Miércoles de Jorge
Si bien es cierto que Cuba ha vivido en crisis profunda por más de sesenta años, también lo es el hecho de que esas crisis tienen picos, puntos en los que los problemas se juntan, se acrecientan o agravan, y por tanto causan mayor dolor a quienes los padecen. El pueblo cubano ha pasado por esto en varias ocasiones, pero a los problemas nadie se acostumbra, pues sus consecuencias no son normales y afectan nuestro desarrollo pleno como personas.
Por estos días se vive uno de esos momentos de tensión que provocan los picos de las crisis, en esta ocasión debido a los “apagones” eléctricos, algo que tampoco es nuevo para los cubanos, pero a lo que –definitivamente– no nos hemos acostumbrado ni deberíamos. Las autoridades cubanas siguen siendo inefectivas en sus intentos de garantizar el suministro eléctrico a los hogares, y la gravedad es tal, que incluso estos han tenido que reconocerlo en varias ocasiones en los medios de comunicación oficiales.
Ahora bien, moviéndonos al terrenos en el que podemos tener alguna capacidad de decisión, valdría la pena reflexionar sobre cómo reaccionamos ante este tipo de situaciones. Lo natural es que cuando pasan cosas que nos molestan, y peor, que nos hacen daño y nos hacen sufrir, afloren las emociones, nos exaltemos o angustiemos. El lamento y la rabia son probablemente las dos emociones más comunes en estos contextos.
Sin duda, las emociones no son algo que podamos controlar, elegir no experimentar o apartar de nosotros por completo, sino que por el contrario, estamos obligados a convivir con ellas, pues así es la naturaleza humana. No obstante, sí podemos hacernos la pregunta sobre cómo reaccionar ante las emociones, qué decisión tomar una vez que afloran, cómo dar el próximo paso después de haber experimentado rabia, o de encontrarnos sumergidos en un mar de quejas y lamentos.
Ante esta pregunta sí que tenemos la capacidad de responder de diversas formas. Tenemos la libertad de responder esta pregunta y decidir qué hacer cuando la frustración y la angustia provocada por los problemas parece adueñarse de nosotros. Es por ello, que siempre debemos intentar separar las emociones del pensamiento racional, de la inteligencia, para poder decidir con libertad y conciencia cuales son los próximos pasos que queremos dar.
En este sentido, las crisis y los problemas, no son como a menudo creemos, algo negativo, sino que ofrecen oportunidades espectaculares para crecer, para construir, para innovar, para encontrar oportunidades y soluciones en contextos en los que pareciera que no existen. Enfrentar las crisis con nuestras emociones educadas, puede ser una herramienta poderosa para transformar nuestra vida personal y social.
Pueden ser los apagones, la represión política, la crisis económica o cualquier otro problema que se presente. Lo más importante no es el problema en sí, ni su gravedad, sino la reacción que tenemos ante el mismo, la manera como nos posicionamos ante la realidad que se nos presenta. Aprendamos esta lección y de seguro los retos y desafíos de la vida cotidiana serán más llevaderos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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