El apagonazo

Por Gabriel García García
Image
Ayer me encontraba trabajando sobre las ocho de la noche, cuando, de pronto, las lámparas de luz fría de mi casa, el ventilador y todo lo demás comenzaron a fallar hasta que todo se apagó por completo.
Instintivamente me dirigí a buscar alguna vela para alumbrarme y casi automáticamente, (un rezago del período especial que se ha quedado desde mi infancia),

Por Gabriel García García
Torre de electricidad.

Torre de electricidad.
Ayer me encontraba trabajando sobre las ocho de la noche, cuando, de pronto, las lámparas de luz fría de mi casa, el ventilador y todo lo demás comenzaron a fallar hasta que todo se apagó por completo. Instintivamente me dirigí a buscar alguna vela para alumbrarme y casi automáticamente, (un rezago del período especial que se ha quedado desde mi infancia), me asomé a la ventana para percatarme hasta dónde se extendía la frontera de la sombra eléctrica. Para mi sorpresa esta vez iba más allá de lo que esperaba. No se vislumbraba luz de ningún artefacto de corriente alterna, al menos en todo lo que mi vista alcanzaba a ver. Más tarde pude comprobar, mediante algunas llamadas telefónicas, que en varios lugares de La Habana, no había luz eléctrica. Debido a la forma en que se fue y por la extensión del apagón, pensé que de seguro había ocurrido una rotura. Rápidamente, a falta de televisión, tomé mi radio chino y me puse a buscar alguna información al respecto. Había transcurrido cerca de una hora. Ninguna estación de radio hablaba nada del asunto. Música, comentarios de cualquier índole, pero del apagón, nada: el silencio. Escuché gritar a un hombre, por la calle oscura, que era en toda La Habana. No cejé en mi empeño, continué buscando emisora por emisora para ver si se decía algo, lo más mínimo. Radio Reloj, esa vetusta emisora cubana de noticias hablaba sobre los caminos del agua, el curso escolar, los cinco héroes.
Durante mis llamadas me pude percatar de que la gente, al igual que yo, se preguntaba qué podía haber sucedido. Pasadas las doce de la noche me di por vencido, no me iba a enterar ese día (ni el otro, pues ya habían pasado las doce); aunque no me dormí hasta las 2 y 30 de la madrugada ya que el insoportable calor tropical no me dejaba conciliar mi sueño.
A la llegada a mi centro de trabajo al día siguiente, me pude enterar que un cable de alta tensión se había roto (sin detalles) y que gran parte de la isla se encontraba a oscuras la noche anterior (entiéndase de Villa Clara a Pinar del Río, más de la mitad).
Algunas personas por la calle y alrededor mío se quejaban de que solo habían dado a conocer una noticia de cinco palabras donde explicaban lo del cable. Ahora yo me pregunto: Un asunto de esa magnitud ¿no es importante conocerlo? ¿No importa que medio país esté a oscuras sin razón aparente? ¿Qué debe suceder aquí para que una noticia sea dada de forma inmediata? Exactamente un mes después, el pasado 9 de octubre apareció una Nota Informativa en el periódico Granma donde se daba el resultado de una comisión investigadora.
Es que nos encontramos sumergidos hasta nuestro último cabello en un proceso de desinformación total en el cual no sabemos, ya no digamos lo que ocurre a nivel mundial, sino el día a día del cubano, ni el de a pie, ni el de carro (que a todos nos sucede algo).
Ha sido un trabajo diario, de años, al cual nos hemos acostumbrado paulatinamente, sin quererlo y sin saberlo. Como dice alguien que conozco, desde dentro, las cosas no se notan igual, como el ejemplo de la rana dentro del agua que se va calentando poco a poco, sin que la rana salga. Los sentidos se van acostumbrando sin que ocurra el sobresalto. ¿En este país no existen vías oficiales de información? Solo lo que se comenta día a día por la calle, el chisme, la bola, lo que se dice por ahí. No podemos hablar de la Gaceta Oficial, que publica las cosas cuando todos ya saben o se imaginan lo que va a suceder, menos podemos hablar de los órganos oficiales de información, órganos que, como enfermos de cáncer, padecen de una inamovilidad informativa crónica, mostrando unas noticias tan pobres, tan ridículas, que a mí al menos, me provocan una profunda tristeza. Muchas veces en broma se han tomado nuestros dos periódicos nacionales y se ha realizado una comparación entre ambos. El resultado: podemos leer las mismas noticias, incluso con las mismas fotos en rojo o azul, según su color predilecto. Tristeza que resurge nuevamente. No hablamos ya de periódicos locales, en los cuales aparece muchísima menos información repartida en un mismo número de hojas. Todo un arte.
