La vocación necesita canales y espacio

Miércoles de Livia

Una gran responsabilidad tiene el Sistema de Educación en el cultivo de la vocación. Acompañados por la familia, los centros de enseñanza deben trabajar para, desde edades tempranas, cultivar la vocación de los estudiantes, y esta es una de las grandes fallas del Sistema de Educación cubano, además de maestros y profesores sin verdadera preparación. No se trabaja con la profundidad y seriedad necesarias este aspecto tan importante de la vida. Pero es justo señalar que por otra parte las grandes dificultades de nuestro sistema político-económico atentan contra la libertad de escoger, según la vocación, la profesión futura, incluso la ocupación presente. Es responsabilidad del Estado cubano.

Es por eso que muchos adolescentes en Cuba no saben decidir qué les gustaría estudiar cuando llega el momento de optar por sus estudios universitarios. En ese momento los jóvenes tienden a dar  prioridad a la carrera que más les conviene, ya sea porque tiene más cobertura de empleo futuro,  o porque se estudia en la ciudad donde se reside- ya sabemos la situación precaria de las becas cubanas-,  también por aquella que más beneficios reporta (especialmente viajar al extranjero), o por la que “libera” del Servicio Militar Obligatorio,  y otras razones que muchas veces nada tienen que ver con la vocación, o los talentos.

Pero la vocación necesita un canal por donde correr, por donde estirarse y encogerse, por donde elevarse, hasta encontrar el espacio donde crecer y dar frutos.

Muchos profesionales cubanos tienen que recurrir a otro empleo además del que tienen, y en tristes ocasiones tienen que abandonar su verdadera profesión para ejercer otra que les ayude a vivir. Por ello no nos asombramos cuando vemos a un profesor que administra una paladar, a un maestro que se convierte en pequeño agricultor, a un médico que diseña y elabora zapatos, o que, haciendo enormes sacrificios, vive años y años en otro país, lejos de su familia, cumpliendo una misión que le garantice lo mínimo indispensable. No nos asombramos, pero no es normal.

Es lo que viven y ven nuestros jóvenes y adolescentes. Muchas de sus actitudes irresponsables o indiferentes con respecto a esto son consecuencia de este mal que padece nuestra sociedad y que urge empezar a cambiar si queremos encontrar una solución a este grave problema.

 


Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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