El emprendimiento, además de ser una poderosa herramienta que podemos usar para cambiar la situación actual de nuestro país, es parte intrínseca de la naturaleza humana, las personas somos emprendedores porque Dios nos hizo así, para que con nuestra creatividad y libertad innatas transformáramos el mundo. En este sentido, si un reto impone la realidad cubana actual es el de descubrir que somos emprendedores y que podemos despertar este espíritu en nuestro interior, el de no dejar pasar la vida esperando a que las cosas caigan del cielo o culpando a los demás de los problemas que nos frenan, y por el contrario emprender el camino, iniciar algo, movernos adelante, inventarnos oportunidades incluso cuando la realidad sugiera el estancamiento, la indiferencia, la rendición.
Ya los cubanos tenemos fama de ello, pero aún podemos hacer mucho más, y aún podemos entender el emprendimiento como una actitud ante la vida y no solamente como la capacidad para iniciar un negocio en busca de potenciar nuestros ingresos. También somos emprendedores cuando generamos propuestas de soluciones a los problemas políticos y sociales que aquejan a los cubanos, cuando diseñamos nuevas formas para exigir nuestros derechos, cuando nos ocupamos de pensar el futuro del país, o cuando coordinamos y organizamos a la gente en nuestros ambientes para que hagan algo. Ser emprendedor en la realidad actual significa iniciar nuevas empresas (en el sentido amplio de la palabra), buscar razones para ser optimistas, encontrar proyectos de vida en una realidad adversa para ello, animar a los demás a vivir con mayor plenitud.
Todos los seres humanos somos seres creativos, seres capaces de innovar, de cambiar los espacios y realidades en las que nos desenvolvemos; todos tenemos carismas, talentos y vocaciones que pueden ser puestas al servicio de otros. Si bien, las circunstancias a veces hacen creer que no todas las personas somos así, un ejercicio verdaderamente renovador, sería que los cubanos despertemos ese espíritu creativo que llevamos dentro, descubramos nuestras capacidades y potencialidades, para que luego de explorar los problemas y necesidades existentes a nuestro alrededor demos el paso -siempre arriesgado, pero sumamente importante- de innovar, de emprender, de crear y generar cambios positivos en nuestras vidas, familias, centros laborales, y sociedad en sentido general. No importa la escala, no importa el ambiente en el que se decide “crear o empezar algo”, no importa si no se es el mejor, no importa si nuestro emprendimiento no es lucrativo: todos tenemos talentos que podemos poner al servicio nuestro y de otros para solucionar problemas, y eso es también ser emprendedor. Cuba necesita -hoy más que nunca- del espíritu emprendedor de su gente.
Si bien los obstáculos al emprendimiento en nuestra realidad son muchos, siempre existe la manera de avanzar cuando se cree verdaderamente en el proyecto o empresa que se pretende impulsar, cuando se valora la fuerza de lo pequeño y se avanza despacio pero a pasos firmes, cuando somos perseverantes y tenaces en la lucha por conseguir lo que se busca, cuando se es arriesgado y al mismo tiempo responsable y prudente en cada paso dado o decisión que se toma.
Ser buenas personas y ser personas emprendedoras está -aunque a veces no lo parezca- al alcance de todos, y estas sencillas empresas nos permitirán una mayor realización personal y vivir en unos ambientes más dignos, seguros, desarrollados y libres. Como diría el profesor Calviño: “¡Vale la pena!”.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.