La desconfianza entre cubanos es uno de los mayores males que nos afectan por estos días, cuando la represión y las campañas de difamación arrecian. Al conversar con familiares, amigos, y más aún con vecinos, compañeros de trabajo o desconocidos, y específicamente cuando hay temas que tienen que ver con política, ideología, con la realidad que se vive en el país, casi siempre estas conversaciones están acompañadas por un inevitable sentimiento o sensación de miedo y desconfianza, o de prudencia (a menudo extrema), de temor innato que aunque a veces lo enfrentemos siempre subsiste y de alguna manera nos hace temer y cuestionarnos la legitimidad de nuestras actitudes, de nuestras opiniones, de nuestros actos, como si no tuviéramos el derecho de ser libres y expresarnos en cualquier ambiente -con respeto- pero dejando claros nuestros valores, principios e ideas sin tener que autocensurarnos, o temer a posteriori por lo que dijimos e hicimos.
Efectivamente, no se reconocen muchos de nuestros derechos a pesar de que los tenemos por naturaleza, y es precisamente por ello por lo que tememos, porque sabemos que puede haber consecuencias, de hecho, a menudo las hay. Porque sabemos que el simple hecho de practicar un derecho nos coloca involuntariamente en la silla de los acusados, nos coloca como enemigos del sistema -incluso a los más pacíficos y conciliadores- y nos expone a la manipulación y la difamación protagonizada por un gran aparato de medios estatales ante el cual es difícil escapar.
Hay miedo de ser desprestigiados, hay miedo de ser cuestionados por familiares, amigos o compañeros de trabajo, hay miedo de ser sometidos a procesos penales construidos para “embarcarte la vida”, hay miedo a las presiones, citaciones, vigilancia, represión, miradas, y a un montón de cosas más. Y es normal que sea así, es totalmente humano. Que no crea el gobierno cubano que gana por el hecho de que exista miedo, ni que crean los que quieren un cambio que perdemos porque tenemos miedos, o porque no queremos sufrir violencia de ningún tipo.
En todo caso, es cada vez más evidente, que un porciento considerable de gente no cree lo que dicen los medios oficiales, son tan burdos los reportajes contra disidentes que caen en contradicciones y errores que las personas perciben y que a veces también conducen a entender que no es veraz lo que se dice. Y es cierto también que cuando se lucha por una causa justa, que cuando se está en el camino correcto (el de la paz, la justicia, el amor, la verdad, la libertad y los derechos de todos), a pesar de los miedos, y de cualquier otro obstáculo que imponga el poder, no hay frenos para la acción humana, no hay límites que detengan a los pueblos, la verdad y la libertad se impondrán, es solo cuestión de tiempo.
Sin duda, se aprecia en Cuba en las últimas décadas de la mano de las nuevas generaciones, forzado por la realidad, y facilitado por las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones y el acceso a internet, y otras transformaciones importantes, cómo los cubanos han avanzado al menos en dos aspectos claves para superar los miedos y participar en la construcción de una sociedad más libre y democrática. Estos aspectos en los que creo hemos avanzado, pero en los que sin duda quedan muchísimas cosas por hacer, y representan un desafío personal y social enorme son los siguientes: 1. Ha disminuido en Cuba la tendencia a ver al otro como un enemigo, ha bajado la participación del pueblo en la violencia promovida por el gobierno contra cubanos, ha disminuido la “efervescencia revolucionaria”, ha crecido la tolerancia a las diferencias y estas cada vez son más visibles. Aún queda mucho camino por andar, y aunque pareciera lo contrario por momentos, en sentido general, creo que es una tendencia irreversible en los últimos años. Ya la gente no participa como antes de la violencia y el extremismo promovidos por las autoridades. Y 2. Al mismo tiempo que caen los niveles de participación en las estructuras e instituciones gubernamentales, aumenta la participación de los ciudadanos de forma autónoma, independiente, en el debate público, mediante la queja y la denuncia, mediante el contacto directo con otros ciudadanos, gremios, o grupos de la sociedad civil con los que se identifican.
Aún queda mucho por andar para lograr más confianza entre ciudadanos, para que haya verdadera amistad cívica; aún tenemos mucho que hacer para educarnos en el dominio de nuestras emociones y sentimientos, para que el miedo no nos frene ni nos domine, para que podamos decidir con la inteligencia y no movidos por el terror o el odio ante las situaciones que se presentan; aún queda mucho por lograr para contar con una ciudadanía madura y viva, que participe activamente en los procesos económicos y políticos de nuestra sociedad, que garantice la efectividad de unas estructuras de gobernanza. Pero la buena noticia, es que estamos dando pasos en esa dirección, que se aprecian tendencias (de varias décadas) dentro de la sociedad civil en esa dirección que, a pesar de los miedos, de la violencia, de la represión, y cualquier otro obstáculo, hay razones para la esperanza, hay razones para seguir apostando por una Cuba nueva, hay razones para creer que vale la pena apostar por Cuba y un futuro mejor a pesar de los obstáculos del camino.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.