CRISIS ECUATORIANA, FRUTOS DEL DIÁLOGO Y LECCIONES PARA CUBA

Miércoles de Jorge

Este mes de octubre ha comenzado con una fuerte conmoción social en Ecuador, la crisis política generada por las protestas en respuesta a las medidas económicas adoptadas por el gobierno del presidente Lenin Moreno, han puesto los ojos de toda Latinoamérica y del mundo en este país. Las protestas han estado marcadas por la violencia, y los noticias alrededor de las mismas cargadas de manipulaciones y posturas maniqueas que lejos de apuntar hacia el diálogo y la reconciliación incitan al odio, las exclusiones, la división, y la desconfianza hacia el sistema democrático. Este ha sido el caso de las noticias que desde Cuba se han estado reproduciendo en los medios oficiales.

Sin embargo, a partir de los propios contenidos que se han estado generando desde Cuba en los medios oficiales y luego de contrastarlos con otras fuentes alternativas (independientes cubanas y extranjeras) he llegado a la conclusión de que la crisis ecuatoriana y las conversaciones desarrolladas en el marco del diálogo entre el gobierno y los movimientos sociales tienen mucho que aportar para una reflexión sobre el presente de Cuba y su futuro democrático. Algunas lecciones que pudieran destacarse son las siguientes:

La situación económica exige un reajuste

Lo primero sobre lo que me gustaría llamar la atención es sobre la racionalidad de aplicar medidas de austeridad y reordenamiento fiscal que contribuyan al equilibrio macroeconómico. Si no se enfrenta el déficit fiscal, y otras variables la estabilidad del sistema económico se aleja y el crecimiento no se logra. En economía hay que tomar decisiones no solamente pensando en el corto plazo, hay que prever, a veces hay que ajustarse el cinturón en el corto plazo para que en el largo plazo se pueda conservar la estabilidad macroeconómica, aquella que garantice adecuados niveles de crecimiento y con este se pueda avanzar en la lucha contra la pobreza y otros objetivos que merecen la pena. Una política fiscal expansiva puede ser muy aceptada por el pueblo mientras que medidas de austeridad como las decretadas en Ecuador pueden ser sumamente impopulares, no obstante, a veces la racionalidad de la ciencia económica exige tomar medidas impopulares en el presente para que en el futuro no choquemos o arrastremos los mismos problemas de antes.

Por otro lado, el reajuste económico no es sinónimo de políticas neoliberales, aunque pudiera devenir en ello. En sentido general algunos autores plantean que la manera en la que las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio o el FMI han gestionado la globalización ha sido un fracaso (Stiglitz, 2002) y (Sánchez, 2015). Y precisamente una de las causas de ese fracaso según Stiglitz (2002, p. 269) se debe principalmente a que estas instituciones priorizan los intereses de los países ricos o industrializados con mayores grados de desarrollo en detrimento de los países en desarrollo o los países pobres; además de promover una visión de la economía estrecha basada en el fundamentalismo económico del libre mercado. Estos aspectos señalados por Stiglitz se han evidenciado en América Latina, y en muchos otros países del mundo cuando las instituciones financieras internacionales han intervenido para ayudar a solventar las crisis, de ahí el amplio rechazo popular que con frecuencia generan y el caldo de cultivo para las protestas que se han generado en Ecuador.

Por supuesto que medidas como la eliminación de subsidios, reducción de períodos vacacionales, o menor remuneración en contratos temporales, son profundamente impopulares, pero al mismo tiempo son o pueden ser medidas necesarias -cruciales- para recuperar la economía y no alimentar más la burbuja de excesivos gastos que con frecuencia azota a países pobres o en desarrollo. En este sentido, la actuación de un buen gobierno ha de ser la de mirar realísticamente la situación de crisis en la que se encuentra el país y proceder con recetas que con el paso del tiempo comiencen a generar estabilidad en la económica, en lugar de expandir gastos para ganar popularidad incluso cuando esto lleve a al colapso. Un buen gobierno debe generar -además- los consensos necesarios para poder reajustar la economía, con medidas de austeridad y equilibrio fiscal bien diseñadas, de manera que garanticen la estabilidad macroeconómica y la protección social de los más vulnerables, punto en el que quizás falló la administración ecuatoriana.

