De una forma u otra, a muchos cubanos nos alegraron los sucesos del 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura de Cuba. Sin duda, un hecho memorable, histórico, importantísimo, emocionante, esperanzador, y cargado de buenas energías e intenciones por parte de los participantes respecto al futuro de Cuba. En tal sentido, y a partir de lo que en dicho lugar tuve el inmenso placer de presenciar, me animo a compartir algunas ideas que me parecen interesantes.
Una protesta por Cuba
Si bien el detonante fue San Isidro, la protesta de la calle 2, trascendió a San Isidro, fue más allá, sin negar ni olvidarse en ningún momento de San Isidro, reclamo constante entre los participantes. Fue una protesta por Cuba, por la libertad y los derechos de todos los cubanos, por el cese de la represión y el hostigamiento contra el arte y los intelectuales que se desenvuelven de manera independiente. Fue un grito de libertad, una expresión del cansancio y las frustraciones acumuladas por un gobierno que limita las libertades y los derechos de sus ciudadanos.
No hubo, en ningún momento ánimo de excluir, no fue precisamente una manifestación en contra del gobierno, no fue una manifestación en contra de quienes defienden el socialismo, todo lo contrario, fue una manifestación para incluir, para exigir espacios, derechos y libertades que permitan una Cuba donde todos seamos respetados, y no solo quienes comulgan con el sistema imperante. Fue una manifestación a favor de un cambio, de una reforma verdadera, de transformaciones que trasciendan el papel y se hagan realidad, nunca fue una manifestación para denigrar, ni para satanizar, ni para etiquetar, ni para estar en contra de otras personas.
Una protesta pacífica
El espíritu no violento, sereno aunque marcado por el miedo o la preocupación, prudente, y optimista, fue probablemente lo más importante de la manifestación. No hubo espacio para la violencia de ningún tipo, no hubo espacios para los enfrentamientos ni las descalificaciones. Todo fue paz, tranquilidad, alegría, espíritu constructivo, espíritu de diálogo, de reconciliación, de moderación.
Todos los presentes o la gran mayoría creíamos en el diálogo y apostamos por el mismo, queríamos evitar actos de violencia, queríamos mantener un espíritu constructivo, y se logró, a pesar de los momentos tensos y difíciles de la noche, a pesar -incluso- de la represión que en algún momento se hizo presente por parte de los agentes del orden. Fueron los aplausos la única arma, mediante ellos expresamos nuestros deseos y nuestros sueños, con los aplausos denunciamos la represión y mantuvimos la calma, con los aplausos nos animamos unos a otros e hicimos crecer el apoyo a nuestra causa, con los aplausos logramos ser escuchados y conquistamos espacios, con los aplausos gritamos libertad y exigimos el respeto a los derechos de todos los cubanos.
Una protesta, para proponer
Otra de esas características que marcó el éxito de los sucesos del 27 de noviembre, fue el espíritu constructivo, propositivo, proactivo. No fuimos a quejarnos (aunque también), fuimos a proponer un diálogo, a exponer unas razones y defender unas verdades desde el reconocimiento del otro como interlocutor válido, y desde cierta confianza en la efectividad del diálogo como método de resolución de conflictos. Conscientes de los riesgos de dialogar con el gobierno cubano, en este caso representado por el Ministerio de Cultura, pero confiados en que Cuba debe construirse “con todos y para el bien de todos”, no con unos pocos, incluso cuando estos pocos declaren que buscan el bien de todos. Para ser más claro: no se puede construir una Cuba nueva, libre, soberana, democrática, respetuosa de la persona humana y del bien común sin contar y dialogar con quienes creen y defienden el socialismo, o cualquier otra ideología. Y esa era -desde mi punto de vista- una convicción compartida por quienes estábamos frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre.
Una protesta, con Cuba en el centro y como lo más importante
Más allá de los diversos intereses de quienes se agruparon frente al ministerio, más allá de la profunda diversidad existente, hubo siempre un norte importante: Cuba en el centro, Cuba primero: lo cual se tradujo en demandas concretas que trascendían a los propios intereses particulares de los involucrados, y que se centraban en lo que nos beneficia a todos, no solo en el corto sino también en el mediano y largo plazo.
Todos estábamos por Cuba, por una Cuba donde quepamos todos, y esa premisa se impuso ante cualquiera que fueran los intereses particulares de los presentes, eso se impuso incluso ante las provocaciones de quienes a todas luces intentaron desestabilizar el orden, la paz y el espíritu de la manifestación.
Una protesta que crea importantes precedentes
Por último, esta fue una manifestación que crea precedentes importantísimos para el futuro de Cuba: 1. Se puede forzar al gobierno a dialogar, 2. Se puede protestar cívica y pacíficamente sin terminar en la violencia, 3. Se puede lograr un orden, una organización, un espíritu constructivo y democrático entre mucha gente diversa, 4. Se puede lograr el reconocimiento de la sociedad civil como interlocutor válido, 5. Se demuestra que no son pocos quienes apoyan y promueven este tipo de actividades pacíficas y enfocadas en el diálogo.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.