El pueblo cubano conoce mucho más de lo que humanamente debería sobre resistencia. A veces la élite gubernamental olvida que más allá de resistir se trata de vivir dignamente, con plenitud de derechos y libertades que garanticen el bienestar. Pero entre la pasividad total y el enfrentamiento existe un punto intermedio, que es la lucha pacífica. Ella incluye métodos no violentos que indican igualmente el descontento social y pueden ser, en ocasiones, más duraderos que la acción violenta. Ambos son, en el caso cubano, igualmente reprimidos.
En la historia de la sociedad civil en Cuba de las últimas décadas hemos de destacar el papel del moviento por la libertad de los presos políticos de la Primavera Negra de Cuba en 2003 denominado Damas de Blanco. Ellas, quizá, han sido el ejemplo más visible de las manifestaciones pacíficas en Cuba. Con su ropa blanca, su gladiolo en mano, la asistencia a Misa dominical y la marcha pacífica por la quinta avenida de Miramar, empujaron fuertemente para la excarcelación de sus esposos y familiares.
Los tiempos cambian, aunque desde una mirada de amplio espectro en Cuba podría parecer que no. La llegada de internet a la Isla, a pesar de ser caro, con intermitencias en el servicio, con una baja velocidad, ha supuesto un arma poderosa con la que, quizá, el gobierno no contó. A través de la red de redes cada ciudadano se convirtió en un periodista ciudadano, reportando su realidad y ganando seguidores. Los proyectos de la sociedad civil independiente (apellido obligatorio en Cuba para diferenciarla de la sociedad civil organizada desde la oficialidad) encontraron también un nicho de trabajo e incidencia política en Internet; incluso aquellos que no trabajan directamente como medios de comunicación. El atrayente mundo de la aldea global se presentaba a los cubanos como una poderosa herramienta para la defensa de los derechos humanos.
En Cuba ha sucedido que hemos vivido fenómenos interesantes que a veces si no se estudian no les ponemos el nombre de la academia o que le ha dado la sociología o los estudios de los medios y las herramientas de la comunicación. Pero lo importante es poner la ciencia, la tecnología y el desarrollo social en función del hombre y no a la inversa. El fenómeno de las multitudes conectadas alberga un poder incalculable en el mundo de hoy y puede ser considerado un nuevo y eficaz método para la lucha pacífica.
Las multitudes conectadas no requieren espacio físico para reunión, ni líder ni cabecilla para organizar la “acción”, independientemente de que la idea puede salir de una persona. Es un espacio común donde convive una comunidad en el ciberespacio, se convocan y se hacen presentes en un sitio para manifestarse pacíficamente. Eso pudo ser lo que pasó en Cuba el 11J de 2021, o pudo ser lo que convocó a cientos de personas después de ver a los primeros manifestantes en las calles de San Antonio de los Baños. Es decir, bien pudo ser el germen o bien pudo ser el catalizador. De cualquier modo, Internet sirvió para convocar y para transmitir las imágenes de un sueño hecho realidad en Cuba: el pueblo en las calles.
El 11 de julio de 2021 marcó un hito en la historia de Cuba. La fecha será recordada como el punto de inflexión que propició que muchos cubanos pusieran fin al silencio de décadas y se lanzaran a las calles para reclamar libertad. La excepcionalidad cubana que caracterizaba a una nación donde, aparentemente, las protestas sociales no existían, quedó rota, y en las calles se escucharon los gritos de disenso que por muchos años fueron reprimidos.
Lo que se inició en San Antonio y pronto se extendió por muchas ciudades del país, y lo que está sucediendo ahora en Cuba, se corresponde con un derecho intrínseco a la persona humana: la libertad de expresión. Esa que por tantos años ha sido vetada en Cuba, que intenta presentarse como adalid de la democracia y los derechos humanos. Será que el país representa una versión muy caribeña de estos grandes principios universales. Cuando para pedir calma a quienes se manifiestan se convoca a la calle, y se excluye a quienes no profesan el mismo credo “revolucionario”, no se busca la paz sino se divide y se enfrenta a los hijos de una misma nación, iguales en dignidad y derechos. Cuando la espontaneidad lleva apellidos, y solo es bien valorada si califica a una parte reducida (que sabemos responde a órdenes, convocatorias y preparación previa) no se respeta la libertad sino se reduce a la cultura de los permisos. Cuando el perdón y la reconciliación no se tienen en cuenta, sino que se propicia el descrédito a través de campañas de difamación en los medios de difusión masiva y en las redes sociales, no se puede hablar de trabajar por los caminos de la paz, ni de receptividad de la crítica, ni de pluralismo y diversidad.
A más de un año del 11J de 2021, conmemorado también el 14J del presente año con manifestaciones en Los Palacios Pinar del Río, que han desatado una serie de eventos sucesivos en diversas localidades y producto de la crisis sistémica que ahora tiene como consecuencia más evidente los apagones, la ciudanía y la sociedad civil mantenemos que:
- Cuba merece que construyamos una sociedad basada en la verdad, la libertad, la justicia y el amor.
- Cuba merece que todos sus hijos tengan un espacio de libertad y responsabilidad para expresarse, manifestarse, actuar pacíficamente según le dicte únicamente su conciencia y la preservación de la convivencia fraterna y la paz ciudadana.
- Cuba merece que todas nuestras energías, recursos y proyectos se utilicen para salir de esta situación crítica en que vivimos en lugar de usarlos en enfrentarnos unos contra otros.
- Cuba merece que los medios de comunicación social: prensa, radio, televisión y las redes sociales cesen el lenguaje descalificador y el discurso de combate y enfrentamiento entre cubanos, para convertirse en gestores de libertad, corresponsabilidad, participación ciudadana y democracia institucional.
- Cuba merece un presente de paz y un futuro de prosperidad y fraternidad.
Bajo el sagrado llamamiento de la libertad, hagamos caso de uno de nuestros más grandes patriotas y continuemos ejerciendo nuestro derecho a la libre expresión. Como decía el más universal de los cubanos, José Martí: “Quien esconde por miedo su opinión, y como un crimen la oculta en el fondo del pecho, y con su ocultación favorece a los tiranos, es tan cobarde como el que en lo recio del combate vuelve grupas y abandona la lanza al enemigo.” En su Evangelio del civismo en Cuba, nos continúa alertando que “Donde no hay equidad ni respeto a todas las opiniones no hay patria sino una dictadura”.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río