Por estos días en Cuba se vuelve a hablar en las calles, con más énfasis de lo normal, del desabastecimiento, los problemas con el transporte, el agravamiento de la crisis económica y las consecuentes implicaciones sobre la vida cotidiana y el nivel de vida de los ciudadanos. Una simple caminata por cualquier barrio o ciudad de Cuba demuestra las realidades anteriores, demuestra el malestar de la gente y el deterioro constante de las condiciones de vida. Si bien las autoridades y los medios de prensa se encargan de repetir una y otra vez que la situación actual es diferente a la de los años noventa, lo cierto es que cada vez aumenta más el temor de un regreso y cada vez más se parece la situación actual a la de aquellos años. No se vislumbra una mejora, no se perciben aún los supuestos beneficios de las medidas que se han estado implementando, no se ha recuperado la esperanza de la gente, y cada día que pasa la situación es más preocupante pues junto al descalabro económico se suma un deterioro moral y espiritual evidenciado hace unos meses con los sucesos del mercado de Cuatro Caminos y muchos otros ambientes y situaciones.
La inutilidad de las medidas gubernamentales y la solución de los problemas
Si bien se han tomado medidas y las autoridades constantemente se refieren a las acciones que han estado tomando, como pueden ser la venta en las tiendas en USD, la posibilidad de importación de determinados productos, los aumentos salariales, los reajustes en el consumo energético, entre otras, no se ha observado una reacción de la economía, sino que por el contrario la industria no ha aumentado sus niveles productivos, los servicios sociales cada vez se deterioran más, el desabastecimiento en los mercados continúa y se agrava, incluido en los mercados en USD que supuestamente no sufrirían de las mismas limitaciones de oferta que el resto del comercio.
El enfoque de administración de la crisis, de poner parches, de retocar superficialmente, de avanzar y luego volver atrás es lo que ha predominado a la hora de tomar decisiones económicas y de plantear posibles soluciones a los problemas existentes. Ni siquiera se llega a la altura de las medidas adoptadas en los años noventa, cuando en medio del período especial, se emprendieron reformas mucho más sustanciosas que las actuales (apertura al sector privado, apertura a la inversión extranjera, legalización y adopción de dolarización, etc.). Pareciera que la apertura económica en Cuba ha llegado a un tope en el que las autoridades se aferran a permanecer y del que no quieren salir, es por ello, y no por el embargo norteamericano o la crisis venezolana, por lo que en realidad no se logra una reacción económica mínimamente efectiva para solucionar los acuciantes problemas de la cotidianidad. No son los factores externos los principales problemas de nuestra economía, son las deficiencias internas, la inacción, la falta de visión estratégica, de reformas integrales y profundas.
Recientemente el ministro de economía Alejandro Gil ha afirmado en una entrevista en televisión que no existen intenciones o estrategias para frenar el desarrollo del sector no estatal o privado en Cuba, y eso no lo dudo, pero el problema principal radica en que tampoco existen planes o estrategias reales para impulsar su desarrollo, para potenciar el sector que a todas luces representa una oportunidad para estimular la economía, el sector que puede además potenciar el desarrollo de la propia empresa estatal a través de su engranaje. La ausencia de una reforma integral de la economía sigue siendo el principal obstáculo y responsable de que los mercados estén desabastecidos y de que las condiciones de vida sigan empeorando, reforma integral que debe comenzar por destrabar las fuerzas productivas, por abrirse al sector privado y aprovechar sus potencialidades, por desideologizar la ciencia económica y actuar de acuerdo con la evidencia y la teoría científica. En esto creo que existe un gran consenso entre los economistas cubanos, entre los ciudadanos y toda persona que queriendo el bien de la sociedad cubana mira con racionalidad la situación económica actual.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.