La gente se manifiesta, la sociedad civil ejerce su rol

Otro de los aspectos de la crisis ecuatoriana que merece la pena repensar de cara a la realidad cubana es el hecho en sí de las movilizaciones ciudadanas. En los medios oficiales cubanos se ha señalado como algo positivo el hecho de que los grupos sociales se manifiesten, y en las redes sociales me he encontrado con personas que se muestran favorables a que en Ecuador la gente estuviera en las calles exigiendo determinadas demandas al gobierno.

Antes esta situación las preguntas que me surgen son las siguientes: ¿Por qué no se habla de manera positiva en los medios oficiales cuando los ciudadanos cubanos salen a las calles? ¿Por qué algunos ciudadanos cubanos se alegran de que en Ecuador el pueblo esté en las calles, y miran mal a los que en Cuba salen a las calles? ¿Por qué pronunciarse sobre la represión a las protestas en Ecuador y no pronunciarse frente a la represión en Cuba? ¿Por qué ver cómo “neoliberales y malas” las medidas de ajuste de Lenin Moreno, y no denunciar como medidas “neoliberales y malas” las reducciones de plantilla en Cuba, los salarios medios inferiores a un dólar y medio diario, y las pensiones promedio de unos 300 pesos cubanos mensuales? ¿Por qué los cubanos no salimos a la calle ante el “paquetazo coyuntural” -que es estructural- del gobierno de Díaz-Canel? ¿Por qué los precios y colas para comprar combustible, el desabastecimiento en los mercados de comida, los precios topados, y las restricciones al sector privado no generan una movilización ciudadana en Cuba?

Los cubanos hemos de aprender de una vez que no todos tenemos que estar de acuerdo con el sistema político imperante, y que lo más normal en un ambiente democrático es que la gente se manifieste pacífica y organizadamente, que reclamen sus derechos, que miren primero los problemas internos del país antes que los defectos de países extranjeros. Debemos entender que las movilizaciones ciudadanas son símbolo de salud democrática, y que si en Cuba la gente no protesta o no se reconoce públicamente que la gente protesta es porque algo anda mal. Los movimientos sociales del Ecuador quizás tienen menor acceso a servicios de salud y educación que los cubanos, pero definitivamente tienen mayor cultura democrática y prueba de ello es que salen a exigir sus derechos cuando un gobierno los amenaza.

El gobierno reconoce a los movimientos sociales como interlocutores válidos

Las preguntas anteriores se relacionan directamente con este apartado. En Cuba la sociedad civil no es reconocida como un interlocutor válido, por el contrario es satanizada, reprimida, ilegal y censurada. Es por ello por lo que ante un “paquetazo coyuntural” seguramente más agresivo que el de Moreno en Ecuador, los ciudadanos cubanos “no hacen nada”.

No hay democracia posible, no hay paz posible, no hay progreso posible si la sociedad civil no es reconocida con toda su diversidad y pluralidad. Los cubanos que deseen una nación mejor debemos exigir el protagonismo de la sociedad civil como actor regulador de la acción del estado y del mercado, mediante una gobernanza democrática que haga de la participación ciudadana y el estado de derecho premisas fundamentales para avanzar al futuro.

La crisis ecuatoriana es un ejemplo claro de la importancia de la sociedad civil como contraparte de la acción del gobierno, como actor que representa a la ciudadanía y que pone sobre la mesa las principales demandas de la sociedad. Canal de comunicación e interacción entre el gobierno y los ciudadanos, plataforma para la creación de consensos sociales, y cantera de ciudadanos comprometidos con el bien común.

Los organismos internacionales y la Iglesia hacen de mediadores

Como cubano y católico, me alegra escuchar la noticia de que la ONU y la Conferencia Episcopal ecuatoriana son los mediadores en la crisis existente. Por un lado me alegra y genera satisfacción que asuman ese protagonismo, por otro, hecho de menos que dos organizaciones tan importantes en la realidad cubana en la actualidad no estén -al menos públicamente- ejerciendo dicha mediación, y que esté aparentemente lejos la posibilidad de establecer un diálogo entre sociedad civil y gobierno mediado por la ONU y por la Iglesia. No existe el más mínimo signo de que el gobierno cubano esté abierto a la posibilidad de establecer un diálogo con la sociedad civil, no existe un público e institucional reclamo de la ONU al respecto que yo conozca, y la Iglesia a pesar de su voluntad y de los llamados a un diálogo nacional entre sociedad civil y gobierno, debería ser más proactiva y exigente al respecto.

