Se va el 2020, año duro, cargado de emociones y tensiones para los cubanos. Marcado peligrosamente por la vuelta o proliferación de un lenguaje que, impulsado desde esferas e instituciones gubernamentales, ha sido violento y lesivo para la dignidad de muchos cubanos. Un lenguaje que incita al repudio, al odio, a la división, a la exclusión, que promueve la imposición de una ideología a toda la sociedad, y que desconoce los derechos fundamentales y las libertades de los ciudadanos cubanos.
Sin dudas una realidad que preocupa, y que ha de ocuparnos a todos. Es el lenguaje la herramienta fundamental para comunicarnos, para dialogar, para generar consensos y avanzar armónicamente hacia un futuro de paz, progreso y bienestar social para todos los cubanos. Por ello, resulta vital cuidar del lenguaje, cultivarlo desde determinados valores socialmente aceptados por todos y no impuestos por unos a otros; ejercitarlo siguiendo cuidadosamente unas formas o buenas prácticas que hagan posible utilizar el lenguaje para construir y no para destruir, para unir y no para separar; además, resulta importante la mística que acompaña los procesos comunicativos, la inspiración que motiva y configura el lenguaje de una manera y no de otra. A continuación, invito a reflexionar sobre estas ideas, para que cada cual examine la forma como utilizamos el lenguaje, para ayudar a reflexionar sobre el nuevo lenguaje que podríamos cultivar para este nuevo año que comienza.
- Los valores de fondo, el contenido que justifica la utilización de un lenguaje, o de una forma en lugar de otra, es una variable fundamental que merece reflexión. ¿Qué valores motivan, impulsan, sostienen, guían, y acompañan mi lenguaje, mi comunicación con los otros, sean o no gente con quienes coincido? Hablamos del espíritu, la mística de fondo que justifica el lenguaje y sus formas, de la creencia profunda en determinados valores, del compromiso con la paz y con las soluciones consensuadas para los problemas que afectan a nuestra sociedad. Otros de esos valores podrían ser: el respeto absoluto por la dignidad de la otra persona, el reconocimiento del otro como alguien valioso a pesar de las diferencias, la disposición a no hacer juicios sobre las personas, a no ofender ni descalificar, a no agredir física, ni verbal, ni de ninguna otra forma.
- También importa cuando pensamos en el lenguaje, la forma, el volumen, el tono, y otras características que pueden entorpecer o fortalecer los procesos de diálogo, las conversaciones, y la comunicación en general. A menudo la comunicación fracasa por las formas que adopta el lenguaje y no por sus contenidos, por la apariencia y no por la esencia, motivo por el que hemos de cuidar de la manera como ejercitamos la comunicación, la forma como usamos el lenguaje, para que siempre sea constructivo el acto comunicacional, para que siempre una, cree consenso, abra nuevas puertas y caminos, en lugar de lo contrario. Algunas formas o características concretas del lenguaje que podríamos tener en cuanta son las siguientes: comunicar de manera serena, calmada, respetuosa, formal, con un volumen apropiado, con unos tonos transparentes y conciliadores. Hacer que el lenguaje incluya, invite a la convivencia, al entendimiento, a las soluciones, que sea proactivo y propositivo, que sea sano y desligado de ironías o dobles intensiones.
Ojalá seamos capaces de -al menos- reflexionar sobre la comunicación con quienes nos rodean y en los contenidos y las formas que le damos al lenguaje que utilizamos en cada caso. Cuba muere cada vez que ofendemos, repudiamos, gritamos, difamamos, despreciamos, descalificamos, en general, siempre que usamos el lenguaje como una herramienta al servicio de la violencia en lugar de la paz. Para el 2021, valdría la pena cultivar un nuevo lenguaje fundado sobre el espíritu de paz y amor que Cuba necesita. Esto es, un lenguaje de inclusión, de moderación, de convivencia, de amor y respeto profundo por el otro, de reconocimiento de la dignidad de la persona humana, de toda persona, incluso de aquellos que me agreden o con quienes discrepo.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.