Si bien en el contexto latinoamericano algunas de las mayores preocupaciones en torno a este tema giran alrededor de la criminalidad y los potentes efectos negativos que esto trae para la relación entre democracia y la seguridad, en el caso cubano la atención se dirige más hacia una gobernanza estatal que justifica excesivos controles sobre la ciudadanía y resulta en un sistema inseguro, antidemocrático, y totalitario en sentido general.
Realidades como la de México, Colombia, Nicaragua, Honduras, Venezuela, entre otros en Latinoamérica, ejemplifican lo complicado que resulta el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción, para mantener la estabilidad económica política y social, y para ofrecer niveles adecuados de seguridad a la ciudadanía. Estos problemas impiden la gobernanza democrática y generan inseguridad, por lo que a menudo se escuchan voces de movimientos sociales en estas realidades que señalan al sistema capitalista imperante, y la intervención de potencias como los Estados Unidos, como la principal causa de estos problemas que aquejan a la región, y como alternativa, es frecuente encontrar fuerzas progresistas que promueven una mayor intervención estatal, nacionalizaciones, controles, subsidios, socialismo del siglo XXI, y otras propuestas afines que promueven un mayor protagonismo de los estados como garantía para la seguridad ciudadana.
Sin embargo, aunque parezcan superados los problemas del excesivo estatalismo, no lo están. Aún hay ejemplos claros al respecto, en la región los más preocupantes son Cuba, Nicaragua y Venezuela. Tres países en los que una excesiva gobernanza estatal atenta contra la democracia y la seguridad al pretender perpetuar a líderes populistas en el poder, imponer una ideología y un sistema político, y fortalecer a las estructuras estatales hasta el punto en el que haya control absoluto de todas las facetas de la vida económica, política y social de los países. Las fuerzas perversas del capitalismo salvaje, entiéndase grandes poderes económicos que en busca del mayor beneficio, conspiran contra la estabilidad y la democracia, no son el único problema en las sociedades latinoamericanas y la solución a este problema no viene de la mano del socialismo, la realidad cubana ilustra este hecho.
Al respecto, basta poner la mirada, sin filtros, en la vida cotidiana de los cubanos. La realidad de la represión, el control de los medios, la manipulación y promoción de desinformación, el monopolio de las fuerzas productivas por parte del Estado, las restricciones al sector privado, el adoctrinamiento, el miedo de la gente, la apatía, indiferencia y desconfianza en el futuro de la nación, el éxodo masivo de cubanos en busca de oportunidades. Todas estas situaciones generan un estado de inseguridad tan dañino como el que genera la explotación de las grandes transnacionales o el crimen organizado en Latinoamérica, en ambos casos se aplasta la dignidad de la persona humana, con la diferencia que en el primer caso es el Estado el responsable y en el segundo es el sistema capitalista, el sector privado, las democracias con enfermedades crónicas.
La solución al tema de la seguridad ciudadana ha de buscarse mediante la construcción de una gobernanza democrática, capaz de tejer lazos entre los diferentes actores públicos, privados y sociales, capaz de construir mínimos consensos sobre los que trabajar por un futuro mejor, capaz de incluir a todos los sectores de la vida económica, política y social. No se logra seguridad ciudadana y democracia efectiva yendo de un extremo a otro, no lo logrará Cuba si en lugar de frenar el péndulo en un punto medio, lo deja avanzar hacia un modelo de democracia imperfecta al estilo latinoamericano, de capitalismo corrompido y dominado por el crimen y el dinero, pues pasaríamos de sufrir inseguridad de un tipo (provocada por el gobierno-estado) para sufrir otro tipo de inseguridad (provocada por el crimen). Tampoco lograrán sociedades seguras los latinoamericanos progresistas que buscan legítimamente perfeccionar sus democracias, si no frenan el péndulo a tiempo, si permiten que se vaya al extremo del socialismo cubano-venezolano. Si permiten que sus gobiernos tomen el control absoluto de las sociedades y destruyan la institucionalidad democrática.
La seguridad y la democracia demandan un sistema diferente, un sistema capaz de conjugar libertad de mercado con justicia social, desarrollo económico con progreso social y espiritual. En este sentido la gobernanza democrática es un concepto interesante, que propone una nueva forma de gobierno horizontal, en la que agentes públicos, privados y sociales crean sinergias y dinámicas de colaboración para transformar positivamente la gestión política, económica y social, basado en principios fundamentales como la apertura y la transparencia, la participación, responsabilidad, eficacia, rendición de cuentas, coherencia, subsidiariedad, pluralidad, interdependencia e interacción entre actores.
Por otro lado, la gobernanza democrática establece las redes de políticas públicas como parte integral del proceso de gobernanza, como concepto que interrelaciona, coordina, integra, establece vínculos estructurales de importancia de los actores en los procesos de diseño, gestión y evaluación de las políticas públicas. La gobernanza no sustituye a la democracia, sino que la enriquece, son conceptos que se complementan para lograr sistemas políticos y económicos más estables, prósperos y seguros. Ahí está el reto de los cubanos y también del resto de la región.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.