Al ver y analizar la primera entrevista hecha por la cadena Telesur al presidente cubano Miguel Díaz-Canel que fue transmitida el pasado domingo, resalta repetidamente la desconexión de su discurso y sus argumentos con el sentir y la manera de vivir de un número -creo que grande- de cubanos. Si bien esto no sorprende, pues no es nuevo en Cuba en los últimos sesenta años, no deja de llamar la atención como un problema que requiere de una solución urgente con vistas a la construcción de una verdadera democracia, donde los gobernantes sean servidores y respondan a los intereses del pueblo en lugar de imponer decisiones “desde arriba” o intentar convencernos de que todo marcha bien cuando en realidad sabemos que no es así.
Un buen político, aún más si es el presidente de un país, debe saber leer con claridad los signos que la realidad va presentando, sueños, aspiraciones, frustraciones y desesperanzas de su pueblo, así como saber interpretarlos y construirse una idea realista del momento espiritual y material en el que se vive. Nuestras autoridades en cambio, a menudo expresan conclusiones -cuando menos- incoherentes sobre el sentir de los cubanos, hacen generalizaciones sin tener en cuenta la inmensa diversidad de nuestro pueblo, o defienden de forma intimidante lo que muchos saben indefendible. Situación que se vuelve más preocupante frente a un proceso de reforma constitucional donde un solo grupo y de un mismo color político es el que propone y decide el contenido de la futura constitución, pues dadas las pocas garantías y mecanismos para una efectiva participación ciudadana, los criterios y propuestas de los diferentes a menudo pasan desapercibidos.
Cuestiones -expresadas por Díaz-Canel en su discurso- como señalar al “embargo como el principal obstáculo al desarrollo y la prosperidad de Cuba”, o que Cuba está “más cerca de la construcción socialista, que es compleja y amplia”, que las “generaciones jóvenes de cubanos se identifican con la Revolución y el Partido ” por lo que aprueban la existencia de un solo partido político son ideas que se alejan bastante del sentir popular, solo hay que salir a la calle y escuchar lo que la gente habla mientras espera la guagua o hace una cola para acceder a un servicio. Para acercar el discurso a la gente, a nuestra vida cotidiana en la Cuba de hoy, y de esa manera propiciar una verdadera representación donde los políticos respondan a los intereses de los ciudadanos en lugar de imponer sus propias agendas son necesarios algunos cambios como los siguientes:
1. Garantizar verdadera libertad de expresión y respecto de la diversidad. En una sociedad donde expresarse puede ser considerado delito, y pensar o ser diferente puede implicar una traición a la Patria como se propone en el proyecto de constitución, muchos ciudadanos prefieren callarse, ser indiferentes, no cambiar o exigir sus derechos. Las autoridades en cambio se creen con el derecho de hablar por ellos y decirse representantes auténticos de sus intereses, lo que no es más que una gran falacia.
2. Propiciar un mayor acceso a internet y una diversificación en cuanto a los medios de comunicación social y sus contenidos. Este es un camino efectivo para que la gente se exprese, propongan, critiquen y hagan llegar sus verdaderos y legítimos intereses al resto de la sociedad civil y a las autoridades. Si no existe una fluida e intensa comunicación entre gobernados y gobernantes, es imposible que haya verdadera representación y democracia, los medios de comunicación e internet son una valiosa herramienta para propiciar esa comunicación en ambas direcciones.
3. Reconocimiento y fortalecimiento de la sociedad civil. Se refiere a generar los marcos legales y las condiciones necesarias para que la sociedad civil, crezca, madure y se desarrolle por sí misma, con autonomía, independencia y legalidad, de modo que esta pueda influir, supervisar y evaluar el accionar del Estado. Sin una sociedad civil fuerte y diversa también es imposible la democracia, pues no hay manera de garantizar la soberanía del pueblo y la consecución de sus verdaderas aspiraciones e intereses.
Cuba necesita estos tres cambios con urgencia, la nueva constitución ha de garantizarlos, de lo contrario seguiremos -como hasta hoy- escuchando discursos totalmente desconectados de la realidad que sentimos, vivimos y sufrimos cada día; y lo que es peor, las políticas y reformas aplicadas seguirán sin adelantarnos hacia el país próspero, libre, justo y soberano que muchos soñamos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.