Luego de unos meses de discusiones y propuestas variadas desde diferentes sectores de la sociedad cubana, se presenta un nuevo reto ante la ciudadanía en Cuba: ser parte del referendo con el que finalmente podremos expresar nuestro “sí” o “no” ante la propuesta final de Carta Magna. Creo que no son pocos los cubanos que de una manera u otra han expresado su desacuerdo con temas claves como la irrevocabilidad e imposición del socialismo (Art.1), la imposición de un único partido sobre el resto de la sociedad e incluso sobre la propia constitución (Art.5), la legalización de la violencia (Art.3), la imposición de un modelo económico ineficiente (Art.27), incluso respecto al cambio del concepto de matrimonio (Art.68). Los aspectos señalados aquí, junto a muchos otros que han surgido en los diferentes debates de los que la sociedad cubana ha sido testigo en los últimos meses, desde las escuelas, los centros de trabajo, las organizaciones religiosas, desde las instituciones del gobierno, las organizaciones de la sociedad civil independiente y desde la calle; ponen la atención sobre el voto por el “no”, de no tomarse en cuenta las enmiendas o reformas -abundantes- que han surgido en el debate.
Por otro lado, más allá de la manera en que se diseñó el sistema de consultas populares y de las vías para la participación que se utilizaron para hacer las propuestas, más allá también de que el proceso constitucional no se sometió a asamblea constituyente y de la generalizada opinión de muchos cubanos al expresar que ya todo está decidido sin importar las propuestas ciudadanas al respecto, pues todo está cuadrado “desde arriba”; la posibilidad que por primera vez en sesenta años se nos presenta a los cubanos considero que es una oportunidad para no desperdiciar: 1. Por su valor como ejercicio de participación ciudadana, asignatura pendiente en la Cuba de las últimas décadas y requisito indispensable para la vida en democracia, 2. Por la posibilidad legal, organizada, masiva, novedosa y clara de decir “no”, un “no” que aunque no sea tenido en cuenta manda un mensaje claro a las autoridades sobre el sentir de la ciudadanía, y 3. Por aquello de dejar un margen a las dudas de que nuestro “no” sea escuchado, y de que por primera vez en sesenta años Cuba enrumbe verdaderamente hacia un proceso democratizador.
En los meses que aún quedan para el momento de decidir si aceptamos la propuesta de constitución o no, todos los cubanos, desde dentro y fuera de la isla, estamos frente al desafío y la responsabilidad moral y ciudadana de seguir enriqueciendo las discusiones, seguir generando debate público y deliberando en cada uno de nuestros ambientes con el fin de hacer sentir los verdaderos intereses de los ciudadanos. Esta es una forma efectiva de generar presión para que se representen nuestros intereses en la futura constitución, y para que estemos mejor formados ante el referendo que se avecina, para que nos quede claro si nuestro voto debe ser “si” o “no”.
No es posible estar seguro de que nuestro voto será tenido en cuenta, no es posible saber si tendrá algún efecto positivo para nuestra sociedad el resultado del referendo, pero si de algo se puede estar cien por ciento convencidos es que el simple hecho de tomar parte en las discusiones, debatir y reflexionar en nuestros círculos de incidencia, denunciar y anunciar proféticamente respecto a lo que en el texto constitucional lesiona la libertad, la dignidad y los derechos humanos fundamentales, son actitudes que nos convertirán en mejores ciudadanos, y harán de nuestra sociedad con el paso del tiempo un espacio cada vez más democrático. También podremos estar seguros de que más allá de los resultados del proceso constitucional, los cubanos habremos cuestionado lo que considerábamos erróneo y defendido lo que considerábamos acertado.
Un último aspecto que considero importante es la actitud optimista que debemos mostrar frente a los que nos rodean, no es posible avanzar cuando es el pesimismo, la desesperanza, desconfianza y desánimo lo que prima entre los cubanos. No se trata de ser infantiles, ilusorios o ingenuos, se trata de asumir la vida con actitud optimista y esperanzadora, con decisión y con alegría a pesar de los problemas y dificultades, pues las actitudes que practicamos y que ocupan nuestra mente son las que regirán nuestro accionar y condicionarán nuestro futuro. Si piensas y vives en clave negativa, seguramente todo lo verás negativo y cosas negativas vendrán a tu vida.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.