Algunas de las medidas económicas del último año y lo que va de 2020 promovidas por el gobierno de Díaz-Canel para -supuestamente- destrabar la economía e impulsar el desarrollo económico, son una prueba y reconocimiento oficial de la existencia de profundas desigualdades en la sociedad cubana. Desigualdades que ante la escasez de números y estadísticas al respecto -indicadores como el coeficiente de Gini no se publican-, y de la propaganda oficial omnipresente en todas las facetas de la vida cotidiana de los cubanos, a veces pasan desapercibidas y pareciera que no existen. No obstante, la situación ha cambiado, ya no parece ser un problema para las autoridades cubanas reconocer públicamente que existen segmentos de mercado con amplio poder adquisitivo y tampoco justifican mucho el hecho de que se diseñen medidas económicas enfocadas en este sector para que disfruten de beneficios que el “cubano regular” no puede disfrutar.
Dos ejemplos claros de lo anterior son la apertura de las tiendas en divisas y la aceptación de una dolarización parcial de la economía, probablemente la medida económica más mediática el pasado año. Y por otro lado, el perfeccionamiento que se ha hecho de dicha medida, incorporando la venta de autos en USD y permitiendo la importación de estos y otros productos. En ambos casos los anuncios oficiales se han realizado con la aclaración precisa de que los bienes -de consumo fundamentalmente, y de alta gama- que se comercializan bajo estas formas van dirigidos a un sector de la población de altos ingresos, y no para todos. Las preguntas al respecto son: ¿Cómo se explica que algunos cubanos tengan 35 000 dólares y más para un auto a pagar al cash, y muchos otros no tengan un salario suficiente para comer un mes? ¿Cómo se distribuyen los ingresos en la economía cubana, de qué forma los impuestos, o las compras de los segmentos de mayores ingresos se reflejan en beneficio de los más necesitados? ¿A dónde van los dólares de las tiendas en USD, si es constatable que en la actualidad estas permanecen desabastecidas, que la industria no ha mejorado en lo absoluto, no se han aumentado salarios ni beneficios sociales de manera considerable? ¿Deberíamos ahora creer que el dinero de los carros, que disfrutarán “algunos privilegiados” y que es excesivamente, alto se reinvertirá eficientemente en el resto del sistema?
Junto a la venta en USD, pudieran señalarse otras medidas económicas que en los últimos años se han emprendido y que ponen de manifiesto las desigualdades de ingresos, pero también las desigualdades sociales en general y en cuanto a acceso a derechos y libertades fundamentales. La posibilidad de viajar, de acceder a internet, de ir a hoteles, de abrir negocios, de comprar casas, todas son “libertades” que algunos cubanos hemos adquirido en los últimos diez años, y que han abierto una brecha social en la sociedad cubana, una brecha que se ha ido ampliando a lo largo de este período y que debe preocupar a todos, pues poco a poco, Cuba se está moviendo hacia una sociedad profundamente consumista, desigual, y conformista respecto al sistema político imperante. Corremos el riesgo de aceptar un cambio como positivo por beneficiar a algunos y no a todos, por beneficiar a las ciudades mucho más que a las zonas rurales, a las nuevas generaciones mucho más que a los mayores, una sociedad que beneficia a los emprendedores, a los jóvenes, a los que tienen acceso a información e influencia política, y a los que logran ingresos en dólares.
Las desigualdades no son un tema ajeno para los cubanos, nunca lo han sido, y es por ello por lo que demandan una atención especial y verdaderas políticas para enfrentarlas. No hablo de igualitarismo, no hablo de limitar la capacidad de crecimiento de personas y negocios, no hablo de limitar la creatividad y el talento de los cubanos, hablo, sin embargo, de no dejar atrás a un segmento amplio de la población, de ocuparnos de los menos favorecidos, de racionalizar los recursos para que todos tengamos las mismas oportunidades y condiciones sociales para el desarrollo personal y comunitario. En este sentido, sería importante garantizar, al menos para empezar: 1. Transparencia, no ocultar las cifras de desigualdad ni disfrazar con la propaganda lo que es una realidad en Cuba, 2. Emprender reformas económicas y sociales -profundas, integradas y dinámicas- que beneficien a todos y no a unos pocos, 3. Lograr la eficiencia en la gestión de los recursos existentes, 4. Combatir la corrupción, el exceso de burocratismo y de centralización en las instituciones del Estado, 5. Avanzar hacia una economía social de mercado donde el mercado facilita la gestión propia de los recursos a los ciudadanos, y el Estado con limitada regulación garantiza políticas subsidiarias y de equidad.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.