En la Cuba de hoy, el reconocimiento público de la sociedad civil independiente por parte de estas organizaciones y del gobierno es una necesidad imperante, así como sus posicionamientos contra la represión y la condición de ilegalidad en la que las organizaciones de la sociedad civil se desempeñan. Del mismo modo, ante la situación de crisis política, económica y social, es vital la exigencia de un diálogo nacional que incluya a todos los sectores y que genere soluciones consensuadas al estilo de lo sucedido recientemente en el Ecuador.

La experiencia ecuatoriana no es la única que hace pensar en el caso de Cuba, si miramos la crisis Venezolana o Nicaragüense, también se puede encontrar un papel activo, comprometido, crítico hacia el gobierno, de reconocimiento de los movimientos sociales, mediaciones en diálogos, ayuda humanitaria, pronunciamientos públicos a favor de los más afectados por la crisis, condenas a la represión y el uso de la violencia por parte de estos gobiernos, entre otras acciones protagonizadas por la ONU, la Unión Europea, la Iglesia Católica, y otras organizaciones. No es que estas organizaciones no estén presentes en Cuba, no digo tampoco que no hacen nada, ni que es negativo el saldo final de su accionar, pero sí digo que en la Cuba actual se extraña un mayor compromiso con las violaciones de derechos humanos, con la promoción de la sociedad civil independiente, con la condena a las injusticias cometidas por el gobierno y con la exigencia de un diálogo inclusivo y democrático.

El diálogo surte efecto porque hay democracia

Una lección importante de la crisis ecuatoriana es que el diálogo es un mecanismo que genera los resultados esperados cuando existe democracia, cuando el sistema no es dictatorial o autoritario. En este sentido contrastan las experiencias de diálogo en Venezuela, las que con frecuencia fracasan y el diálogo celebrado el pasado domingo en Ecuador que ya ha generado resultados positivos. La diferencia más visible en ambos casos es la existencia de un gobierno capaz de escuchar los reclamos populares, capaz de retroceder, capaz de cambiar y ceder para que se preserve la paz, la democracia y la seguridad como ha señalado Lenin Moreno en sus comunicados.

En el caso cubano es vital un gobierno democrático, que como en el Ecuador sea un verdadero partidario del diálogo, la inclusión social, la participación ciudadana, y que promueva una gobernanza democrática capaz de coordinar y complementar a los actores públicos y privados con el objetivo de avanzar hacia el bien común y la prosperidad.

La negociación y el diálogo son un arte que impone la necesidad de ceder, de aceptar al diferente, de escuchar a los diversos, de aceptar y promover la pluralidad inherente a la naturaleza humana. En Cuba necesitamos un gobierno con estas características, un gobierno que reconozca a la sociedad civil y se alegre de que esta pretenda tomar decisiones y proponer caminos para avanzar al bien común, que sepa ceder cuando el descontento popular indica rechazo a las medidas tomadas (como ha hecho Lenin Moreno al derogar el decreto al que se oponían los indígenas), un gobierno que sustituya al maniqueísmo y las divisiones ideológicas de buenos y malos, por una verdadera gobernanza con protagonismo de la sociedad civil.

En sentido general, la crisis ecuatoriana demuestra que con las condiciones anteriormente señaladas (todas características de la realidad ecuatoriana) es posible superar las crisis existentes, es posible avanzar hacia un mejor país, es posible conseguir que la normalidad regrese, las esperanzas de paz, la seguridad y la democracia, quizás con más fuerzas de las que tenían antes. Cómo he escuchado en algunos comentarios en redes sociales, el país ahora avanza con mayor unidad y firmeza, con mayores fuerzas y razones. Por otro lado el diálogo sigue en Ecuador, dando ejemplo de auténtica gobernanza democrática y de buena gobernabilidad, se ha creado una comisión conjunta para la elaboración de un nuevo decreto en el que se logre responder a las principales demandas de ambos bandos. Definitivamente, ¡Cuba tiene mucho que aprender!

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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