TRES CAUSAS Y TRES PROPUESTAS DE LA CRISIS DE VALORES EN CUBA 

Foto de Margarita Fresco.

Las indisciplinas sociales, la corrupción del cuerpo y del espíritu y el daño antropológico del cubano. La disfuncionalidad de la familia ocupa un lugar esencial si se trata del análisis de las causas que provocan la crisis de valores en Cuba hoy. Está indisolublemente unida al papel del Estado, que en gran medida es responsable. Los motivos son disímiles y van desde el cambio del ambiente educativo del hogar por las escuelas en el campo y al campo, las movilizaciones de niños, adolescentes y jóvenes, alejados de sus padres y abuelos por largos períodos de tiempo y trasladados a campamentos con pésimas condiciones materiales y morales, el servicio militar obligatorio, hasta la fuerte emigración en busca de futuros más prometedores, como consecuencia directa, de la crisis del sistema político imperante en el país desde hace más de 60 años.

Debido a las sucesivas crisis económicas, muchos jóvenes abandonan los estudios por actividades más lucrativas que les permitan paliar sus necesidades. El anhelo frustrado de buscar las realizaciones de proyectos, sueños y aspiraciones tanto personales como profesionales provoca, a su vez, degradación de la identidad. Por su parte, también un gran número de profesores se desvincula del sector de la educación y emigra hacia otros sectores por una mejora salarial. Esta no debería ser una solución, sino propiciar una reforma salarial, y una reforma educacional integral, en el caso del argumento de algunos que deciden apartarse del mundo escolar porque se encuentran atiborrados por las actividades extracurriculares y la falta de independencia.

La miseria material, aunque no lo justifica en su totalidad, favorece ambientes de miseria moral, corrupción, robo, indisciplina marginal y analfabetismo cívico.

Por otro lado, el laicismo exacerbado o materialismo ateísta en la Educación Ética y Cívica hace que la crisis se ahonde, porque no existen los espacios mínimos necesarios para el cultivo del espíritu y propiciar la formación humana integral. Si hacemos énfasis en el papel educativo de la Iglesia, debemos considerar la disminución de las creencias religiosas, la falta de espacios de la Iglesia en los Medios de Comunicación Social para divulgar su mensaje y la ausencia de libertades religiosas en su totalidad, como causas contribuyentes al deterioro moral de la Nación.

Nuestro país ha atravesado, a lo largo de su historia, por muchas prohibiciones relacionadas con el tema de la religión. En algunos casos hasta llegar a considerar la formación religiosa como un rezago de la alta burguesía y desestimando así su función potenciadora de los buenos modales y las buenas costumbres. Relacionado con esta causa fundamental de la crisis de valores, es válido destacar el criterio del catedrático español Emilio Martínez Navarro cuando nos dice: “La ética cívica es una ética laica, puesto que no favorece a ningún credo metafísico -creyente o no creyente- en particular. Pero no es una ética laicista, esto es, no aboga por la eliminación de las religiones, no es en absoluto contraria a la libre y pública expresión de las creencias religiosas. Solo es contraria a la imposición de cualesquiera creencias religiosas o filosóficas- y a su difusión por medios ilícitos, manipuladores y sectarios. La ética cívica no lleva consigo una total privatización de las creencias religiosas o filosóficas de las personas y grupos que conforman la sociedad pluralista. De hecho, la libertad de culto y la libertad de expresión forman parte del núcleo central de la propia ética cívica, de modo que cualquier persona o grupo puede difundir libremente su credo y tratar de atraer a las demás personas a que lo compartan” (Martínez Navarro E. La ética cívica como núcleo de la educación moral en una sociedad pluralista. Madrid: Ediciones Trotta; 2005).

Como tercera causa, entre las múltiples causas que provocan la crisis de valores en Cuba podemos ubicar al uso indiscriminado de las tecnologías. El desarrollo científico-técnico es un logro innegable de la humanidad; sin embargo, es un criterio de amplio consenso que los cambios vertiginosos en este campo han traído también efectos indeseables para la sociedad, entre otras cuestiones, por la disminución de la interdependencia directa entre las personas, al aumentar la mediación de las máquinas en las relaciones interpersonales. Estos cambios irreversibles deben complementarse con prácticas educativas donde se propicien las relaciones sociales encaminadas a potenciar la valoración constante de los deberes y derechos de la ciudadanía.

Las instituciones educativas deben reafirmar su papel, de primer orden, en la formación ciudadana, abierta a todos los educandos sin discriminación, integrando el uso de las nuevas Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TICs) con el reconocimiento de la diversidad sociocultural en equilibro con las diferencias personales. Se pretende, así, la consecución de objetivos orientados a la igualdad de derechos y al reconocimiento de las diferencias, así como a la consideración y el desarrollo de la capacidad y responsabilidad del estudiantado para participar activamente en la transformación de la sociedad.

