Crisis de valores, violencia y educación

Foto tomada de Internet.

En Cuba, nuestra hermosa isla, llena de esbeltas montañas y bosques, casi virgen en su naturaleza, acompañada de costas y ríos que la rodean y atraviesan, un paraíso en medio del Caribe, por así decir, resulta preocupante ver el proceso de deterioro y empobrecimiento que se ha producido durante muchos años.

La realidad

No solo se daña la naturaleza, también y con ella, los valores y principios de uno de los seres humanos más cálidos y acogedores del mundo actual: el cubano, que siempre se ha caracterizado por su simpatía, amistad, amabilidad, su entrega a los semejantes sin importar que luego no tenga nada para sí mismo. El respeto, los buenos días, la cortesía, el civismo, incluso los valores y principios han ido desapareciendo de nuestras vidas poco a poco.

Algunos piensan que es culpa de nuestra generación más joven que ha crecido sin ningún adjetivo positivo que nos describa. Se descarga la responsabilidad, una vez más, sobre la familia, o por la influencia de un determinado grupo de amigos con quien nos movemos argumentando que son vulgares o no tienen buenas intenciones. Ver la vida desde ese punto de vista es demasiado fácil, entonces juzgamos, y sin pensar un poco más profundamente en el asunto, nos hacemos esas ideas y nos preguntamos muchas veces: ¿De quién o de dónde habrá sacado esos comportamientos?

La respuesta nunca aparece así de simple. Si nos remontamos en la historia tendremos muchas respuestas, quizás más de las que esperamos encontrar. Lo primero que perdimos fue el sentido de pertenencia hacia algo que nos identificaba, como por ejemplo: la bodega de Neno, la escuela de los Britos, la farmacia de Julio, aquí en la zona de San Juan y Martínez. Al ser intervenidos y expropiados los bienes de los cubanos, se perdió también el sentido de pertenencia y de identificación con lo que cada cual había logrado alcanzar con su trabajo. Así todo pasó a manos de nadie, la despreocupación surgió como era de esperar. A nadie le interesaba si se rompía una puerta, una silla, o si no había un martillo, y claro, apareció la famosa frase: “Hay que esperar que entre”.

También la Iglesia se vio empobrecida en sus momentos más tristes para nuestro país. Y pudimos comprobar que siempre que un ser humano o un proyecto se aleja de Dios y sus virtudes, va mal encaminado y comienza a perder valores humanos. Además, cuando a un ser humano, sea quien sea, le quitas su espiritualidad, o lo obligas por la fuerza a ocultarla, estás dañando las dimensiones más íntimas de esa persona, sin importar si su sustento espiritual es Dios o su familia, o ambos.

Alejar a los hijos de sus padres fue otra manera de lograr la desgracia y la pérdida de valores, incrementándose la corrupción que hoy nos rodea por todas partes en Cuba. Otro aspecto ha sido mezclar y confundir presos comunes con políticos; el incremento de las peleas y violencia social por la escasez, y otras causas.

La valoración

Según Johan Galtung (2003) esto no tiene otro nombre que violencia estructural. “El término violencia estructural es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratificación social, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa.”

Según el mismo autor, podemos ver en este gráfico que se han descrito dos tipos de violencia estructural, la vertical y la horizontal:

Vertical: “es la represión política, la explotación económica o la alienación cultural, que violan las necesidades de libertad, bienestar e identidad, respectivamente”.

Horizontal: “separa a la gente que quiere vivir junta, o junta a la gente que quiere vivir separada. Viola la necesidad de identidad”.

Se consideran casos de violencia estructural aquellos en los que el modelo o el sistema causan hambre, miseria, enfermedad o incluso muerte a la población. Son ejemplos de ello los sistemas cuyos Estados o países no son capaces de satisfacer las necesidades básicas a su población. Está representada por las numerosas situaciones de injusticia que se observan: “mientras unos/as comen y beben en abundancia, otros/as revuelven en la basura, no tienen qué comer, piden limosna, etc.” Otros ejemplos claros de violencia estructural los encontramos en el apartheid, en el hambre mundial, la falta de acceso, la obligatoriedad del servicio militar, las dictaduras militares.

Creo que algunos elementos de la violencia, descritas por el autor citado, están presente en nuestra isla con un proceder que no ha llegado a ninguna parte más que a la degradación de los valores éticos y morales de nuestra sociedad. Volvemos al inicio de nuestro trabajo, ahora se nos culpa, especialmente a los más jóvenes, de violentos, de mal hablados, de faltas de respeto. Sin desechar que pueda haber malos ejemplos y casos de falta de educación en algunas familias, sabemos también que la violencia genera violencia, y si a las nuevas generaciones se nos inculcó por todos los medios eso, entonces cada cual cosecha lo que siembra.

Las propuestas

No basta con reseñar el mal, es necesario proponer siempre el bien y las posibles soluciones al problema: Todos los que, de una forma u otra, trabajamos por una Cuba mejor y feliz, tenemos una gran tarea por terminar con tanta injusticia y tanta miseria ética, para ello debemos promover los valores y virtudes por donde pasemos y donde nos relacionamos.

Nuestro mayor empeño debe ser enseñar la Palabra de Dios con más fuerza espiritual. Debemos alcanzar nuevamente, para cada familia cubana, la libertad de elegir la educación de sus hijos para que así termine de una vez el adoctrinamiento masivo que nos han inculcado durante 62 años. Creo que más que cruzar los brazos debemos nosotros ser los primeros que hagamos resucitar de ese sepulcro, cada valor, cada gesto de cortesía, cada buen día, y así lograremos poco a poco recuperar lo perdido y edificar lo que soñamos.

Bibliografía

Galtung, Johan. (2003). Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Gernika: Bakeaz/Gernika Gogoratuz

 

 


  • José Antonio Rodríguez Valdés (Pinar del Río, 1999).
  • Estudiante universitario.
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