Por estos días no se habla de otra cosa en Cuba y en el mundo que no sea de la pandemia del Covid-19, sin dudas un evento que pasará a la historia como una de las crisis y momentos de tensión más grandes que ha vivido la humanidad y específicamente Cuba. Más allá de la urgencias que plantea un reto de esta magnitud y de las preocupaciones, luego que pase la crisis -que de seguro pasará-, los cubanos tendremos en frente la oportunidad de generar cambios, de tomar decisiones sobre el futuro de la nación, tendremos el chance de construir un país más próspero que sea capaz de enfrentar futuras crisis en mejores condiciones o de evitarlas, y este es precisamente un tema al que hemos de poner atención los cubanos al igual que personas de otros países. ¿Cómo construimos economías más fuertes? ¿Cómo creamos sistemas sanitarios y de asistencia social más eficientes y humanos? ¿Cómo construir una sociedad en la que se eleve constante y sostenidamente el nivel y la calidad de vida? ¿Cómo aprovechar mejor las fortalezas y oportunidades de nuestras sociedades? ¿Cómo generar más inclusión y seguridad ciudadana? ¿Qué tipo de instituciones políticas y económicas queremos para nuestras sociedades? ¿Cómo construir instituciones confiables, inclusivas, abiertas, transparentes, vivas?
Estas son algunas de las preguntas que se imponen desde ya, en las que hemos de poner nuestra reflexión y conocimientos, para una vez calmada la urgencia de la presente lucha contra la pandemia, intentar construir los consensos sociales que harían posible el cambio, la transformación, la reforma, el abandono de unas instituciones y la adopción de otras. Toda crisis ofrece esta oportunidad, son coyunturas críticas en las que las sociedades hacen o deberían hacer una pausa para discernir y evaluar, para pensar y actuar, manteniendo las fortalezas y cambiando todo aquello que pueda hacerse de mejor manera. Las autoridades cubanas por sus características e ideología pueden no estar abiertos a este tipo de posibilidades, pueden incluso frenar cualquier idea, propuesta o intento de cambiar la realidad actual, más allá de lo exitoso que sea o no el enfrentamiento a la crisis. De cualquier modo se imponen nuevas preguntas: ¿Estamos los ciudadanos cubanos consientes de la necesidad de contar con ideas de futuro, con propuestas estratégicas para transformar la realidad creativa y eficientemente? ¿Estamos los ciudadanos cubanos conscientes de que el momento poscovid-19 será un momento propicio para avanzar en la construcción de consensos sociales, intentar hacerlos realidad, y para proponer a las autoridades propuestas viables y concretas sobre lo que creemos debería cambiarse?
Las crisis ofrecen la oportunidad para el cambio, pero esa oportunidad ha de ser aprovechada, maximizada, asumida, tanto por las autoridades como por los ciudadanos. La parte de las autoridades está fuera de nuestro alcance, no podemos predecir, ni forzar a un gobierno centralizado y con excesivos y efectivos controles sobre la sociedad a cambiar o no, a moverse en una dirección o la otra. Pero sí podemos como sociedad civil, insistir sobre lo que creemos fundamental y necesario, presionar para que se escuche la voz ciudadana, utilizar la protesta, las redes sociales, el apoyo internacional, los consensos construidos con diferentes sectores de la sociedad (incluso oficialistas) y de esta forma -indirectamente, pacíficamente, organizadamente- incidir sobre las decisiones políticas. De este modo, hemos de entender la crisis actual no como una desgracia -que lo es-, no únicamente como un fenómeno completamente negativo, pues de toda realidad humana se pueden sacar cosas buenas, y de la crisis actual que vive nuestro país -iniciada hace 60 años, y fortalecida por los efectos de la pandemia- podemos sacar ideas, soluciones, caminos, propuestas, acciones, consensos, presión, empoderamiento ciudadano, conciencia de la situación real que se vive, evaluación de la gestión política, diagnóstico del desempeño económico y mucha más información que definitivamente puede ser usada para construir un país mejor, para elevar el nivel y la calidad de vida.
Hagamos nuestra parte, actuemos con prudencia y responsabilidad en el enfrentamiento a la crisis, mantengamos el distanciamiento social, sigamos las indicaciones de las autoridades, etc. Al mismo tiempo, utilicemos el tiempo para ponderar, para discernir, para evaluar la gestión política y económica actual, pensemos en lo que puede ser cambiado y en las vías a seguir para tal fin, y una vez pasada la tempestad no dejemos la responsabilidad en manos del gobierno, de otro, asumamos desde nuestros espacios una nueva responsabilidad: la de cambiar, la de transformar, la de incidir y participar en el futuro de la nación para que Cuba sea mejor. Este es nuestro derecho y nuestra responsabilidad, esta sería una forma muy efectiva de asumir la realidad que nos ha tocado vivir.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.