El hecho de no resolver la crisis económica, política y social por un lado; y las consecuencias de enfrentarla radicalmente por otro, generan y pudieran generar costos o beneficios para sectores de la sociedad muy diferentes. Sin embargo, tal y como debería ser, y como sugieren quienes estudian el tema imparcialmente, guiados por los criterios de las ciencias y el conocimiento, y no por cuestiones ideológicas, el segundo escenario, ese que propone un cambio radical de las estructuras e instituciones, es una necesidad no solo política y económica, sino también ética y moral, ante una sociedad que cada día se deteriora más y se desespera más frente a los problemas de la realidad.
Los ganadores de la segunda situación seríamos seguramente todos los cubanos, desde los comunistas o socialistas como los opositores, disidentes o indiferentes. Todos ganaríamos si se genera una apertura económica y política, que permita ejercer derechos y libertades que hoy son limitados o inexistentes en Cuba. Todos ganaríamos si se reforma el sistema educativo, si se valora más la cultura, si se fortalecen los servicios sociales, si se permite a la persona ser libre y tomar las riendas de su vida personal mientras protagoniza también la vida social del país. Sin embargo, los ganadores de la primera situación, aquella que parece predominar, que propone continuidad, y que busca impedir los cambios estructurales, eternizar la revolución e imponer el socialismo, esos sí que serán pocos, como pocos han sido los cubanos que verdaderamente se benefician dignamente hoy en día del sistema existente.
La pandemia pareciera que va pasando, las provincias avanzan en las fases de recuperación, y aunque aún se dan casos de contagios, la sensación de miedo e inseguridad va desapareciendo, las cosas van volviendo a la normalidad, excepto por el hecho de que ahora la escasez es mayor, como lo es el descontento social, la propaganda, la represión y el enfrentamiento entre cubanos. Las secuelas de la pandemia y de la crisis anterior a ella están, y se expresan de manera preocupante en la realidad cubana. De modo que asumir un proceso transformador, un cambio de verdad, una reforma profunda, no es cuestión de preferencias políticas, ni de romanticismos o ideologías, sino que es una cuestión humanitaria, una cuestión de respeto a las personas, una cuestión de seguridad ciudadana.
Por supuesto, esto no parece posible a juzgar por la voluntad y las declaraciones de las autoridades cubanas, no obstante siempre hay cosas que podemos hacer los ciudadanos sin necesidad de esperar que el cambio venga de arriba. Algunas ideas de qué podemos hacer, para presionar y empujar el futuro de la nación en la dirección de los cambios, en la dirección de las transformaciones, y que las podemos asumir sin muchos costos ni sacrificios pueden ser las siguientes:
- Ejercer el debate público, criticar, proponer, comentar, informar, buscar la verdad, publicar, resaltar lo bueno de las cosas que pasan en el país, en el barrio, en la comunidad, pero también señalar lo que se puede mejorar, lo que puede perfeccionarse. Esto lo podemos hacer tanto por medios digitales, redes sociales y otras tecnologías de la información y las comunicaciones; como de persona a persona, físicamente, en cada ambiente en el que participamos.
- Asumir el reto de la participación, ser parte de los procesos, no quedarnos al margen, no callarnos por miedo, no autocensurarnos o alejarnos, sino involucrarnos en la vida de la comunidad, siempre de forma proactiva, propositiva, constructiva. Participar sin pedir permiso, sin que nos digan cómo, sin que nos dejemos controlar, sino desde la libertad y la responsabilidad que todos tenemos y debemos ejercer para vivir de manera más digna.
- Innovar, crear, ser resilientes, ser emprendedores. Impregnar los espacios en los que estamos de estas actitudes o capacidades. No darnos por vencido ante los problemas, sino mirar con optimismo, con esperanzas la realidad que nos ha tocado vivir. Buscar e inventarnos razones para apostar por Cuba a pesar de las dificultades.
Estas son pequeñas actitudes que podemos asumir los cubanos, para que aumente la presión que ya existe hacia un cambio verdadero, para que avancemos hacia “una nueva normalidad que sea normal”, es decir, que garantice la libertad y los derechos de las personas, que genere la necesaria promoción de la persona humana y el desarrollo integral, que ponga al cubano como centro y fin de la nación, no a un partido o ideología.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.