¡DIGAMOS SÍ A LA LIBERTAD Y NO A LA VIOLENCIA!

Miércoles de Jorge

Las históricas protestas de los últimos días en toda Cuba han despertado la llama de la libertad, son una luz esperanzadora en circunstancias tan complejas como las que vivimos y sufrimos todos los cubanos, más allá de las ideas que defendamos o cualquier otra diferencia. El pueblo cubano ha dicho sí a la libertad, no un pequeño grupo, sino una amplia cantidad de personas que con su grito de libertad han dejado claro al gobierno y al mundo entero, que no todos somos socialistas, que muchos no estamos con este gobierno, que no hemos elegido libremente a nuestro presidente, que el sistema económico actual no satisface en lo más mínimo nuestras necesidades esenciales, que Cuba necesita reformas profundas y que ya no estamos dispuestos a seguir callando y aguantando. Queremos la libertad y vamos a luchar pacíficamente por alcanzarla, ese fue el claro mensaje que miles de cubanos alrededor de toda la Isla expresaron con alegría.

Dada la importancia de estos sucesos, me atrevo a señalar tres ideas sobre las que merece la pena reflexionar, especialmente para que en el corto y mediano plazo la violencia no siga ganando terreno y todos los cubanos podamos dialogar, encontrarnos, acompañarnos como hermanos en la construcción de un futuro mejor.

1. La tensa situación en la que estamos, en la que la gente no ha tenido otra opción que lanzarse a la calle a exigir sus derechos, podría haberse evitado si las autoridades hubiesen escuchado el clamor del pueblo mucho antes, si hubieses hecho caso a académicos e investigadores que constantemente han estado sugiriendo la imperiosa necesidad de reformar estructuralmente el sistema económico, político y social. Que la gente estaba cansada no es un secreto para nadie, que había descontento tampoco, sin embargo las autoridades en lugar de abrir y generar oportunidades para el progreso y el bienestar de todos apostaron por aferrarse a la ideología, a las instituciones extractivistas, a exigir al pueblo más y más sacrificio. Muchos lo advirtieron, la paciencia del pueblo tiene un límite.

2. Ahora bien, en el punto en el que estamos, ya no hay vuelta atrás, lo quieran reconocer o no las autoridades cubanas, la historia de Cuba ha cambiado a partir del 11 de julio del 2021. No obstante, es apreciable en muchos de los videos que circulan sobre las protestas, cómo la gran mayoría de los manifestantes salieron pacíficamente, coreaban “venimos en son de paz”, “esto es pacífico”, “no a la violencia”, entre otros, alzaban las manos como seña de paz, caminaban con una sonrisa en la cara y sin armas en las manos. Es una bendición que una gran parte del pueblo cubano -después de tanto sufrimiento- entienda y promueva soluciones pacíficas, que practiquen la protesta pacífica. Pero al mismo tiempo es inadmisible, vergonzoso y aterrador que el presidente del país llame al combate, al enfrentamiento, a la guerra civil entre cubanos. Sin embargo, aún se pueden evitar males mayores, aún se puede llamar a la calma, aún se puede retirar el ejército de las calles, aún se puede llamar al diálogo verdadero y al entendimiento entre cubanos, aún estamos a tiempo de evitar más muertos, más desaparecidos, más atropellos de los que hasta ahora hemos apreciado.

3. Por último, parece muy claro el hecho de que la solución definitiva del conflicto que vivimos solo vendrá de la mano de cambios verdaderos en todos los sectores de la sociedad. No importa si el gobierno -en lo inmediato- se aferra al orgullo y a la violencia o si opta por el diálogo y la negociación, a la larga una u otra opción tendrán que responder a las ansias de libertad de los cubanos, y para ello no hay otro camino que el de las transformaciones profundas que mejoren considerablemente el nivel y la calidad de vida de los cubanos.

Mientras tanto, más allá de la forma como las autoridades continúen lidiando con este conflicto, nosotros los cubanos, podemos y debemos decir no a la violencia, seguir exigiendo nuestros derechos y libertades de forma pacífica, y dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Sí vale la pena, sí hay esperanzas en Cuba, sí tenemos razones para creer que las cosas van a mejorar, pues el grito de libertad de toda Cuba el 11 de julio nos lo ha demostrado.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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