Uno de los miedos que deben enfrentar quienes se dispongan a emprender, invertir o desarrollar de alguna forma un negocio en Cuba, es la inestabilidad de los marcos regulatorios. No son pocos los ejemplos de vaivenes en la legislación referente al sector privado, por poner un ejemplo. Momentos de apertura, y a penas unos años después momentos de retroceso, así ha sido desde que en los años noventa se comenzó a expandir el trabajo por cuenta propia.
En la actualidad, pudiéramos decir que estamos en un momento de cierta expansión, pues si bien aún permanecen absurdas limitaciones a la actividad privada –especialmente para el emprendimiento profesional–, la realidad es que se produjo una significativa apertura al trabajo por cuenta propia y a las pequeñas y medianas empresas, así como a otras formas de gestión no estatal. A pesar de la motivación del momento, y del boom de pequeños negocios, persisten fuertes preocupaciones y miedos, pues no existen garantías de que esta legislación haya llegado para quedarse. Es cierto que el discurso oficial habla de un paso sin retroceso, pero al igual que en otras ocasiones, el discurso va por un lado y la realidad por otra.
Esta situación trae consigo efectos nocivos para la economía, tanto para los negocios que se desarrollan en el ámbito doméstico como para potenciales inversores foráneos. No contar con garantías legales y con la seguridad de que se puede hacer una planificación a largo plazo, es un problema para cualquier empresa que busque el éxito. Al menos hay dos problemas graves en esta situación, que a la vez están ligados a urgencias de la economía que deberían ser atendidas con más eficiencias:
- Desincentivo a la inversión. En las condiciones que se encuentra la economía cubana, con niveles de inversiones muy por debajo de los deseados y declarados por las propias autoridades como necesarios, contar con un marco regulatorio que no ofrece garantías, que puede cambiar en cualquier momento, que es inestable, ahuyenta a las posibles inversiones. Esto es una contradicción enorme, pues las necesidades de la economía son cada vez más crecientes y el marco regulatorio en lugar de generar apertura cada vez es más débil e inefectivo para incentivar la inversión.
- Por otro lado, la inestabilidad de los marcos regulatorios representa también un problema inmenso para los emprendedores. Un emprendedor normalmente no cuenta con grandes recursos, sino que se juega en su pequeño negocio los ahorros personales o familiares, en algunos casos acceden a financiamientos que no tendrán cómo pagar a no ser que sus negocios salgan adelante. Para este sector, una legislación que cambia frecuentemente, o que no es inclusiva, que no ofrece verdaderas facilidades, y que en su lugar establece altos niveles de burocratismo y control, puede ser muy perjudicial.
En resumen, esta inestabilidad de los marcos regulatorios conlleva a un clima de inseguridad, de falta de incentivos y atractivo por el país o sector en cuestión, y con ello, desaprovechamiento de potencialidades y de oportunidades de crecimiento económico. He mencionado solo dos ejemplos de cómo esto afecta a la economía, pero pudiéramos seguir con muchos otros, pues este fenómeno es nocivo para todo el sistema económico.
Si verdaderamente las autoridades cubanas quieren ser coherentes con su discurso, deberían propiciar políticas integrales, duraderas, consecuentes, que ofrezcan seguridad e incentivos a los potenciales emprendedores o inversores. Seguir dando bandazos, moviendo las reglas en un peligroso zigzag que depende del voluntarismo político de quienes gobiernan, puede ser un juego demasiado peligroso para la economía y para el desarrollo del país.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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