La información que se refleja en los medios de comunicación no refleja lo que pasa, ni lo que pensamos. A excepción tal vez de alguna que otra pincelada con algún artículo que vale la pena leer de tanto en tanto y que no llega tan profundo como a veces quisiéramos. Tal vez alguien diga: “pues busca tú mismo la información, no esperes que los medios te digan, sal al mundo”. Entonces surge una nueva pregunta: ¿cómo lo hago? Aquí no recibimos canales de noticias de otros países que nos permitan contrastar informaciones. Ni siquiera el tal mencionado canal de noticias Telesur, que transmite 24 horas y del cual solo recibimos un resumen de noticias de la jornada anterior cuando ya ha pasado por los filtros de información nacional. Y eso que nuestro país es accionista del canal, y que todos somos hermanos, y que esa información es compatible con nuestra ideología. Tampoco puedo acceder a Internet de forma libre, sencillamente porque no tengo, y cuando puedo acceder a él por algún problema de trabajo y leo algo, no puedo desprenderme del inmenso sobresalto que provoca saber que “si me cogen”, porque lo que puedo estar haciendo es algo malo y pongo en peligro mi puesto de trabajo, a las personas que confiaron en mí, al centro laboral; porque luego se le quita esa mínima posibilidad que existe a aquellos que pueden. Una tremenda incertidumbre porque yo estoy navegando por Internet “de forma indebida”, por estar accediendo a sitios de noticias a los que no puedo aspirar a ver.
En los últimos tiempos, y disparado tal vez por lo sucedido en el Oriente Medio con las redes sociales, la soga se ha ido cerrando alrededor del cuello de cada uno de los cubanos, llegándose al caso, en que ni siquiera correos internacionales se pueden poseer, aunque lo provea un servidor nacional. Indudablemente la información es poder, infinito poder, para mover el motor de las masas o en algunos casos, para detenerlo. La desinformación es parte del manejo, la noticia confusa, la impenetrabilidad de lo que realmente ocurre. Se conoce que en todos los países de este mundo se maneja información, se oculta, pero también es verdad que periodistas, que no pertenecen a ningún órgano del gobierno, investigan y publican artículos en los cuales pueden hablar libremente y las cosas ven la luz a veces tarde, pero a veces muy temprano. ¿Qué hubiera sido de Julián Assange y Wikileaks? Aquí no puede haber ningún Assange, porque no tiene cómo acceder a nada parecido y al que puede ni se le ocurre, porque no le conviene.
Tenemos el ejemplo de nuestra vieja amiga fallecida, la URSS socialista y su glasnost, con su liberación y transparencia de información y que fue a saber de los entendidos y de los que tienen la valentía de decirlo, un agujero abierto por los propios marinos, en el submarino soviético. Craso error de los camaradas, está comprobado que mientras se quiera controlar a un país al que se le restringen diversas actividades y derechos, sin pan ni circo, el río debe mantenerse revuelto, todo por debajo de la superficie de la información real. ¿Qué sucedió con el cacareado cable de fibra óptica que nos daría una mayor posibilidad de acceso a la red mundial? ¿Qué sucedió realmente en la gasolinera de Santiago de Cuba? De esto último salió un minúsculo titular en el televisor pero, sin embargo, se circuló un video donde se puede deducir la negligencia total de varias personas involucradas en el asunto. ¿Cuándo se declaró la epidemia de cólera? ¿Donde se muestra el estudio profundo, sin letanías, de la economía cubana? Yo particularmente vi uno muy bueno con preguntas y respuestas impartido por un profesional, que como todo, circuló por “detrás”. Por eso comparto, a modo de comentario, unas palabras del escritor y cineasta cubano Eduardo del Llano: “En Cuba, la transparencia es rara avis. Con la filosofía de plaza sitiada en el ADN, los funcionarios se han acostumbrado a llevar sus “orientaciones” al límite y no revelar ni la cantidad de servilletas de que dispone el restaurante. No se puede dar información al enemigo, así que la manera más rápida es no dar información a nadie. El síndrome de “quienes tienen que estar enterados del asunto, ya lo están” es propio de un estado de guerra, no de una sociedad democrática. Quiero leer en la prensa, no solo la opinión oficial sobre el discurso del malo, sino, íntegro, el discurso del malo. Pero la mayor parte del tiempo la prensa, o lo que en Cuba tenemos por tal, es tan audaz e invasiva como una ostra hemipléjica.”
Entonces, retomo nuevamente mi idea inicial: la noticia no difundida acerca del apagón era necesaria. Reina la desinformación y la bola, aunque no sea cierta. Al otro día la gente en la calle decía que la corriente se iba a ir de nuevo. ¿Entonces no será mejor decir lo que es en los casos malos y los buenos, para aplaudir o criticar lo que ha sucedido? Si no hay nada que temer como dicen, entonces no hay nada que ocultar. En otros momentos, o mañana, ha sido o es otra cosa peor y entonces ¿sabremos actuar de forma conveniente? Por ahora digo que necesitamos saber la verdad, o como se estudia en filosofía, la nuestra.
Gabriel García García (La Habana, 1985)
Scroll al inicio