DECISIONES DE POLÍTICA ECONÓMICA EN CUBA: ENTRE EL ABSURDO Y LA REALIDAD


Miércoles de Jorge

La economía no ha dejado -por muchos años- de ser el centro de atención en la realidad cubana. Más allá de otros temas relevantes, los problemas económicos siempre están de fondo, siempre salen en los debates, en la queja, en las propuestas, en cualquier sector de la sociedad. No es sorpresa, pues la crisis económica se siente en la vida cotidiana cada vez con más fuerzas. Desabastecimiento, precios altos, salarios insuficientes, falta de comida y medios de subsistencia para una vida digna, crisis de los servicios sociales, desigualdades, pobreza, y otros problemas bien conocidos por los cubanos de a pie.

Este panorama no es secreto para las autoridades, quienes incluso los reconocen, aunque con ciertos matices. Sin embargo, no es asumido con seriedad, no es asumido con respeto hacia las personas que sufren los efectos de la crisis, ni con coherencia académica y política. De lo contrario, cómo se explican los absurdos que año tras año se repiten en la gestión de la economía cubana, cómo se explican los empecinamientos en métodos que han probado ser inapropiados (los topes de precio por poner un ejemplo.).

Sería ingenuo pensar que quienes toman decisiones sobre política económica en Cuba carecen de conocimientos, o que son incapaces de percibir cuándo se toman medidas que van en contra de la lógica económica. Por el contrario, no tengo dudas de que son personas que conocen cómo funciona la economía, que conocen la teoría y también la experiencia práctica de la economía cubana y de otras alrededor del mundo. No obstante, cuando se juzgan las medidas que adoptan para “destrabar las fuerzas productivas”, superar la crisis y generar un “socialismo próspero y sustentable” surgen contradicciones profundas entre los fines declarados y los medios utilizados.

Decisiones que siguen alargando el sufrimiento de lagente, que siguen apelando al sacrificio de las personas, que siguen sacrificando el bienestar social de los cubanos, sin que se logre -en más de sesenta años- el fin propuesto. El fin no justifica los medios, aunque las autoridades cubanas asuman que sí. No puede ser el “socialismo” que proponen las autoridades un fin bueno, si implica el sufrimiento de la gente, o el aumento que se está dando de fenómenos como la desigualdad y la pobreza. A modo de ejemplo pondría solo tres casos, en los que se evidencian, estas decisiones absurdas que a menudo vemos en la economía cubana.

1. Priorizar la empresa estatal cuando la privada se muestra más rentable y beneficiosa para la economía y para la sociedad en general. La producción de alimentos en Cuba hoy, responde con un peso muy significativo al sector privado, a pesar de las ventajas de las empresas estatales. Otro ejemplo en este sentido, es la calidad en los servicios del sector privado, o los precios competitivos que se ofrecen a diferencia del caso de estructuras monopólicas existentes en el sector estatal. Así también, se pueden mencionar los aportes al empleo, las ventajas salariales, y otros temas que apuntan a la necesidad de potenciar ese sector, en lugar de mantener el criterio político de que la empresa estatal debe ser el actor fundamental de la economía.

2. Invertir en hoteles y en turismo al precio de descuidar cuestiones vitales para el bienestar de la población (salud, educación, alimentación, servicios sociales, investigación y desarrollo). Si se revisan los datos de inversiones publicados por la ONEI, se puede observar cuáles son las prioridades de inversión del gobierno cubano. Sin dudas, uno de los más trágicos absurdos que en los últimos años se ha estado dando. Gran parte de la inversión interna del país se destina (45% en 2020, casi la mitad) a un sector paralizado, sin perspectivas de que la demanda supere las capacidades de infraestructura existentes (la ocupación de los hoteles en Cuba nunca ha sido superior al 50%) y con una reserva enorme que podría aprovecharse flexibilizando las regulaciones para el sector turístico privado. El precio de esta decisión absurda, se paga con falta de inversión en agricultura, salud, educación y otros temas vitales para el bienestar y el desarrollo.

3. Insistir en el triunfalismo y la falacia en lugar de reconocer la gravedad de la crisis y actuar en consecuencia. La poca seriedad de las autoridades cubanas al declarar en agosto de 2020 en la prensa oficial, que el ordenamiento monetario “es una medida que no afecta a nadie y beneficia a todos”, o que “se van a desatar las fuerzas productivas”, entre muchas otras aseveraciones vacías, populistas, e irresponsables que a menudo se escuchan. Es incomprensible que se use un discurso alejado de la realidad, y que manipula la realidad económica y las medidas que se adoptan en función de intereses políticos. Lo único que de verdad importa para una economía, es que satisfaga necesidades de la gente y genere condiciones para el desarrollo y progreso verdadero, no que afiance una ideología o modelo político determinado.

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
    Laico católico.
    Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
    Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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