Navidad: Poner el alma de raíz

Jueves de Yoandy

Se acerca el fin de un año difícil. Las marcas de una pandemia se notan en los cambios de estilo de vida, en las pérdidas de familiares queridos, en la zozobra del resultado de un PCR o la implicación en una lista de contactos-sospechosos. Un ente microscópico modificó nuestras vidas de la noche a la mañana, demostrando la vulnerabilidad de los hombres y sacando a flor de piel lo mejor y lo peor de la raza humana.

En el caso de Cuba quizá no podemos hablar en términos de que la COVID-19 paralizó el país: más bien ha puesto al ciudadano sobre ruedas. Largas colas para ver qué sacan, racionamiento de los pocos productos que se ofertan en todos lados, desarrollo de estrategias para justificar la escasez como la emisión de una “tarjeta” para regular la compra de artículos de aseo y alimentos, cuando parecía morir la libreta de abastecimiento-racionamiento. En otros países se habla de reinventarse para enfrentar la crisis. Los cubanos, sumando crisis sobre crisis, vivimos entre mucha incertidumbre que, en algunos, y cada vez más casos, sepulta la esperanza.

Cuando el misterio de la Navidad nos regala la alegría que viene del Redentor del mundo, Cuba anuncia uno de los cambios y medidas más radicales de los últimos tiempos. La tarea que las autoridades han llamado “ordenamiento monetario” viene a desterrar los últimos hálitos de esperanza, porque anuncia la eliminación de una moneda para introducir otra con la que no se paga a los trabajadores cubanos. La misma moneda que hace unas décadas fue motivo de cárcel para quien la poseyera, porque provenía del “enemigo histórico de la Revolución”. Con esta medida de corte neoliberal, aunque se quiera disfrazar, matizar, edulcorar, el ciudadano de a pie verá afectada su economía familiar, mientras anhela tener un familiar en el exterior. Así se fomenta la dependencia del salario digno de otros ciudadanos, porque con el sudor propio, según las nuevas medidas, acaso bastará para pagar los servicios básicos.

Una vez más, como cuando antiguamente no se podía celebrar por la ausencia de otro tipo de libertades, el gobierno cubano bloquea las señales de Navidad: la alegría del nacimiento del único Mesías, la luz que viene de lo alto para alumbrar a toda la humanidad, y el diálogo que cierra el paso a la violencia y destierra todo tipo de confrontación. Una vez más cierra un año con balance negativo, pero vale decir también que con enseñanzas históricas para el pueblo cubano que camina como en el desierto, y espera ver la gran luz de la estrella que anuncia el camino, como a los magos de Oriente.

En Cuba la piedad popular ha generado que muchas personas veneren a san Lázaro cada 17 de diciembre: el Lázaro de los perros, el mendigo. Es una de las fiestas más populares, tanto así como que el Santuario Nacional de San Lázaro es el segundo en importancia de Cuba, después de la Basílica-Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Sin embargo, quisiera referirme al otro Lázaro de la Biblia, el de Betania, hermano de Marta y María, sujeto de uno de los grandes milagros de Jesús.

En esta hora de oscuridad, cuando todo parece no tener solución, recordar que Jesús llora ante el sepulcro de su amigo Lázaro, para luego resucitarlo, puede ser esa señal que buscamos en el horizonte, pero que tenemos en la palma de las manos, tan solo interpretando la Palabra. Aun cuando los parientes y amigos de Lázaro pensaron que Jesús había llegado tarde, pudiendo evitar su muerte, (actitud pesimista razonable de muchos cubanos hoy) constataron el signo de la resurrección, que puede traducirse aquí y ahora, en la resurrección de Cuba.

El diálogo respetuoso y en igualdad de condiciones, nunca dejará de ser la opción más viable en este azaroso bregar en tinieblas. “Amar es resucitar” decía Dulce María Loynaz. Que en esta Navidad reine al menos el amor, la esperanza en que Jesús llega siempre oportunamente a nuestras vidas, y que en esta hora actual escuchará el clamor de los cubanos. Estemos atentos, el mismo que nace pobre en un pesebre, nos anuncia como a Lázaro que salgamos fuera. Que esa intemperie que parece se avecina nos sirva para poner el “alma de raíz”, aumentar nuestra fe y fortalecer el amor a Cristo, a la Iglesia y a Cuba.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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