Navidad en Cuba

Lunes de Dagoberto

“Hoy es Nochebuena y mañana Navidad”. Esta frase resuena en mi memoria, la escuché repetidas veces para explicarme mis padres por qué era la fiesta, los preparativos, las compras, los turrones, el arbolito y el nacimiento, las sidras y los dulces de almíbar… y ese olor inconfundible y penetrante a lechón asado. Luego, cuando aprendí que el motivo de todos estos adornos, felicitaciones, familia reunida, comidas especiales, era la celebración del nacimiento de Jesucristo, pude apreciar y vivir mejor las fiestas y luces exteriores, porque todo aquello me hablaba de Aquel niño que era el Hijo de Dios. Luego vino la prohibición de toda fiesta y señal externa por la Navidad, fue un verdadero crimen cultural. Adiós guirnaldas, arbolitos y reyes magos.

Todo se volvió gris por fuera, la tristeza del ateísmo impuesto por ley, la burla en la escuela, la fantasía clausurada: “¡No seas bobo, los reyes son los padres!” Para los que habíamos tenido la suerte y la gracia de haber conocido al que le celebrábamos el cumpleaños cada 25 de diciembre, nos quitaron la envoltura y lo pudimos apreciar al desnudo, en la cruda realidad de las esencias. Para mí fue un volver a valorar y a apreciar aún más lo que nos habían prohibido por fuera, con la satisfacción y la paz de que no pudieron quitarnos lo de adentro, apagaron las fiestas pero no pudieron apagar la luz de la fe. Y mis tres hijos siempre tuvieron Reyes Magos y la fantasía de las cartas y los regalos. Hasta que por ellos mismos transformaron la fantasía en creencia sentida y sentido de la vida.

Y pasaron los años y las décadas, y como todo lo que es verdadero y bueno, comenzamos los cristianos a “sacar el pie”: las primeras Misas de Gallo justo a las doce de la noche en la Catedral, los coros de villancicos de siempre y los cubanos, el nacimiento de la Iglesia, sobrio pero firme. Y como todo lo que ha sido impuesto por la fuerza, aquella grisura del materialismo, que resultó no ser ni dialéctico ni histórico, se fue poniendo viejo y triste, sin sentido y sin razón. Aquello no tenía nada que ver con los que libremente optaron y optan por un ateísmo sin perder la vida interior, o un agnosticismo voluntario pero sin dejar que una espiritualidad inmanente se seque con la censura. Aquello era, más bien, para intentar apagar la luz en el camino de las vidas de los cubanos, era para extinguir la religión que cuando no es opio, libera, fortalece por dentro, alimenta la virtud y hace dichosos a las personas y a los pueblos que tienen un motivo para no dejarse aplastar, ni vaciar de ese sentido trascendente que relativiza todo lo demás, que pone de pie ante el soberbio y dobla la rodilla ante el pobre y explotado porque en él ve al Jesús que nació en un pesebre, en una noche oscura del Belén de aquel tiempo.

Hoy, Cuba vive la Navidad desde una pluralidad de miradas y proyecciones. La pobreza no siempre depende de las limitaciones humanas, la miseria, el hambre, el hastío, el hartazgo del sin sentido, la falta de libertad y de responsabilidad, la corrupción generalizada, la vieja, triste y ya descarnada y desdentada manipulación de la propaganda, no engaña a nadie o casi nadie, pero produce lo contrario de lo que busca: es el absurdo de vivir en la mentira, cuando comienza a parir, con dolores, sudores y sangre, la Vida en la Verdad. Esto es Navidad. La calle habla, o mejor dicho el pueblo ha sacado a cada esquina los dolores de parto, expresa con menos miedo y más transparencia los pujos del alumbramiento. Esto es Navidad. Los artistas defienden la libertad de creación y de expresión y de difusión y de transparencia, porque la Belleza que crean no tiene sentido si la burocracia del Estado taponea los resquicios de luz. Defender y dar a luz a la Belleza es Navidad. Los cuentapropistas, que son hoy los únicos que crean servicios y riquezas, defienden su libertad de emprender, de servir, de crecer, porque la Bondad que crean no tiene sentido si la burocracia de un modelo ineficiente y estéril, no puede parir por sí mismo, ni deja que los demás den a luz a la prosperidad. Defender y dar a luz a las fuerzas productivas y a la iniciativa emprendedora del Bien Común, de la Bondad, es Navidad. El periodismo ciudadano, las publicaciones independientes, los blogueros y todos los que defendemos la libertad de pensamiento, que es inseparable de la libertad de expresión y difusión de lo que pensamos y vivimos, que continuamente es descalificada y reprimida por un Estado que le tema a la Verdad, es Navidad. Buscar, difundir, vivir y compartir la Verdad que cada cual alumbra, es Navidad.

Jesús de Nazaret, nacido en Belén y cuyo alumbramiento celebramos el 25 de diciembre, es el Maestro, el Profeta y la Encarnación de Dios que es la Belleza plena, la Bondad fecunda y la Verdad del Haz que se refracta en el plural espectro multicolor de la diversidad, que es la esencia de Dios que es Trinidad y no unanimidad solitaria y aburrida.

Esta Navidad para Cuba, viene en los momentos más críticos y desgarradores de los últimas décadas. Para compartir la luz de la esperanza que encuentra su sentido más trascendente en el Dios que se hace hombre en el vientre purísimo de María, debíamos recordar todos los cubanos que “no hay parto sin dolor”. Cuba gime con dolores de parto, como María aquella primera Nochebuena, pero no edulcoremos el momento, no fue ni tan aséptico como lo pintan, ni tan placentero como lo sentimos al contemplar las estampas tradicionales. Si Cristo nació como hombre, la virgen parió como mujer, sin manchar en nada su pureza y santidad virginal pero, según la carne, ese alumbramiento es siempre una mezcla de dolor, sufrimiento, gozo y felicidad.

Que el paso por esos dolores de parto no le quite a Cuba, a cada cubano y cubana, la serena certeza y la plena confianza de que tras cada pujo de la realidad nace el tiempo nuevo y la novedad de Dios en cada una de nuestras vidas. Por ello, podemos desear a todos los cubanos, los de la Isla y los de la Diáspora, aún en medio de la incertidumbre de la noche:

Feliz Navidad y un año 2019 que sea Nuevo de Verdad.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.


Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).

Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.

 

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