Las encuestas constituyen una poderosa herramienta en las investigaciones cualitativas y cuantitativas. A través de determinadas variables se puede arribar a conclusiones sobre la situación o temática en cuestión. Una buena encuesta, es decir, aquellos cuestionarios aplicados con ”todas las de la ley” reflejará un buen trabajo de campo si es capaz de describir, con sus resultados, diversos comportamientos sociales que se pueden producir en un lugar y tiempo establecidos.
Si queremos hacer un análisis de la evolución social deben ser aplicadas encuestas seriadas, y no quedarse estas en un simple ejercicio de tesis, un trabajo para presentar a una revista o un congreso, porque solo logran entonces el éxito en la publicación del autor, y no provocan ningún cambio o repercusión trascendente en la sociedad.
En Cuba no contamos con agencias encuestadoras privadas que puedan trazar diseños experimentales para análisis de determinados procesos como las campañas electorales (porque básicamente no existen), la aplicación de políticas públicas (porque estas vienen orientadas siempre desde “arriba”), o el estado de opinión de modo general (porque las respuestas podrían estar permeadas por el miedo a que el gobierno tome represalias en caso de que se responda verdaderamente lo que se siente). Los datos que publica la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei) muchas veces son mutilados y no recogen todo lo que necesita el investigador de diversas áreas para los análisis científicos. Si la publicación de estadísticas lleva implícita el filtro del estadista, es decir, el investigador que realiza el trabajo de campo, en Cuba lleva un doble filtro porque el gobierno decide qué se publica y qué no. De hecho, existen algunas agencias encuestadoras internacionales, de centros de investigación y universidades conocidas, que desean aplicar sus instrumentos de análisis en Cuba, y no ha sido posible porque es una práctica ilegal dentro del país. Uno de los ejemplos más clásicos es que Cuba no está incluida en la herramienta “Barómetro de las Américas” que agrupa a más de 30 países del hemisferio occidental, y mide actitudes, experiencias y comportamientos de la población en torno a temáticas como economía, Estado de Derecho, capacidad y funciones del Estado, confianza en las instituciones, valores personales, corrupción y seguridad, entre otros.
Aplicar una encuesta en Cuba (y lo digo después de la doble experiencia de mis tesis de maestría) a veces puede convertirse en un dolor de cabeza. Se puede realizar el diseño más exquisito que por el camino cambian los planes: muchos de los encuestados dejan alguna que otra pregunta en blanco, otras no son contestadas con sinceridad y, sobre todo, existe mucho miedo por el uso que se pueda dar a los resultados.
Sin embargo, con el uso de las redes sociales, y por supuesto con el incremento de la crisis de toda índole que sufre el país, es notable que por diversos medios digitales (Facebook, Twitter, comentarios en páginas web, etc.) el cubano va perdiendo el miedo, y las respuestas son cada vez más aterrizadas, certeras, muy claras sobre los problemas. La más reciente encuesta online de Cubadebate sobre la “Tarea Ordenamiento” es la prueba más fiel. A pocos días de haber sido lanzada en el medio oficialista, los resultados que arrojaba confirman lo que cada cubano de a pie ha venido sintiendo agudizado durante los dos primeros meses de 2021: las nuevas medidas lejos de beneficios han ocasionado daños en nuestras vidas. Ya hoy no se puede ver la encuesta, no sabemos si se vencieron los plazos que habían establecido, o si los resultados recolectados hasta la fecha resultaban incómodos.
La eficacia de las encuestas radica en la seriedad con que sean aplicadas, la limpieza con que se realice el análisis de los datos, la veracidad en la publicación de los mismos, y la intención real de solucionar los problemas detectados. De lo contrario, estaríamos asistiendo a un ejercicio más, y no a una verdadera oportunidad de provocar con nuestra opinión el cambio necesario, que es signo de la vida en democracia.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.