Ante el deterioro de las condiciones de vida y el aumento estrepitoso de la represión a los cubanos, ante la inacción de las autoridades respecto a las demandas ciudadanas y la profunda necesidad de cambio existente en la realidad actual, resulta imprescindible hacer lo que está a nuestro alcance, mover lo que podamos, empujar hasta donde nuestras fuerzas lo permitan, poner nuestro grano de arena para que la situación cambie, para que las autoridades se vean obligadas a escuchar a la gente, para que la gente -a su vez- se vean motivadas y preparadas para participar en la vida económica y política de la nación, para que llegue de una vez la tan anhelada respuesta a la crisis que nos ha estado golpeando de forma poderosa en los últimos años.
No valen posiciones ideológicas, no vale excusarnos con el miedo, no vale argumentar en base a una realidad ficticia o a unas aspiraciones que no se concretan, no vale eludir responsabilidades, ni atrincherarnos, ni irnos a los extremos y ver fantasmas donde no hay, no vale pelearnos entre cubanos, no vale acusarnos y difamarnos, ni hablar por todos en base a la experiencia de unos, ni dejarnos llevar por prejuicios, ni criticar sin proponer, ni desanimar al que intenta cambiar las cosas, no vale, en este momento que vive Cuba, promover la división, ni la violencia, ni ninguna forma de gestión o de gobierno que no ponga a la persona humana como lo más importante, como centro y fin. Al mirar la realidad, el mensaje que se capta es perfectamente inteligible, la realidad habla por sí sola, la Cuba actual necesita cambios profundos y verdaderos, necesita transformaciones de fondo que permitan potenciar las condiciones de vida de la gente y crear condiciones para el avance del país hacia el verdadero desarrollo humano integral.
Cuáles serán esos cambios, es algo que debemos pensar entre todos, y que no debemos dejar para después, y el cómo avanzar en ese sentido es también una urgencia inaplazable. En cualquier caso, es decisivo en este momento complejo que vivimos que los ciudadanos cubanos hagamos nuestro mayor esfuerzo por practicar una serie de virtudes o actitudes que nos hagan merecedores de “ser ciudadanos” al mismo tiempo que hagan posible desarrollar los métodos necesarios para avanzar al fin previamente definido por medio de la participación ciudadana. Algunas de estas actitudes fundamentales que vendrían bien, y que tendrían gran imparto en la vida nacional a medida que más gente las practique, serían las siguientes:
- Libertad y responsabilidad, para hacer lo que queremos pero hacerlo bien y sólo si responde al bien propio y el de los que nos rodean. Para participar, para denunciar, para exigir derechos, para crear, para hablar, pensar o hacer, para vivir la vida que queremos, y cambiar las cosas que no nos gustan. La libertad no se adquiere por decreto, ni es otorgada por el Estado u ente alguno. El hombre nace libre por naturaleza, y la libertad en sus disímiles manifestaciones es un derecho inalienable, la libertad solo se pierde si la persona quiere, y se vive siempre que se quiere, de una forma o de otra. Por eso, la invitación es a ser libres, y ser libre implica también ser responsables.
- Valentía para pensar, decir o hacer lo que decidimos y no lo que se nos imponga desde la sociedad o las autoridades, para ir contra corriente, para denunciar cuando sea necesario las injusticias y los problemas que demandan soluciones, y para proponer, para anunciar cuando otros son ciegos o incapaces de ver las cosas por sí mismos. Valentía para hacer las cosas de manera diferente, para asumir retos, para hacernos responsables por nuestros actos, para dar la cara, para participar, para no darnos por vencido, para no pensar solo en nuestro bienestar, para tomar las riendas de nuestra vida y hacer lo que esté a nuestro alcance con el fin de transformar para bien la realidad en la que vivimos.
- Prudencia para saber cuando avanzar y cuando frenar, cuando gritar y cuando callar, cuando hacer mucho y cuando hacer menos pero igualmente efectivo. Para discernir en cada momento qué es lo mejor, qué bien perseguir, con qué medios, con qué compañía, en qué espacios, para saber poner los pies en la tierra y aterrizar al contexto concreto en el que debemos tomar decisiones, para alejarnos de los extremos, para saber combinar efectivamente ideas y acción, fines y medios, bien individual y bien común. Prudencia para no dejarnos llevar por las emociones pero tampoco prescindir de ellas, y para hacer caso a la razón pero sin dejar que nos ciegue, para encontrar siempre un balance, una moderación, una cordura a la hora de tomar decisiones.
Ser libres y responsables, ser valientes, y ser prudentes. Ojalá todos los cubanos podamos poner en práctica estas virtudes, ojalá sepamos responder al momento que vivimos con ellas, pues aunque no sepamos de economía o de política, la soluciones a la crisis política y económica que vivimos y que tanto nos afecta, pasa por el cultivo de estas virtudes fundamentales. Y no solo pasa, sino que desde ellas podemos generar el cambio que necesitamos y que queremos los cubanos, cualquiera que sea, pero sin ellas, será difícil. De este modo, la invitación es a asumirlas y practicarlas desde nuestros espacios, desde nuestra realidad concreta, y por otro lado a confiar en la fuerza de lo pequeño, en la posibilidad de que un cambio “pequeño” en nuestras vidas impulse un cambio mayor en nuestros ambientes y en nuestras realidades.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.