Casi que con la misma exactitud de una fórmula matemática, se comporta la relación entre las oportunidades en el mercado de trabajo para los jóvenes cubanos y la emigración. El Papa Francisco en su visita a Cuba alertaba sobre lo peligroso de los “jóvenes retirados”, esos que se dedican a no hacer nada cuando tienen toda una vida por delante. Sin dudas este es un factor que tiene que ver con la educación, pues incluso en países avanzados en los que existen oportunidades es posible encontrar este tipo de personas que no toman las oportunidades que se presentan o que no salen a buscarlas. No obstante, el problema mayor -en el caso de Cuba- viene por el lado de la falta de opciones, no es sólo algo cultural o de educación el hecho de que nuestros jóvenes no encuentren qué hacer, o no sepan moverse para encontrar oportunidades, hay evidencia suficiente de que, incluso cuando existe la voluntad y el ánimo de trabajar, de dar un rumbo a la vida, con frecuencia la realidad cotidiana en la que vivimos los cubanos “obliga a retirarse joven”.
No son pocos mis amigos, familiares, y compañeros de estudios que se dedican a no hacer nada o muy poco, que viven con el sueño de emigrar (y mientras tanto “matando el tiempo como se pueda”), o que apuestan pasivamente porque “aparezca” un trabajo, un negocio, una manera de resolver los problemas económicos. Jóvenes talentosos, personas honestas, a menudo profesionales que no encuentran oportunidades laborales en las que desarrollarse profesional y personalmente.
¿Qué pasa con ellos, si como bien sabemos el trabajo dignifica a la persona, permite su realización personal, ofrece métodos dignos de subsistencia? ¿Profesionalmente qué pasa con el ingeniero que no ejerce por no conformarse con los bajos salarios del sector estatal, o con el maestro que tiene ideas diferentes a la ideología imperante lo que con frecuencia constituye motivo de discriminación en centros educativos? ¿Qué hace un joven que no herede o adquiera de su familia o amigos los recursos para iniciar un negocio? ¿Por qué no hay opciones para que quien no quiera hacer su servicio social luego de la universidad pueda continuar ejerciendo su profesión en el sector privado, o por qué se le inhabilita el título universitario?
Pero a estas preguntas se le suman otras de carácter más práctico y fundamentales desde un punto de vista económico. ¿Por qué no potenciar al sector privado mayor empleador neto en la actualidad, si como sabemos hacen falta opciones laborales para nuestros jóvenes? ¿Por qué no promover oportunidades para que nuestros jóvenes se queden trabajando en el país, si como sabemos en unos pocos años nuestra población estará alta y sensiblemente envejecida, situación totalmente insostenible desde un punto de vista económico? ¿Por qué no diseñar unas reglas del juego que estimulen la creatividad, la innovación, el emprendimiento, y con ello que generen más puestos de trabajo, más salarios, más prosperidad para el país en sentido general?
El trabajo tanto como el estudio es fundamental para la vida de una persona. No hacemos nada con tener una muy baja tasa de analfabetismo, una alta tasa de graduados universitarios, y muy pocas oportunidades para esas personas que demandan un puesto laboral en el que puedan realizarse. Una oportunidad que permita encontrar los recursos necesarios para una adecuada calidad y nivel de vida, donde puedan encontrar satisfacción espiritual y material. No hay que regalar las cosas a la gente, no hay que repartir peces, pero sí hay que enseñar a pescar y diseñar mecanismos eficientes que permitan a las personas conquistar su propio futuro personal y familiar, que permitan a los cubanos ganarse las cosas por sí mismos, que demuestren a los jóvenes cubanos que vale la pena apostar por Cuba y trabajar por su futuro.
Una vez más, es muy preocupante ver en la Cuba actual a miles de “jóvenes retirados”, y no precisamente por opción personal. Es preocupante ver a nuestros jóvenes (aquellos que son la dulce esperanza de la Patria) partiendo a otras tierras, no siempre por opción personal sino “obligados por las circunstancias”, dejando la vida pasar sin tener un proyecto de vida, un trabajo, algo útil y edificante en lo que gastarse el tiempo. La economía cubana ha de generar oportunidades para los jóvenes, de lo contrario, el progreso se seguirá alejando, el horizonte seguirá nublado, y la vida cotidiana seguirá cargada de frustraciones y desencantos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.