Los problemas de la economía cubana se siguen intensificando y la crisis continúa pasando factura a miles de familias que no tienen salarios suficientes, que no encuentran oportunidades para su desarrollo y realización plena. El acceso a los alimentos, el transporte, la electricidad, las medicinas y muchos otros bienes y servicios básicos siguen siendo una pesadilla para millones de cubanos. La huida al exterior sigue siendo la opción para miles de jóvenes ante la inacción de las autoridades, y con ellos Cuba está perdiendo talento y capacidad que después serán necesarios para reconstruir tanto la economía como la política, la cultura y otras áreas de la vida nacional.
Ha pasado un año, desde que l el pueblo saliera a las calles de manera masiva a reclamar libertad, derechos y también oportunidades y cambios que transformen la economía, para que soñar con realizar un proyecto de vida en Cuba sea algo creíble y alcanzable. Sin embargo siguen ausentes las reformas profundas y verdaderas de la economía cubana, las transformaciones que una y otra vez han propuesto académicos y expertos, que ha reclamado la ciudadanía y que de forma especial el 11 de julio de 2021 se exigió de forma masiva en casi todo el país.
Resulta dramático seguir retrasando transformaciones económicas que la historia y la ciencia económica demuestran son imprescindibles para generar crecimiento y desarrollo económico. Cada vez que se retardan, aumenta el costo para los cubanos de a pie, quienes pagan dicha irresponsabilidad en términos de política económica con su tiempo personal, con su sacrificio, privándose del acceso a bienes y servicios vitales, y de la posibilidad de disfrutar de oportunidades que son garantizadas en la gran mayoría de países del mundo, y que lo deberían ser en todos.
Las crisis ofrecen oportunidades para el cambio, son positivas si las percibimos como oportunidades, si asumimos el compromiso de responder a ellas con soluciones innovadoras, con respuestas coherentes y decididas que permitan el progreso. Pero si las asumimos con un enfoque reducido, como algo que tenemos que administrar de la mejor manera posible para sobrevivir y ya está, entonces no tardará mucho para que volvamos a toparnos con los mismos problemas. Es precisamente lo que pasa en Cuba, la economía tiene hoy los mismos padecimientos que hace diez, veinte o treinta años atrás.
El gobierno cubano debería saber que por más que intenten evitarlo, otro 11 de julio ocurrirá a menos que generen los cambios necesarios y que haya un impacto positivo en la vida de un número considerable de cubanos. No apuntar a las causas que originó dicho estallido social, hará que inevitablemente ocurra de nuevo. La represión y la intimidación, las medidas cosméticas a la economía, y la avalancha de propaganda política no han sido las respuestas adecuadas a la crisis que tuvo su cima con el estallido social del 11 de julio del 2021.
En materia económica no es muy difícil responder a la crisis y generar condiciones de vida que la gente valore y que permita su progreso verdadero. Basta con liberar las fuerzas productivas, reconocer derechos y libertades económicas fundamentales, eliminar distorsiones de la política económica y del modelo, y dejar que la gente se gane su futuro, genere desarrollo personal y social. La historia económica demuestra lo relativamente fácil que es general una apertura económica y con ello sentar las bases para el desarrollo de un país.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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