A pesar de que comúnmente repetimos o escuchamos la idea de que de las crisis y retos que impone la vida se aprende, a veces resulta difícil -luego de pasada la tormenta- sentarnos a pensar y hacer balance de esas enseñanzas, experiencias positivas, o aportes que han quedado, y que harán de nosotros mejores personas, o de nuestras sociedades mejores sociedades. En este sentido, considero importante compartir algunas de esas experiencias o cosas positivas que desde mi punto de vista nos ha dejado el 2020 a los cubanos, y que confío harán que el futuro de Cuba sea mejor para todos y cada uno.
- Creció la auto-organización y la participación ciudadana. Durante el 2020 los cubanos hemos aprendido en unos casos, y hemos potenciado en otros, nuestra capacidad de organizarnos desde los espacios de la sociedad civil, con los pocos recursos existentes y amén de las adversidades del entorno, en pos de objetivos comunes, de sueños y aspiraciones que tenemos para nuestro país, y también como respuesta a injusticias y dificultades de la vida cotidiana provocadas por la ineficiencia del gobierno y la inviabilidad del sistema imperante en los últimos sesenta años. Hemos avanzado en ese sentido, se ha fortalecido la participación ciudadana y el descontento social ha encontrado diferentes vías de canalización, un proceso que ha ocurrido “desde abajo”, y a pesar de las dificultades de la pandemia
- Esta mayor participación de los ciudadanos (lejana de los niveles necesarios, pero significativa) fue posible, en gran medida en entornos digitales, gracias al mayor acceso a internet y nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones que se ha logrado en los últimos años en Cuba. Este es el segundo elemento positivo que quiero resaltar. Hemos sido innovadores, hemos buscado nuevas vías, hemos experimentado nuevas formas de asociación, de protestas, de solidaridad, hemos comenzado a usar nuevas maneras de incidir en la realidad que nos rodea, y hemos tenido un impacto en la toma de decisiones. Hoy, incluso el gobierno cubano reconoce públicamente, el alcance, impacto, e imposibilidad de silenciar la voz popular que diariamente crece en redes sociales. Hemos logrado un mecanismo efectivo para la participación, y aunque venía desde antes, considero que ha sido en el año que termina cuando más y mejor se ha usado este mecanismo.
- El 2020 fue también un año de pausas, de reflexión, de repensar nuestros proyectos de vida, de dedicar tiempo a cosas que antes pasaban desapercibidas, de pensar y proponer soluciones para la profunda crisis que vivimos, entre otras cosas que son sumamente necesarias y que a veces, en “tiempos normales” pasan desapercibidas o ni siquiera ocurren. Este año pasado, fue una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de la vida, el valor de la solidaridad, la importancia de estar cerca de la familia y del servicio desinteresado a quienes nos rodean. Fue una oportunidad para reflexionar sobre el dolor, el sentido del dolor y el sufrimiento, pero también para la esperanza, para dejarla nacer, para no darnos por vencido, para apostar por algo.
Siempre que termina un proceso, especialmente si es un proceso doloroso o de crisis, es bueno virar la mirada y sacar moralejas, pensar sobre lo vivido, lo gozado y lo sufrido, lo que pudo ser diferente y lo que hicimos bien. Tomar conciencia del camino recorrido y disponernos a enfrentar el futuro. En este sentido, sería bueno que todos hagamos ese ejercicio de pensar el año que termina, de reflexionar y sacar enseñanzas, y sobre todo que usemos la experiencia vivida para mejorar nuestro presente y futuro, tanto a nivel personal como a nivel de la sociedad en general. ¡Que no comience el 2021, sin que primero hayamos “terminado” el 2020!
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.