En su visita a Cuba en 2015, especialmente en el encuentro con los jóvenes en la sede del actual Instituto de Estudios Eclesiásticos padre Félix Varela, el Papa Francisco hacía una invitación a los cubanos para vivir la amistad social. No sólo a los jóvenes, sino a todos los cubanos, no sólo a los cristianos, ni a los que siguen unas ideas u otras, simplemente a todos. Y es una invitación a todos, porque no hay otra forma de entender una auténtica y genuina amistad social, no existe tal realidad, cuando basados en prejuicios y otros criterios, dejamos de lado a una parte del cuerpo social, a una parte de la familia humana, una parte del pueblo cubano, en definitiva, a personas concretas como nosotros, aunque diversas.
Momentos de crisis como los que se viven en Cuba, a menudo generan condiciones propicias para la violencia. Lo hemos visto recientemente, a partir de los sucesos del 11 de julio y días posteriores. Muchos advirtieron que eso podría ocurrir si no se generaban desde el gobierno soluciones verdaderas a los disímiles problemas de la vida cotidiana en Cuba. Problemas que no se reducen a lo económico, sino también al ámbito político, cultural, etc., y que siguen existiendo a pesar de la propaganda, de la represión, del triunfalismo de las autoridades. Problemas que traerán nuevas tensiones, y pudieran generar más violencia, si no se toma una acción decidida para -desde la raíz- solucionarlos.
Cuando hay crisis, las emociones afloran; la angustia, la desesperación y la rabia por las situaciones que a diario hemos de enfrentar nos colocan en un estado de desequilibrio emocional. Esto puede cegar nuestra inteligencia, opacar la razón, abriendo la puerta a acciones desesperadas, a la reacción automática y constante ante lo que percibimos, a no dejar que el tiempo cambie las circunstancias y nos permita por tanto una decisión más prudencial. De esta forma, no es extraño que afloren divisiones, que se acentúen posturas extremistas, que nos pongamos unos en contra de otros, que pasemos todo el tiempo buscando culpables y nos olvidemos de hacer algo por solucionar los problemas. Lo hemos visto en los últimos días en la realidad cubana, y sucede que estas situaciones son lamentables porque pueden abrir una puerta a la violencia, pueden cerrar la puerta a la amistad social, tal y como ha ocurrido.
Reconstruir Cuba desde la amistad social.
Si tomamos la conocida idea de nuestro apóstol “con todos y para el bien de todos” encontramos una profunda coincidencia entre este ideal y lo que nos plantea el Papa Francisco con su propuesta de la amistad social. Se trata de ir juntos, de ir acompañados, de caminar en colaboración con otros, y que además ese otro no se reduzca a aquellos que me caen bien, que me parecen buenos, o que considero valiosos, sino que se trata de construir con absolutamente todos los cubanos, el bueno y el malo, el comunista y el capitalista, el rico y el pobre, el disidente y el progobierno. Una Cuba con todos y para el bien de todos, es una Cuba donde se vive y se cultiva la amistad social, donde no importa quién seas o cómo seas, importa que eres una persona, un cubano, como yo, valioso y digno de ser tomado en cuenta más allá de cualquier condicionamiento, y de asumir esa verdad para avanzar en colaboración hacia la edificación de un futuro mejor.
De este modo, reconstruir desde la amistad social, es hacerlo desde el encuentro, desde la apertura a la realidad de los demás, desde el abandono del individualismo y de cualquier postura que equivocadamente sugiera que somos suficiente, que sólo importa nuestra realidad, que solos avanzamos más, que los demás (especialmente quienes piensan diferente a mí) son un estorbo, que no importa lo que otros quieran sino lo que yo quiero, que primero mi familia y mis cosas y los demás que se arreglen. Superar estas ideas, profundamente arraigadas en no pocos cubanos, es una urgencia del presente, es una necesidad inmensa de cara al futuro inmediato.
La realidad cubana actual es un llamado fuerte y constante a dejar atrás el individualismo, el odio, la violencia, la separación, es una llamado urgente para asumir -desde nuestro espacio, desde nuestros círculos de incidencia- que solo avanzaremos hacia un país verdaderamente desarrollado si lo hacemos desde la amistad social, desde el caminar junto a otros, desde el construir por y para otros, desde la humildad de quien se reconoce incompleto e indigente y por tanto necesitado de otras realidades que exceden la de mi propia existencia.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.