El emprendimiento, en las condiciones actuales de Cuba, representa una oportunidad para algunos jóvenes que no encuentran oportunidades laborales atractivas y lo suficientemente buenas como para cubrir un número de necesidades básicas. Ante las alternativas de no hacer nada, de emigrar, o de trabajar por un salario y condiciones laborales pésimas en una empresa estatal, muchos -y cada vez más- optan por emprender, por desarrollar sus propias iniciativas y proyectos, ya sea en el sector privado legalmente reconocido, o desde la informalidad.
El problema mayor está en que emprender sigue siendo sumamente difícil en el contexto cubano, a pesar de que en los últimos años se ha generado una apertura al sector privado, y de que en el discurso oficial se habla de la necesidad de impulsar este importante sector de la economía. Entre las principales dificultades que podemos mencionar para el emprendimiento están las siguientes:
– Restricciones legales. Aún se prohíbe el ejercicio de un número importante de actividades y especialmente de las que están en relación con las profesiones. Y por otro lado, las que sí se pueden ejercer de forma legal, aún cuentan con mecanismos legales que buscan controlar y reprimir las actividades que realizan en lugar de generar apertura, descentralización, libertad, incentivos para que crezca y se fortalezca cada vez más.
– Falta complementar la tímida apertura generada con un paquete de leyes más amplio que acompañe y genere otras condiciones imprescindibles para el crecimiento del emprendimiento, entre las que están: reformas fiscales, tributaria, comerciales, bancarias y financieras. Sin estas reformas complementarias es imposible que el sector privado se desarrolle. En este sentido debemos tener cuidado con caer en la trampa de medir el desarrollo y la importancia del sector emprendedor con el número de empresas que se están aprobando como micro, pequeñas y medianas empresas. Una cosa es la cantidad de empresas, y otra bien diferente lo relevante que puedan llegar a ser para la economía y la sociedad. No siempre estas dos variables son directamente proporcionales.
– Por otro lado, está el tema de la capacitación y la formación. No existen programas suficientes que estén trabajando por formar a los futuros emprendedores y empresarios. Sin esto, también se dificulta mucho el potencial crecimiento del sector y se limita el rol que puede jugar para el desarrollo de la economía en general.Las pocas iniciativas que existen se concentran en instituciones de Iglesias y deben desarrollar su labor formativa y de acompañamiento a los emprendedores en un ambiente de limitaciones y hostilidad por parte de las autoridades.
Emprender es tomar riesgos, es apostar por una idea, una empresa, un proyecto. Es poner todo lo que tenemos en función de esa iniciativa, sin esperar a que estén listas todas las condiciones (algo que nunca se dará de forma óptima). Esa decisión es personal, y depende de nosotros lanzarnos o no a perseguir nuestros sueños por medio de un emprendimiento. En el camino, muchos pueden ser los obstáculos, pero la tarea del emprendedor es precisamente sobreponerse a estos.
Por otro lado, en cualquier país, ha de ser responsabilidad de los gobiernos allanar el camino a los emprendedores, es decir crear condiciones propicias para su desarrollo, para que la decisión de tomar riesgos sea más fácil de tomar y los sueños más fáciles de alcanzar. Entender esto sería una eficaz forma de responder a la crisis económica y social que vive Cuba, una forma de frenar la emigración masiva, una forma de generar oportunidades que hagan que cada vez sean más los que se aventuren a perseguir sus sueños en Cuba, para provecho personal y social.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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