Hace unos días, un amigo médico me escribía que había tenido que tomar la decisión de renunciar a su profesión y marcharse de Cuba, sin saber todavía a ciencia cierta la vía de escape que escogería: “La primera que se me presente”- recalcó.
Le pregunté si había reflexionado sobre las causas que lo impulsaban a marcharse y si había hecho un discernimiento sobre las consecuencias que supone dejarlo todo.
Me respondió que lo había pensado bien y que la primera y principal motivación era facilitarle a sus dos hijos un futuro mejor. Que su generación, y la de sus padres y abuelos habían perdido sus vidas esperando por las promesas siempre incumplidas y además retrocediendo siempre de mal a peor.
Esta situación no es nueva. Desde el primer año de la llamada revolución se han producido reiterados éxodos migratorios desde Camarioca hasta la salida por “los volcanes” y el “parole”. Las familias desgarradas, los proyectos de vida destruidos, las nostalgias incurables del exilio y las muertes incontables en el Estrecho de la Florida, en las selvas y ríos, en el paredón y en las cárceles.
Uno de los impactos más graves de estos éxodos masivos ha sido el deterioro del sistema de salud pública en Cuba.
En efecto, el sistema de salud en Cuba sufre la falta de medicamentos, instrumental, material quirúrgico y de cura y todo lo demás. Sin embargo, el peor impacto es la salida de miles de trabajadores de la salud, teniendo en cuenta que para formarlos se han necesitado años y recursos.
Las estadísticas son horripilantes:
Solo en el año 2022 Cuba perdió 12 065 médicos. Según datos oficiales recogidos en el Anuario Estadístico de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), se dice que de 312 406 profesionales en 2021, los facultativos de la salud disminuyeron a 281 098 en el año 2022. En cuanto a los médicos especialistas, la cifra pasó de 106 131 en 2021 a 94 066 en 2022.
A la falta de recursos y medicamentos se une la falta de personal cualificado. Incluso, en las últimas horas se ha conocido el caso de una doctora que ha renunciado al ejercicio de la profesión porque, como ha declarado: “Ya no puedo curar ni aliviar porque no cuento con los recursos”.
El éxodo más grande de la historia de Cuba ha afectado también los servicios estomatológicos. De 20 903 profesionales que prestaban servicio en 2021, solo quedaban 17 657 en 2022. Cuba perdió 3 246 estomatólogos en un año con el consiguiente impacto en la salud bucal de los cubanos.
Como se puede comprobar, la relación entre el éxodo y el deterioro de los servicios de salud pública en nuestro país es de los problemas más graves que sufrimos los cubanos.
Viajar es un derecho humano universal y por tanto la solución no debe ir contra ese derecho. Es necesario profundizar en las causas del problema, y yendo hasta la raíz todos sabemos que la causa primigenia del éxodo es el sistema que, al no funcionar por falta de libertad, derechos y democracia, ha provocado la crisis estructural, económica, política y social que, a su vez, ha causado que la vida, el trabajo, el salario y las condiciones laborales de los trabajadores de la salud sean insostenibles.
Esta es la causa más profunda. Por eso la solución a la falta de personal médico y estomatológico no debe ser la “regulación”, sino los profundos cambios sistémicos que solucionarían de raíz la situación invivible que los empuja a emigrar.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.