Elecciones y esperanzas

Foto de Adrián Martínez Cádiz.

Entre el dicho y el hecho, como entre las elecciones y las esperanzas, puede haber un buen trecho. Los candidatos casi siempre protagonizan las elecciones y los electores depositan sus esperanzas. En una verdadera democracia debería ser al revés: los protagonistas con el valor de su voto deben ser los ciudadanos y los candidatos deben ser los que esperen la voluntad de su pueblo. Todo esto y mucho más es la democracia. Pobre de los pueblos en que ni elecciones ni esperanzas.

En Cuba, hubo elecciones aunque no perfectas, como casi en ningún lugar del mundo. Pero en ellas viví la alegría y la competencia por elegir libremente y sin miedo al que cada cubano consideraba el mejor. Hubo dos presidentes electos de esta forma que fueron pinareños: Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. Eran tiempos de multipartidismo que reflejaba la diversidad de maneras de pensar y de actuar propias y constituyentes de todos los pueblos de la Tierra. Ninguno de los dos aspiraron a perpetuarse en el poder y eso no es poco. Ninguno descalificó a sus adversarios políticos tildándolos de enemigos de la Patria. Como ocurre en el amor y en la familia, cada cual amaba a la Patria a su forma y para gustos se hicieron los colores.

Sabían que la alternancia en el poder tras haber cumplido el período de mandato establecido era lo normal en las democracias y que esa alternancia dependía de dos cosas principales: que el adversario no cumpliera con lo prometido en la campaña electoral que lo llevó al poder y que su partido mantuviera la representación de las legítimas esperanzas de su pueblo.

No todo fue color de rosa en nuestra era republicana antes del 1959. Hubo dictadores que intentaron la prórroga de poderes como lo intentan otros hoy, en Cuba y en otros países. Algunas propuestas de la “posibilidad de elección indefinida” sorprendieron a muchos en la reciente Asamblea Nacional cubana. A lo largo de ambos períodos, antes y después del 59, han existido las promesas incumplidas y las esperanzas frustradas. Una de ellas, la restitución de una Constitución, la de 1940, la más progresista para su época, y redactaron otras similares a las de países extraños y lejanos.

Me pregunto: ¿cómo enterarse de las esperanzas reales de sus conciudadanos si los medios de comunicación solo dan espacio en la radio, la televisión y la prensa escrita a los partidarios de una forma de concebir el país? ¿Cuántos ciudadanos en el mundo podrán creer que existe un país donde todos tienen una sola forma de pensar, de expresarse y un solo partido que puede representar todas y cada una de las esperanzas de un pueblo mestizo, heterogéneo, tan plural como el ajiaco de su cultura y el color de nuestra piel?

Solo pensemos en aquellos países de Europa central y del Este que durante tanto tiempo hicieron creer al mundo que siendo monopartidistas y haciendo elecciones con un solo candidato eran capaces de representar y servir a las esperanzas de todas las tendencias y colores que se intentaban ocultar tras un muro que hace 31 años que cayó definitivamente en Berlín. Quedan muchos muros que ocultan las esperanzas de los pueblos que sobreviven tras ellos.

Lo que ha pasado después de la caída de aquel muro es historia conocida y comprobada. No es una historia perfecta tampoco. La perfección no existe en este mundo más que en los sueños de los que no quieren que vivamos en la verdad. Pero hay la posibilidad de expresar las esperanzas en los medios, hay libertad de reunión y asociación, hay división de los tres poderes y hay elecciones con varios partidos y con diversas esperanzas y frustraciones.

Todas las elecciones libres y democráticas reflejan, de alguna manera, la situación en que se encuentra el país que elige y las esperanzas que se depositan en la elección de uno o de otro candidato. Pero lo más importante es que esos pueblos pueden organizarse para expresar sus preferencias políticas, pueden presentar libremente sus candidatos en la televisión y pueden reclamar ante tribunales independientes sus discrepancias.

Lo que sí nos quita la esperanza son aquellos pocos casos en el mundo donde nadie se pregunta quién saldrá, ni hay recuento de votos, ni hay diferentes partidos, ni hay elecciones directas de las máximas autoridades. En esos casos la distancia entre elecciones y esperanzas se hace infinita, insoportable.

Ojalá que esto cambie pronto. Yo creo que sí. Y depende de nosotros los cubanos.

 

 


  • Luis Cáceres Piñero (Pinar del Río, 1937).
  • Pintor.
  • Reside en Pinar del Río.
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