LA INCONSISTENTE GESTIÓN DE LA CRISIS ECONÓMICA

Miércoles de Jorge

Las recientes medidas que aumentan el impacto y el uso del dólar estadounidense en la economía, más allá de si son adecuadas o no en este momento de crisis económica, representan un fracaso desde el punto de vista de la gestión de la política económica en Cuba, por su inconsistencia con las medidas y reformas que se han venido anunciando, debatiendo, y esperando desde hace años. Cuando todo parecía estar listo, para afrontar la reforma monetaria y cambiaria, eliminar el CUC y avanzar hacia el fortalecimiento de la moneda nacional, generando al mismo tiempo una adecuación del tipo de cambio y de sectores de la economía como el comercio exterior; la urgencia de la crisis ha sido el pretexto para “remendar”, acudir a soluciones parciales, y evitar lo que una y otra vez se ha estado repitiendo y proponiendo como solución por disímiles voces: la reforma estructural y profunda del modelo económico cubano.

Al mismo tiempo, diariamente en las noticias se hace un resumen de las reuniones en las que la máxima dirección del país analiza la situación generada por el coronavirus, y plantean soluciones que permitan gestionar la crisis con los mejores resultados posibles y avanzar en la recuperación económica. He escuchado de las noticias y de las intervenciones de las autoridades afirmaciones como las siguientes: “hay que producir”, “estamos listos para enfrentar esta situación”, “se están tomando las medidas necesarias”, “hay que destrabar las fuerzas productivas”, “se está avanzando”, entre muchas otras expresiones que al mirar la realidad se quedan totalmente vacías y sin sentido. Ni se está produciendo, ni se está avanzando significativamente, ni las cosas están bajo control, ni se está haciendo todo lo necesario para mejorar las condiciones de vida de la gente. Las colas interminables e inhumanas siguen en todo el país producto del desabastecimiento de los mercados minoristas y del férreo control sobre la oferta informal, los campesinos siguen sin incentivos reales para producir, se sigue satanizando y reprimiendo lo privado, la ineficiencia de la empresa estatal continúa y se acentúa (como en el caso de la pésima gestión del comercio electrónico), entre otros agravantes.

La improvisación, poca profesionalidad, e irrespeto a los cubanos, son características de la gestión económica de la crisis actual. Improvisación porque se es inconsistente, porque se saltan discrecionalmente las pautas establecidas por las propias autoridades cubanas, y a menudo respaldadas por una parte de la población, y porque no se asumen estrategias -validadas por la ciencia y la experiencia- de crecimiento para el corto, mediano y largo plazo capaces de generar desarrollo. Poca profesionalidad porque se experimenta irresponsablemente con el bienestar económico de un país y de su gente, porque se ignora y sataniza a quien desde el conocimiento propone soluciones viables económicamente pero sin color político e ideológico, y porque la gestión económica está plagada de contradicciones, inconsistencias, ineficacia, etc. Por último, y más importante, se está irrespetando al pueblo cubano, se está manipulando, reprimiendo, bloqueando, sometiendo a la gente. Cada vez que no se emprende una reforma por criterios políticos e ideológicos se afecta directamente al cubano de a pie, y se beneficia la élite que obtiene beneficios con el sistema imperante, cada vez que se bloquea la iniciativa privada, que se obstruye la creatividad, que se ponen trabas al despliegue del talento y las capacidades de la gente se está irrespetando profundamente a nuestro pueblo y se está sometiendo a la persona y su dignidad a los mandatos, decisiones, deseos de la élite gobernante.

Si algo va quedando claro respecto a la gestión de la crisis que ha hecho el gobierno cubano es que la apuesta por los cambios reales no está sobre la mesa, que las consignas y promesas de discursos y documentos políticos (como los lineamientos o la constitución donde se habla de prosperidad, de destrabar fuerzas productivas, de mejorar el nivel de vida de la gente) son solo palabras desconectadas de la realidad, para alimentar sueños o aspiraciones de prosperidad de un pueblo con ganas de avanzar hacia condiciones de vida mejores. A pesar de ello, tengo esperanza en los cubanos, sé que pronto seremos capaces de percibir las potencialidades que tenemos y de destrabar las fuerzas que verdaderamente nos bloquean y nos frenan, aquí dentro de Cuba.

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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