El valor de la amistad constituye para muchos la relación afectiva de mayor relevancia durante su vida. Es el vínculo que se establece entre dos o más personas y que se sustenta en otros valores como la sinceridad, la incondicionalidad, el respeto y el compromiso.
Hoy en día resulta muy difícil para muchos encontrar amigos. En Cuba, donde la falta de educación cívica se nota y donde predomina la cultura de la desconfianza, es peor aún.
La amistad se fundamenta también en la verdad; las personas se relacionan y llegan a ese grado de afectividad cuando han abierto su corazón y han cerrado la puerta a la desconfianza. En los sistemas cerrados se hace cotidiano cuidarse del otro, no decir más de lo necesario, guardar secretos y no expresar todo libremente porque debemos cuidarnos de los demás. No se puede confiar en nadie. Es la cultura del hombre cuidándose del policía que llevamos dentro.
Ante estas actitudes que nos alejan de la esencia humana de la vida en relación con el prójimo, debemos fomentar la confianza primero en Dios y luego en los hombres, nuestros hermanos. Cuando actuamos en confianza nos expresamos sin reservas, mostramos nuestros sentimientos y desterramos la doblez. En la amistad eso es lo que sucede, podemos ser nosotros mismos, podemos dialogar con la premisa del respeto y la certeza de que no habrá censura. La amistad es una forma de vivir en el equilibrio porque ante situaciones críticas tendremos la seguridad de que ahí tenemos a los demás para esos momentos difíciles. La amistad es, también, una fortaleza humana, porque si es verdadera pasa toda prueba, aumenta la intensidad con los años y nos enseña que no estamos solos, que la carga se puede compartir y hacerse más ligera.
Así como pasa en el plano personal sucede en el plano social. La amistad cívica o amistad social es la búsqueda del bien común en la sociedad. Aquí adquiere una connotación mayor, que es la de procurar entre todos la búsqueda de soluciones a los problemas que afrontamos. Supone establecer propuestas, aunar voluntades, respetar los derechos humanos para todos y vivir bajo normas de convivencia civilizada. Cosa que escasea mucho en los sistemas totalitarios donde la amistad a escala personal se ve interpelada por la delación, la falta de entrega y las reservas continuas, para lograr una meta todo debe estar bien silenciado. A veces hasta se llega a mentir para alcanzar una meta. Eso es falta de transparencia. Eso atenta contra la amistad. Entonces, ¿qué podemos esperar que aporte el hombre nuevo a la sociedad nueva, si ha sido educado con métodos que atentan contra la verdadera amistad?
Para vivir la amistad desde la base, que es la relación entre algunos pocos, y luego extenderlo a la amistad social, que es esa correlación de libertades a escala macro, podríamos ejercitarnos con estos pequeños pasos:
- Decir siempre la verdad, tal como es, sin ambages, porque con ella por delante llegamos algo y lejos.
- Vivir en libertad, aunque sea desde nuestro yo interior, para que no vengan los ruidos externos a atentar contra la armonía alcanzada.
- No participar de amenazas, chantajes, ni complicidad con lo que no queremos y va en contra de lo que creemos.
- Fomentar el diálogo bajo normas de convivencia consensuadas, que son la salida ante las crisis y situaciones de conflicto.
- Respetar a las personas y sus opiniones, aunque estas difieran de nuestros criterios, también concebidos en total libertad.
Me gustaría terminar esta pequeña reflexión con unas palabras del maestro, nuestro héroe nacional José Martí. Él nos decía, con la sabiduría que le acompañaba:
“Para todas las penas, la amistad es remedio seguro.”
“Triste cosa es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene: ni talento que le haga sombra, ni bienes que se le codicien, ni carácter que impresione, ni valor temido, ni honra de la que se murmure, ni ninguna otra cosa buena que se le envidie.”
Por tanto, la amistad da sentido en nuestras vidas. Cultivémosla y atendámosla desde la raíz.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.