjero los beneficiarios de esta medida. En fin, la recuperación no se debe limitar a implementar medidas de forma desordenada, es necesario un proceso integral y coordinado, que ponga las oportunidades al alcance de la mayor cantidad de personas posible, para que sea más fácil acceder a las mismas, y para que generen inclusión y no diferencias sociales más marcadas de las que ya hoy en día existen a lo largo y ancho del país.
Existen también otras medidas que dejan ver la poca importancia que se da al tema de la inclusión y la igualdad de oportunidades, tal es el caso de las medidas de protección que se tomaron para los empleados estatales afectados por la pandemia, pero que no se tomaron para el sector privado, dejando desamparado a miles de cuentapropistas que perdieron sus empleos o negocios. También el caso de los subsidios masivos que a veces se realizan a productos determinados en lugar de identificar de forma subsidiaria quién realmente necesita y quién no, pues claramente en nuestra sociedad hay diferencias notables en cuanto a los niveles de ingreso, el acceso a oportunidades, y en cuanto a la acumulación de capitales. Cuestiones que se ignoran a la hora de implementar acciones que potencien el desarrollo del país.
De este modo, resulta urgente implementar estrategias que tengan en cuenta estos aspectos, es fundamental que las medidas que se adoptan para la recuperación pongan a la persona como centro, y consecuentemente identifiquen y potencien el desarrollo de aquellos grupos y personas más vulnerables, privilegiándolos cuando sea necesario y ofreciéndoles los mismos beneficios que otros grupos tienen. Es necesaria la igualdad de oportunidades para que todos los cubanos podamos acceder a las mismas opciones, para que unos no tengan ventajas sobre otros, a no ser las que implican las propias capacidades y la vocación de las personas. No se trata de dar lo mismo a todos, sino de crear instituciones que vean a todos como iguales en cuanto a la ley y las oportunidades, organizar una sociedad que se preocupe por estas cuestiones, lo que significa preocuparse por las personas y por el desarrollo humano integral.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.