Ante estas tres causas brevemente analizadas, presentamos estas tres propuestas de solución:

  1. La reconstrucción de la persona humana para que piense con su cabeza, eduque su corazón y su inteligencia emocional, fortalezca su voluntad, alimente su espiritualidad, de modo que aprendamos a vivir en la verdad, la libertad y la responsabilidad.
  2. La reforma profunda del sistema educacional, de la escuela cubana, de modo que sea libre, plural, cívica, profundamente ética y humanista; no partidista, no reproductora de una sola ideología excluyente. Una escuela pedagógica participativa, liberadora y virtuosa. Este sistema incluiría no solo la necesaria asignatura de Moral y Cívica no sectaria, ni ideologizada, sino que todo el proceso docente-educativo sea impregnado de los valores, virtudes y actitudes coherentes con lo que se enseña y con el cultivo del espíritu humano.
  3. El reconocimiento y la promoción de la libertad religiosa, la verdadera y plena, respetuosa y plural, que no es solo libertad de culto, sino libertad para que los creyentes puedan pensar con libertad y actuar coherentemente con sus credos en diferentes opciones económicas, políticas y sociales. Es la libertad para que cada cubano pueda sanar, fecundar y fortalecer el alma de la Nación. De modo que las Iglesias y otras confesiones religiosas, puedan dar, libre y responsablemente, su contribución a la educación humanista, al cultivo de los valores éticos y de las virtudes cívicas. Y contribuya a alcanzar el mismo derecho para agnósticos, ateos e indiferentes, como corresponde a un modelo de Estado de Derecho moderno, no confesional y pluralista.

Dinámicas de relación educativas

Una nueva visión de proyecto educativo para Cuba debería tener en cuenta las siguientes dinámicas de relación:

  1. La primacía de la persona humana: la persona como centro de las relaciones

La relación debe ser personalista, es decir, que todo el proceso educativo esté encaminado a la formación respetuosa, liberadora y solidaria de la persona; lo que acompañará su propio proceso de crecimiento humano. Ese acompañamiento debe significar: despertar y estimular su conciencia crítica; facilitarle los instrumentos para el discernimiento y las opciones; compartir el depósito, el acervo cultural para que la experiencia y la sabiduría de las anteriores generaciones le sirvan para su propia orientación ética y cívica. Ni la escuela, ni la Iglesia, ni el Estado, ni la propia familia pueden violentar el derecho primordial e inalienable de la persona humana.

  1. El derecho prioritario de la familia: la familia, primer círculo de relaciones

La segunda dinámica de relación entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado se establece por el reconocimiento, el respeto y la promoción de la familia como primer sujeto-protagonista del proceso educativo. La relación debe tener presente:

Primero que todo, que la familia asuma su responsabilidad, los medios para ejecutarla y que no haga dejación de ella por ninguna razón.

– Que el Estado respete, en la práctica cotidiana, y en las leyes, decretos ministeriales, reglamentos escolares, el derecho primordial de la familia frente a la escuela, la Iglesia, el Estado.

– Que la escuela, la Iglesia y el resto de la sociedad civil organicen sus propios espacios y actividades, con la libertad y el respeto requeridos, así como los espacios comunes, medios y métodos, de modo que favorezcan el protagonismo prioritario de la familia, es decir, su participación activa y sistemática en la educación.

  1. El carácter subsidiario de la escuela, la Iglesia, la sociedad civil y el Estado

Otras de las dinámicas fundamentales de relación entre los agentes educativos es la subsidiaridad, que debe formar parte de toda la dinámica social y no solo de las relaciones entre la familia, la escuela, la Iglesia y el Estado. Se entiende por subsidiaridad aquel principio por el cual toda instancia igual o superior debe hacer solo y todo lo que no pueda hacer una instancia igual o inferior por sí misma.

Entonces, respetando el orden de prioridades, las relaciones de subsidiaridad consistirían en:

– Que el Estado no debe asumir ningún papel, función o servicio que pudieran hacer por sí mismos la persona, la familia, la escuela, la Iglesia o la sociedad civil.

– Que las organizaciones de la sociedad civil no deben asumir ningún papel o servicio educativo que la Iglesia, la escuela, la familia o la propia persona no puedan asumir por sí mismos.

– Que la escuela y la Iglesia no deben asumir ningún papel, función o servicio educativo que la familia no pueda asumir por sí misma.

– Que la propia familia no debe asumir ningún rol que la persona no sea capaz de asumir por sí misma-

  1. El carácter complementario y solidario de la familia, la escuela, la Iglesia, la sociedad civil y el Estado

En otras palabras, entre la persona y la familia deben complementarse mutuamente los esfuerzos por una formación más plena e integral. Entre la familia y la escuela deben establecerse espacios reales, viables, evaluables, de cooperación y complementariedad para ayudar al crecimiento y desarrollo pleno de la persona.

Entre la escuela, la Iglesia y el resto de las organizaciones de la sociedad civil deben establecerse canales estables y practicables de solidaridad y cooperación en el proyecto educativo y el desarrollo de toda la sociedad. En fin, entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado debe crearse un marco legal e institucional que cree un clima favorable a la cooperación respetuosa y pluralista, que dote a la persona y a su familia de los mecanismos judiciales de protección de sus derechos y de facilitación de sus deberes con relación a la educación.

Estas dinámicas de relación deben ser tenidas en cuenta a la hora de valorar el papel de la familia y todos los actores sociales en la importante tarea que es la educación.

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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