El mes de octubre viene cargado de fechas importantes para Cuba e Iberoamérica. El 10 de octubre como inicio de las luchas por la independencia en La Demajagua, el 12 de octubre que celebramos el descubrimiento de América y día de la hispanidad, el 15 de octubre como fiesta de Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia. El 20 de octubre es el Día de la Cultura cubana y el 28 de octubre se conmemora el descubrimiento de Cuba. Todas ellas están relacionadas con la formación de la nación y cultura cubanas.
Este es un tema polémico, traspasado por dardos ideológicos. Sin embargo, hay dimensiones en las que podemos reencontrar nuestra identidad y nuestro futuro.
Esas dimensiones pudieran ser: la historia, la cultura, la religión, las lenguas y el tipo de civilización.
En primer lugar, nos une la historia. Negar o manipular los acontecimientos históricos para sustituirlos o interpretarlos por ideologías, o sustituir a la historia por relatos míticos nos dejan sin raíces y sin cimientos.
En segundo lugar, otra dimensión que nos une y debemos celebrar es la cultura occidental que marca el estilo de vida y la forma de relacionarnos. Sobre los cimientos históricos se desarrolla el edificio de los valores, de la convivencia, de las tradiciones, del Derecho, de las costumbres, de la educación, que compartimos en la cultura occidental que tiene entre sus matrices originarias: la tradición democrática griega, el derecho romano y la religión cristiana con la teología más elaborada de todas las religiones, y con la síntesis inigualable entre fe y razón.
Precisamente, el tercer componente que nos une es la religión cristiana, especialmente, la Iglesia Católica. En efecto, la expresión más estructurada y coherente de la espiritualidad en el occidente es el cristianismo. Nuestros pueblos, nuestra historia y nuestra cultura no serían lo mismo si quitáramos los aportes del cristianismo tanto católico como protestante. Nuestras naciones se hubieran asfixiado con los avatares de la historia, con sus luces y sus terribles sombras, si no cultivaran su dimensión trascendente.
El uso de la lengua castellana o portuguesa es otro elemento unificado que nos permite comunicarnos y compartir las dimensiones anteriores. La semiótica es vehículo esencial de la historia, la cultura y la religión: «Al principio era la Palabra». Y sin la palabra es imposible ser humano, vivir en sociedad y desarrollar nuestra civilización.
Todo lo anterior conforma lo que llamamos la civilización occidental. Todo esto es y debe ser motivo de celebración, conservación y cultivo.
El mes de octubre es ocasión para meditar sobre estos elementos y para fomentar estos fundamentos de la fraterna convivencia de nuestros pueblos iberoamericanos.