Lunes de Dagoberto
Los últimos acontecimientos en Cuba, y muchas de las reacciones de los cubanos ante cada evento, reflejan uno de los fenómenos que más perjudica y perjudicará al futuro de Cuba: el analfabetismo cívico.
En efecto, no se trata de una carencia secundaria. El analfabetismo cívico es la castración de la ciudadanía. Así como el relativismo moral es el cáncer de la ética personal y social, ser analfabeto cívico es la muerte de la ciudadanía. Después de más de seis décadas de adoctrinamiento ideológico de un solo tipo, de forma totalitaria, inducido en todo el sistema de educación, y repetido hasta el hartazgo por la propaganda en todos los medios masivos propiedad de un único partido, los cubanos somos en la práctica cotidiana comprobable más súbditos que ciudadanos.
En sus inolvidables palabras de saludo al Papa San Juan Pablo II en su visita a Cuba en 1998, el muy venerado arzobispo primado de Santiago de Cuba, Mons. Pedro Meurice Estiú describió ese analfabetismo cívico así:
“Santo Padre: Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo. Le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología. Son cubanos que al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran ésta como una de las causas más profundas del exilio interno y externo… Durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nación” (24 de enero de 1998).
Esta descripción mantiene hoy toda su vigencia y urgencia. De esta forma, se describen las características más visibles del analfabetismocívico como: confundir la Patria con un partido, la nación con un proceso histórico contingente, la cultura con una sola ideología convertida en “religión secular”, por tanto, como una nueva forma de idolatría.
También se describen las consecuencias del analfabetismo cívico: la despersonalización, la vida sin sentido, el paternalismo, el desarraigo, el exilio interno y externo. Ahora mismo estamos viviendo uno de esos éxodos masivos.
En fin, el analfabeto cívico es aquel cubano que, por falta de formación, no sabe qué es ser ciudadano, cómo debe pensar, hablar, actuarcomo ciudadano, cuáles son sus derechos, sus deberes, qué es la Patria, qué es la nación, qué es la cubanidad, cuál es nuestra historia verdadera, los auténticos rasgos identitarios de nuestra cultura.
Por eso, lo primero es conocer las definiciones de los términos que se relacionan con el analfabetismo cívico y su alfabetización:
Ciudadano
“El ciudadano ideal (al que las personas más ejemplares se aproximan sin poder encarnarlo plenamente) es aquel cuyas actitudes y comportamientos, tanto en el ámbito público como en el privado, se ajustan a los valores relativos a la interacción democrática (libertad, igualdad jurídica, pluralidad, tolerancia, respeto, diálogo, negociación, pluralidad y participación), al cabal cumplimiento de las obligaciones aparejadas a los distintos papeles sociales que desempeñamos (responsabilidad familiar, escolar, laboral, etcétera), a la autorrealización (sujeto autónomo cognitiva y moralmente, así como felicidad), a la ayuda al más débil (solidaridad) y a la defensa de un medio ambiente saludable y sostenible.”(Francisco Lizcano Fernández, «Conceptos de ciudadano, ciudadanía y civismo», Polis [En línea], 32 | 2012, Publicado el 13 diciembre 2012, consultado el 07 mayo 2022. URL: http://journals.openedition.org/polis/6581)
Civismo: “se entiende civismo como el área del saber, de naturaleza interdisciplinaria, que promueve valores —junto con las actitudes y comportamientos que de ellos se derivan tanto en el ámbito público como en el privado— relativos a la interacción democrática (libertad, igualdad jurídica, pluralidad, tolerancia, respeto, diálogo, negociación, pluralidad y participación), al cabal cumplimiento de las obligaciones aparejadas a los distintos papeles sociales que desempeñamos (responsabilidad familiar, escolar, laboral, etcétera), a la autorrealización (sujeto autónomo cognitiva y moralmente, así como felicidad), a la ayuda al más débil (solidaridad) y a la defensa de un medio ambiente saludable y sostenible” (Ibídem).
Propuestas
Como siempre en nuestras columnas, no debemos hundirnos en la queja estéril, en el lamento desesperanzado y desalentador. Cuba puede y debe salir de su analfabetismo cívico. Como también debe mejorar sus programas de instrucción, sensiblemente deteriorados. Así podrá elevar los niveles de educación, sin confundir ni olvidar que la educación de un ciudadano incluye, además de instrucción, el cultivo de valores y principios, la formación del comportamiento y la práctica de las virtudes personales, familiares y cívicas.
Para ello, hacemos las siguientes propuestas:
Creo que el futuro de Cuba dependerá de una forma radical y decisiva de la superación, desde ahora mismo, de esa gravísima falta que es el analfabetismo ético y cívico. Todos somos responsables ahora de remediarlo, cada uno en su ambiente, y todos seremos responsables de las consecuencias negativas que sufrirá el futuro de Cuba si no ponemos manos a la obra.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Reside en Pinar del Río.
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