Ha comenzado el 2021 y parece como si los cubanos estuviéramos esperando que ya pase esta oscura noche que ha comenzado desde el “día cero” del ordenamiento monetario. No se nota por las calles, ni en el barrio, ni hacia lo interno de las familias, la alegría del año nuevo donde nos trazamos grandes metas, nos ilusionamos y hacemos proyectos de futuro.
Para los creyentes católicos, y para toda la humanidad, el Mensaje del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Paz, debería servir de acicate en la búsqueda de incentivos para vivir este tiempo marcado por la crisis sanitaria, alimentaria y multisectorial. Aunque es difícil (nadie ha dicho que sea fácil), los cubanos debemos asumir ciertas actitudes que nos ayuden a superar esta terrible hora de Cuba. Entre ellas:
Transformar el descontento en esperanza. Esperar en el Señor que todo lo puede con la ayuda de sus ángeles e intermediarios en la tierra. Esas buenas personas que contagian la alegría de vivir, reconfortan, animan, empujan y dan ejemplo de que en medio de la adversidad la fuerza de la fe mueve montañas. Nos dice el Santo Padre: “apreciar el valor y la dignidad de cada persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común, aliviando a los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la esclavitud, la discriminación y los conflictos”.
Pasar del silencio cómplice o enfermizo al diálogo conciliador. El diálogo como nuevo nombre de la Paz, como una actitud que nos coloca en la mesa de negociaciones en igualdad de condiciones, sin descalificaciones y con una meta común: el respeto a la dignidad plena del hombre y el futuro de paz, prosperidad y desarrollo humano integral. Nos dice el el Santo Padre: “la paz y la violencia no pueden habitar juntas”.
Convertir la pasividad en acciones pacíficas que edifiquen una nación en la que quepamos todos. Junto al silencio, que a veces puede indicar que estamos de acuerdo con acciones injustas, o que no nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort, sirviendo a falsos mesías, está la anomia social que paraliza el normal desempeño de la sociedad civil. Que el no “meternos” en esto o en aquello porque nos perjudica, sea cambiado por la implicación en los problemas que atañen a todos. No es responsabilidad de unos pocos, bastante criticados por cierto, porque cuando se logra una victoria ciudadana es pensando en todos los que han sido separados de sus derechos más elementales. El Santo Padre nos dice: “Cada persona humana es un fin en sí misma, nunca un simple instrumento que se aprecia sólo por su utilidad, y ha sido creada para convivir en la familia, en la comunidad, en la sociedad, donde todos los miembros tienen la misma dignidad” e igualdad de derechos, incluidos el de libertad de expresión, reunión y asociación.
Cambiar la mentalidad de queja y adentrarnos en el mundo de las propuestas. La fórmula de Convivencia, de cada hora del día 15 minutos para la queja y 45 para la propuesta, debe ser aplicada. Escuchamos muchos diagnósticos, pero pocos tratamientos que ofrezcan soluciones viables, pacíficas y concertadas a las dolencias nacionales. Vemos mucho impulso y poco avance. El Santo Padre nos habla de algunas acciones que conforman la cultura de cuidado en esta aldea global tan frágil y tan marcada por los signos de los tiempos: “La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz”.
Para desarrollar estas actitudes, lo hemos mencionado en diversas ocasiones y escenarios: es urgente y necesaria una esmerada educación ética y cívica. En esa búsqueda constante de la verdad, la seguridad, la fraternidad y el amor entre los hermanos de un mismo pueblo, el Papa también recuerda el importante papel de las instituciones religiosas. Que en este 2021 cada cubano y cada institución trabajemos por la justicia, la reconciliación y el bien común.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.